lunes, 6 de febrero de 2012

"A LOS PIBES DE LA PRIVADA NOS VEIAN A TODOS COMO SORETES"


Zabo integró la antología Kirchnerismo para todos y se transformó en best seller cuando miles de lectores de todo el mundo leyeron por internet su primera novela.
Por Gerardo Yomal. Periodista. Conductor del programa radial El tren
Los más jóvenes conocen a Zabo (Nicolás Zamorano, 22 años) porque lo siguen en las redes sociales donde publicó su primera novela Yo, adolescente, leída por miles de personas de diferentes países de habla hispana. Es columnista del Diario Z y músico; participó en el libro Kirchnerismo para armar. Y en este diálogo tira varias puntas para pensar el por qué de tantos jóvenes que venían de la experiencia de Cromañón, “que se vayan todos” y del escepticismo hacia la política hoy logran entusiasmarse con el recuerdo de Néstor y el presente de Cristina. Una forma de salir del “doñarrosismo” y participar en la política desde distintos lugares: “Lloré cuando murió el ex presidente… Siento que Néstor se esforzó por ser Néstor, de mostrar que no era solamente el presidente y que la política no era algo tan lejano, sino que podía estar representada por alguien con nuestros mismos intereses y que te trataba de igual a igual. Creo que eso también está, en parte, en los testimonios de las personas que lo conocieron y me contaron su forma de ser, el salirse del protocolo. Yo no lo conocí, pero intuyo perfectamente que tienen razón en lo que dicen. Y es verdad: lloré con su muerte y me emocionan los discursos de la Presidenta. Es fuerte: Cromañón había reventado a mi generación con una cosa descreída, no le importábamos a nadie y, de golpe, yo me entusiasmo con dos políticos”.–Escribió algo que le ocurrió en un taxi, cuando hablaba Cristina Fernández por cadena nacional…–Viajaba en un taxi y notaba que el tachero escuchaba a la Presidenta en la radio pero tímidamente, como diciendo “capaz que la subo y el de atrás se pone a putear…”. Y yo le pedí que subiera el volumen y me dijo “no sabía que eras de los que le interesaba esto”.–¿Qué siente cuando algunas personas afirman que los pibes están en la boludez?–Alguien dijo por ahí que soy como el licenciado en adolescencia. Hubo una época en la que había comenzado a escribir Yo, adolescente, un blog. Empecé porque me daba mucha bronca la forma en que se veía a los adolescentes en los medios, incluso la explosión de los floggers y todo eso. Se mostraba todo muy vacío, mientras a mí me pasaban otras cosas: iba a un colegio privado, uno de esos que eran asquerosamente caros, y donde se planteaban banalidades, mientras a un par de cuadras tenía el Otto Krause donde estaban los pibes luchando, organizándose porque el colegio se caía a pedazos. Veía que mi mundo era muy cerrado, con “chicos muy bien” pero que no tenían necesidad de explorar en la política y que, por otro lado, también había chicos que estaban aprendiendo a involucrarse, a pensar la Argentina. En un momento, a los pibes de la privada nos veían a todos como soretes. En 2001 yo tenía 12 años y estaba enloquecido por comprarme una guitarra Squier. La había visto barata, pero después aumentaron el precio y me quise matar. Puede parecer banal frente a todo lo que pasaba, pero yo sufría como loco. Y ahí me subí al “que se vayan todos”. Vengo de esa generación que se crió con todo el mundo descreyendo de la política.–¿Cuándo rompió con ese escepticismo?–Me rayé con eso de la guitarra, después con la catástrofe de Cromañón y, finalmente, volví a darme una oportunidad, a tener una esperanza…–¿Con algún disparador en particular?–Con la 125. Ahí surgió mi interés político. Y abrí el bocho viendo a mucha gente joven haciendo cosas muy piolas, sólo que no había un lugar visible para ellos.–Si se lo quisiera encasillar, ¿se lo podría definir como una especie de Cumbio nacional y popular?–Es complicado. A veces me calificaron como “El último Flogger”, fue muy doloroso. También dijeron que era el “El Cumbio de Culto”. Cuando escribí Yo, adolescente lo hice para hablar de temas de adolescencia desde una primera persona con una estética muy colorida, muy pop, llamativa. Quería que el lector recibiera algo más hardcore, más duro, sacarlo de Cris Morena. El primer relato se centraba en la parte “memorias de mis 16” que trataba diferentes aspectos de la familia, el colegio, la religión. Y un poquito de política, muy poco, porque yo tenía 16, era 2005, momento en el que yo estaba medio cruzado todavía con la política. Después, la segunda parte fue mas culebrón, más novela y tuvo mucha repercusión en su momento en varios países gracias al boca en boca de internet. Justamente, aprovecho mucho los espacios que tengo en las redes sociales para comentar posiciones políticas o cosas que creo. Me preocupa un poco el doñarrosismo en la gente joven porque es bastante fuerte porque lo veo más en los pibes que vienen de clases más bajas.–¿Cómo es ese doñarrosismo?–Es un profundo repetir de discursos que ya se escucharon mil veces, ésos que dicen que se están generando vagos. Y me encanta ponerme a discutir porque, ya cuando era chico y cuando recién pasó lo de la 125, me encantaba ponerme a discutir por discutir y pelear y sacar una espada y ver quién gritaba más fuerte. Recién estaba empezando a entender cómo era todo eso. Ahora lo que trato es de preguntar: “Bueno, vos pensás esto. Si pensás así, ¿cómo funciona para que pase lo que pasa?”. Por ejemplo, los chicos hablan mucho de los planes sociales pero no saben cómo funciona la asignación universal.–Repiten estereotipos descalificadores de otras generaciones, tipo “los negros no quieren trabajar”… –Totalmente. Es un discurso que viene muy de nuestras casas y de algunos medios periodísticos. Les entra mucho a los jóvenes que no están politizados. Pasa lo que a mí también me costó comprender en su momento: ¿cómo es que puedo estar de este lado si yo hasta hace un tiempito estaba cantando “Señor Cobranzas” de la Bersuit y protestando y cantando “FMI” de FunPeople y puteando contra todo eso? ¿Cómo me salgo de esa posición de rebeldía tan característica de la adolescencia a apoyar a un gobierno?–¿Qué es eso que usted repite de ser “hijo de la 125”?–Hubo un momento, después del pleno quilombo con el campo, en que me puse del lado kirchnerista. Con muchos pibes nos pusimos espalda contra espalda para defender el modelo porque se venía abajo en poco tiempo si no se empezaba a esparcir la voz. Había que profetizar el kirchnerismo, prácticamente. Creo que quedaron resabios de ese momento donde se habló tanto del ultrakirchnerismo, quedó mucho de eso y ya nos podemos relajar un poco, mucho más después de las elecciones, donde se puede ser más crítico con el Gobierno. Sería mucho más sano, incluso, hacer autocrítica de lo que no nos gusta o no apoyamos. Porque si defendemos todo a capa y espada como si fuera palabra santa, ahí sí parece un dogma donde el opositor se quiere alejar.–¿Llegó a participar de lo que llaman el “reviente” de los viajes de egresados?–No, yo era bastante antiviajes de egresados y esas cosas. Yo era un punkito, anarquista, de esos truchos que somos todos a los 14 ó 15 años y la verdad es que no me quería ir de viaje y cantar a favor de una empresa me parecía detestable. Además, uno no se lleva bien con toda la división, y no quería viajar con todos sino con un par de amigos, entonces agarré esa guita y alquilé una casa en Mar del Plata y llevé a mis amigos de verdad. Participé de otro tipo de revientes, que es básicamente el que habla mi libro. Salía desde antes de Cromañón, cuando tenía 14 ó 15 años y se permitía entrar a los lugares de mayores de 18 sin problemas. Nadie miraba nada y básicamente toda la temática que encierra la novela es qué pasó con Cromañón y todos esos lugares a donde pertenecías. Ese no tener un lugar porque te cierran la puerta de todos lados.–La última, ¿se siente un militante?–Sí, aunque es medio raro porque yo, por ejemplo, no milito en ninguna agrupación puntualmente, sino que me gusta tener cierta independencia por el momento. Es una decisión que tomé casi sin querer, porque nunca tuve una agrupación. Supongo que soy militante, nunca me planteé esa cosa de la militancia política, sino que fue simplemente pasando, generando una opinión, difundiéndola. Y se dio justamente en ese contexto en el cual la juventud salió a las calles y se acercó a la política.

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