En documentos oficiales, el Pentágono advierte que los narcos aztecas deben desplazar a Irak y Al Qaeda como prioridad militar. En consecuencia, el Comando Norte propone intervenir el país y desplegar una guerra de contrainsurgencia.
Por Emiliano Guido
Un mes atrás, cuando fueron descubiertos los narcotanques del cártel Los Zetas en el Estado mexicano de Tamaulipas, la alarma de urgencia chilló en el comando central del Pentágono norteamericano. Es que estas unidades militares, además de su alta flexibilidad al combinar fuego directo y transporte de tropas, simbolizan para los halcones estadounidenses el aura fantasmal de una pesadilla porque su formato es similar a los “camiones de armas” utilizados por la triunfante guerrilla del Vietcong en los años sesenta. Hasta el momento, la estrategia de Washington para ganar la guerra contra las drogas en México se denomina Iniciativa Mérida e implica desembolsar anualmente una enorme inyección financiera para asistir al alicaído gobierno de Felipe Calderón. Pero, el ala dura de su complejo militar-industrial y sus thinks tanks neoconservadores ya consideran en papers oficiales que dicho plan es un rotundo fracaso y que debe dar lugar al inicio de una intervención militar sin medias tintas en el vecino país para preservar la seguridad nacional norteamericana.En una cruda investigación periodística del último número de la revista mexicana Proceso, la nueva estrategia de los marines para su frontera sur más próxima queda perfectamente documentada. En palabras del cronista Jorge Carrasco Araizaga: “Los estadounidenses consideran que Al Qaeda y el Islam radical ya no son amenazas tan graves. Alentados por la permisividad del gobierno de Felipe Calderón, especialistas de las principales escuelas militares esgrimen el término narcoinsurgencia para proponer que México combata más decididamente al crimen organizado y si es con ayuda de sus tropas, mejor”. En otro pasaje de dicho artículo, Araizaga advierte que: “El imperativo estratégico, aseguran en el Pentágono, debe cambiar de Irak y Afganistán a México, donde hay, afirman, una delincuencia de alta intensidad que debe combatirse con campañas de contrainsurgencia”. Contrainsurgencia, por si hace falta aclararlo, fue la palabra clave de la Doctrina de Seguridad Nacional norteamericana que fomentó décadas atrás combatir en Latinoamérica el cuco comunista con el auxilio de dictaduras militares amigas.Es más, la revista Proceso cita a Johnny M. Lairsey Jr., un alto asesor del Comando Norte, quien, directamente, sugiere que “Estados Unidos debería hacer valer sus poderes nacionales para derrotar a las organizaciones de delincuencia trasnacional. Sin dudas, las Fuerzas Armadas constituyen uno de esos poderes nacionales”. Según dicho consejero académico del Pentágono, cuatro datos de la realidad obran a favor de un despliegue de tropas norteamericanas en tierra mexicana: “El desborde de la violencia hacia Estados Unidos, la extensión de la corrupción en México, el impacto en el Producto Interno Bruto de los dos países y posibles ataques desde áreas sin gobierno en México. Cada una de ellas tiene la posibilidad latente de desarrollarse y amenazar la soberanía de Estados Unidos”.En reiteradas ocasiones, teorías oscurantistas y alocadas circulan en la Web norteamericana en pos de haber lobby para objetivos militares difusos. Se sospecha siempre de sectores fundamentalistas republicanos o, directamente, de células mesiánicas ultra-nacionalistas. Pero, el dato destapado por Proceso apunta, esta vez, a cómo profesores e investigadores del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos, del Comando Norte, de la Universidad Militar Americana y del Centro de Estudios Avanzados sobre Terrorismo observan el teatro mexicano. Es decir, cuadros intelectuales del máximo peldaño de la estructura militar estadounidense. Por ese motivo, resuenan afirmaciones como la de Robert Bunker –asesor del Departamento de Seguridad Interna– cuando, tras advertir que “partes de México se han perdido”, recomienda a sus superiores “un Plan de Defensa Hemisférica para las Américas y una actualización urgente de la Doctrina Monroe”.
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