Es la única revista que, sin subsidio alguno, ya lleva 105 números en la calle. En diciembre de 2011 cumplio 10 años de vida. En medio de la crisis de 2001, un grupo de estudiantes universitarios decidió publicar una revista cultural y política por fuera de la agenda de los grandes medios.
La llamaron Sudestada, una publicación por fuera del estereotipo tradicional del periodismo y de la Academia. La redacción está en Lomas de Zamora y las páginas llegan a la Capital Federal, todo el conurbano bonaerense y las principales ciudades del resto del país. No hay quien no haya visto sus tapas en algún kiosco de tren o subte. Son los mismos redactores y directores (Ignacio Portela, Hugo Montero y Walter Marini) los que llevan los ejemplares en sus mochilas directamente a los puestos de venta de diarios.Sudestada se mantiene con las ventas, las suscripciones y el apoyo de algunos anunciantes. Actualmente, 29 personas hacen esta revista
mensual que cuesta 10 pesos, la única que subsistió 105 ediciones sin pauta oficial ni subsidios.Algunos números marcaron un antes y un después. El dos, por ejemplo, dedicado a Fabián Polosecki, fue uno de ellos. Ese número devino en Polo, el buscador, el gran libro que escribieron los directores de la revista sobre quien consideran su referente periodístico. Después llegaron los números sobre la historia del PRT-ERP, Rodolfo Walsh y las críticas a la conducción montonera, los números agotados dedicados a Agustín Tosco, Severino Di Giovanni, Simón
Radowitzky.Los directores Nacho Portela y Hugo Montero cuentan que la revista pertenece a la izquierda dispersa: “Aunque no militemos, nos nutrimos de las mejores experiencias históricas y reivindicamos la ética de muchos compañeros caídos, de anarquistas que enfrentaron el poder, de militantes de diversas organizaciones revolucionarias de bajo perfil que nos marcan el
horizonte”. ¿Izquierda no orgánica? En sus palabras: “Somos parte de un colectivo de compañeros y compañeras que intenta mirar la realidad fuera de la antinomia peronismo-antiperonismo, porque sabemos que en esas reducciones históricas siempre se oculta una trampa”.– ¿Qué los motivó a crear Sudestada?–La revista fue pensada como una alternativa propia de un grupo de estudiantes universitarios desengañados por el perfil de la carrera y también por la oferta laboral en la prensa comercial de aquel entonces; no nos
interesaba ser parte. Queríamos construir un proyecto que no nos frustrara, donde pudiéramos publicar, investigar, entrevistar y trabajar alrededor de los temas que a nosotros nos interesaban y no los que los demás nos impusieran. Los grandes medios no eran nuestro sueño. Nuestras discusiones tenían que ver con años de encuentros, charlas e inquietudes compartidas en pasillos universitarios, marchas, con artistas poco conocidos y principalmente con la lectura que nos apasionaba. Teníamos veintipico la mayoría y la suerte de que ninguno quería hacer guita con el periodismo, para eso trabajábamos de otras cosas, oficios pocos ligados a lo periodístico. La revista surgió como algo chico que fue creciendo y se convirtió en la única revista que subsistió 105 ediciones regulares sin pauta oficial ni subsidios ni apoyo de ningún organismo
oficial a ningún nivel. No es poca cosa.–En muchos ejemplares suelen debatir la lucha armada en los ’60 y ’70. ¿En qué se diferencian de los discursos de la izquierda clásica?–Nos interesa conocer las experiencias de nuestro presente más cercano, poder entender su accionar, los debates que movilizaron a la sociedad. Su ética y militancia son fundamentales. De aquellos compañeros aprendimos el trabajo a largo plazo, el esfuerzo como ejemplo creador. El
lenguaje que elegimos pretende acercarse a esas historias por los bordes de un perfil más humano y menos sociológico; sabemos que muchos de nuestros lectores son jóvenes que no están tan interesados en las discusiones ideologizadas y es más sencillo acercarse a ellos con estas historias a través de la experiencia humana de gente que también fue joven y que eligió ser protagonista de su tiempo.–¿Se sienten parte del semillero de revistas culturales que han hecho
historia en la Argentina? Desde las más antiguas como Caras y Caretas o Contorno hasta las jóvenes Nómada y Esperando a Godot?–Somos parte de esa historia, indudablemente, aunque con muchas particularidades. Diez años de editar una revista mensual nos permite sentirlo. Lo inédito de nuestra experiencia es haber logrado imponer la publicados de Zamora, con humildad y esfuerzo, irradiamos un proyecto que se fue expandiendo a todo el país, donde compañeros de sur a norte multiplican sus voces en nuestras páginas. Nos diferencia de otras publicaciones
nuestro método de distribución, donde redactores y directores nos cruzamos por las calles, trenes o colectivos, llevando en nuestras mochilas todos los meses la revista directamente al kiosco de diarios, fuera de la burócrata y mafiosa distribuidora que tiene el mérito de enterrar cualquier proyecto cultural que no le caiga bien. En nuestra publicación no hay compromisos partidarios ni sectoriales que limiten las investigaciones. Defendemos las experiencias
revolucionarias y a los militantes silenciados porque vemos en ellos un faro.–Levantan la bandera de la falta de subsidio a contramano de muchos otros colectivos. ¿Qué redes les interesa conformar?–Por el momento, no integramos ninguna red cultural oficial. Sí participamos de redes alternativas como la Flia (Feria del Libro independiente), la Mocca (Muestra de
Organizaciones Culturales y Comunitarias Autogestionadas) o el REC (Red de Espacios culturales). La verdad es que no tenemos ganas de mendigar nada al Estado ni a nadie, laburamos hace 10 años desde abajo sin esperar gestos ni limosnas de nadie. Somos una
cooperativa de hecho sin formalismos ni cuestiones técnicas. No tenemos ni queremos subsidios, más de una vez dijimos que no por una cuestión de principios que debatimos en la revista: lo único que tenemos es nuestra autoridad para opinar sobre algunos temas, y depender del dinero oficial creemos que sesgaría esa autoridad. Subsistimos a partir del esfuerzo diario que significa distribuir, vender, difundir y recorrer el país con nuestra publicación. Tenemos
la suerte de que hay muchos interesados en nuestra revista y gracias a la venta podemos editar Sudestada. Somos 100% dependientes de nuestros lectores y hacemos la revista que nos gustaría leer, sin condicionamientos, con problemas y contradicciones, pero entre amigos y compañeros que, además de sentirse bien por su trabajo individual, pueden disfrutar del esfuerzo de un colectivo que potencia las voces singulares y las diluye en un lenguaje propio, pequeño todavía, pero con mucho potencial.
mensual que cuesta 10 pesos, la única que subsistió 105 ediciones sin pauta oficial ni subsidios.Algunos números marcaron un antes y un después. El dos, por ejemplo, dedicado a Fabián Polosecki, fue uno de ellos. Ese número devino en Polo, el buscador, el gran libro que escribieron los directores de la revista sobre quien consideran su referente periodístico. Después llegaron los números sobre la historia del PRT-ERP, Rodolfo Walsh y las críticas a la conducción montonera, los números agotados dedicados a Agustín Tosco, Severino Di Giovanni, Simón
Radowitzky.Los directores Nacho Portela y Hugo Montero cuentan que la revista pertenece a la izquierda dispersa: “Aunque no militemos, nos nutrimos de las mejores experiencias históricas y reivindicamos la ética de muchos compañeros caídos, de anarquistas que enfrentaron el poder, de militantes de diversas organizaciones revolucionarias de bajo perfil que nos marcan el
horizonte”. ¿Izquierda no orgánica? En sus palabras: “Somos parte de un colectivo de compañeros y compañeras que intenta mirar la realidad fuera de la antinomia peronismo-antiperonismo, porque sabemos que en esas reducciones históricas siempre se oculta una trampa”.– ¿Qué los motivó a crear Sudestada?–La revista fue pensada como una alternativa propia de un grupo de estudiantes universitarios desengañados por el perfil de la carrera y también por la oferta laboral en la prensa comercial de aquel entonces; no nos
interesaba ser parte. Queríamos construir un proyecto que no nos frustrara, donde pudiéramos publicar, investigar, entrevistar y trabajar alrededor de los temas que a nosotros nos interesaban y no los que los demás nos impusieran. Los grandes medios no eran nuestro sueño. Nuestras discusiones tenían que ver con años de encuentros, charlas e inquietudes compartidas en pasillos universitarios, marchas, con artistas poco conocidos y principalmente con la lectura que nos apasionaba. Teníamos veintipico la mayoría y la suerte de que ninguno quería hacer guita con el periodismo, para eso trabajábamos de otras cosas, oficios pocos ligados a lo periodístico. La revista surgió como algo chico que fue creciendo y se convirtió en la única revista que subsistió 105 ediciones regulares sin pauta oficial ni subsidios ni apoyo de ningún organismo
oficial a ningún nivel. No es poca cosa.–En muchos ejemplares suelen debatir la lucha armada en los ’60 y ’70. ¿En qué se diferencian de los discursos de la izquierda clásica?–Nos interesa conocer las experiencias de nuestro presente más cercano, poder entender su accionar, los debates que movilizaron a la sociedad. Su ética y militancia son fundamentales. De aquellos compañeros aprendimos el trabajo a largo plazo, el esfuerzo como ejemplo creador. El
lenguaje que elegimos pretende acercarse a esas historias por los bordes de un perfil más humano y menos sociológico; sabemos que muchos de nuestros lectores son jóvenes que no están tan interesados en las discusiones ideologizadas y es más sencillo acercarse a ellos con estas historias a través de la experiencia humana de gente que también fue joven y que eligió ser protagonista de su tiempo.–¿Se sienten parte del semillero de revistas culturales que han hecho
historia en la Argentina? Desde las más antiguas como Caras y Caretas o Contorno hasta las jóvenes Nómada y Esperando a Godot?–Somos parte de esa historia, indudablemente, aunque con muchas particularidades. Diez años de editar una revista mensual nos permite sentirlo. Lo inédito de nuestra experiencia es haber logrado imponer la publicados de Zamora, con humildad y esfuerzo, irradiamos un proyecto que se fue expandiendo a todo el país, donde compañeros de sur a norte multiplican sus voces en nuestras páginas. Nos diferencia de otras publicaciones
nuestro método de distribución, donde redactores y directores nos cruzamos por las calles, trenes o colectivos, llevando en nuestras mochilas todos los meses la revista directamente al kiosco de diarios, fuera de la burócrata y mafiosa distribuidora que tiene el mérito de enterrar cualquier proyecto cultural que no le caiga bien. En nuestra publicación no hay compromisos partidarios ni sectoriales que limiten las investigaciones. Defendemos las experiencias
revolucionarias y a los militantes silenciados porque vemos en ellos un faro.–Levantan la bandera de la falta de subsidio a contramano de muchos otros colectivos. ¿Qué redes les interesa conformar?–Por el momento, no integramos ninguna red cultural oficial. Sí participamos de redes alternativas como la Flia (Feria del Libro independiente), la Mocca (Muestra de
Organizaciones Culturales y Comunitarias Autogestionadas) o el REC (Red de Espacios culturales). La verdad es que no tenemos ganas de mendigar nada al Estado ni a nadie, laburamos hace 10 años desde abajo sin esperar gestos ni limosnas de nadie. Somos una
cooperativa de hecho sin formalismos ni cuestiones técnicas. No tenemos ni queremos subsidios, más de una vez dijimos que no por una cuestión de principios que debatimos en la revista: lo único que tenemos es nuestra autoridad para opinar sobre algunos temas, y depender del dinero oficial creemos que sesgaría esa autoridad. Subsistimos a partir del esfuerzo diario que significa distribuir, vender, difundir y recorrer el país con nuestra publicación. Tenemos
la suerte de que hay muchos interesados en nuestra revista y gracias a la venta podemos editar Sudestada. Somos 100% dependientes de nuestros lectores y hacemos la revista que nos gustaría leer, sin condicionamientos, con problemas y contradicciones, pero entre amigos y compañeros que, además de sentirse bien por su trabajo individual, pueden disfrutar del esfuerzo de un colectivo que potencia las voces singulares y las diluye en un lenguaje propio, pequeño todavía, pero con mucho potencial.
Por Jimena Arnolfi
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