martes, 28 de febrero de 2012

"NUESTRA PUNA ACTUAL TIENE UN AMBIENTE CON VIDA PARECIDO A MARTE"


Maria Eugenia Rivas descubrio unos microorganismos vivos a 4 mil metros de altura que podrian explicar la presencia de vida en el planeta rojo.
Por Valeria Roman.
La Puna argentina actual tiene el ambiente con vida más parecido al de Marte”, afirma María Eugenia Farías, bióloga e investigadora independiente del Conicet, que la semana pasada sorprendió a los asistentes de la conferencia TedxRiodelaPlata en Buenos Aires con su relato sobre cómo desafió al mundo científico cuando hace dos años halló microorganismos vivos, llamados estromatolitos, a más de 4.000 metros de altura. Los estromatolitos son asociaciones de bacterias con algas que parecen rocas. “Al igual que el planeta Marte, la Puna tiene un nivel bajo de oxígeno, alta radiación ultravioleta, frío, fuertes vientos y aridez”, explicó Farías a Clarín . Su hipótesis es que si los estromatolitos hoy pueden vivir en la Puna, también podrían hacerlo en Marte. “Hay imágenes de sondas que indicarían la presencia de estromatolitos en el planeta rojo. El debate no está cerrado”. Antes del hallazgo, ¿qué se sabía de esas formas primitivas de vida? Muy poco. Los que encontramos en Salta, Jujuy y Catamarca son los que han alcanzado la mayor altura en el mundo. Las condiciones extremas de salinidad, el arsénico y la actividad de los volcanes les posibilitaron la sobrevivencia. ¿Cómo llegó usted a descubrirlos? Volví al país en 2001 en plena crisis, con una beca de repatriación del Conicet. Llegué con 3.000 dólares que me quedaron en el corralito. Quería estudiar bacterias adaptadas a vivir en ambientes extremos, y me fui en una campaña a la Puna, con muy poco financiamiento. Hasta las botas de goma eran prestadas. Como el trabajo debía ser interdisciplinario, empecé a convocar investigadores de diferentes áreas: como geólogos, limnólogos, entre otros. Hoy somos 13.¿Y cuándo fue el día “D”? En 2009, hicimos un ascenso al volcán Socompa. Yo me bajé un día antes que el resto del equipo. Quería estudiar la laguna que está en la base del volcán. Encontré algo extraño que parecían piedras. Tenían un olor especial, y pensé que eran estromatolitos, porque los conocía por una visita a México. Saqué agua e hice la extracción del ADN. Tomé la primera muestra, y lloré de la emoción, y me pregunté: ¿y ahora qué? ¿Qué se contestó? Me di cuenta de que, tras el hallazgo, tenía dos caminos. Uno era no contar nada a la comunidad y preparar un gran reporte para ser publicado en alguna revista especializada de alto impacto. Era el camino clásico que hace cualquier científico, pero implicaba un alto costo. En primer lugar, porque iba a dejar de lado el estado de vulnerabilidad que afecta al ambiente de los estromatolitos. También implicaba mandar las muestras de ADN al extranjero, ya que en ese momento no teníamos los recursos para estudiarlas. Elegí otro camino: primero le conté a la comunidad más cercana de qué se trataba. La gente, incluyendo al cacique, me comprendió y se involucró en la defensa del lugar.¿Por qué lo afirma? Porque había una urgencia ambiental y la sociedad debía saberlo, ya que hay proyectos que quieren exportar agua de la Puna para Chile para ser usada en la minería de ese país. Esos proyectos podría dañar a los estromatolitos y su entorno. Al divulgarse el descubrimiento, finalmente conseguimos que la zona sea declarada “área protegida” por el gobierno de Salta, y también pudimos hacer todos los estudios en la Argentina. Tardamos dos años pero se hicieron aquí.¿Su vida personal cambió? El descubrimiento me trascendió. Tuve que aprender a hablar con las comunidades indígenas, los políticos y los funcionarios. Mi vida se volvió un caos porque además del trabajo científico tuve que repartirme en la divulgación de los resultados que me consume mucho tiempo.¿Cómo logró hacer los estudios del ADN en nuestro país? Decidí que los estudios de genómica debían hacerse en el país. Sabía que la tecnología no estaba disponible, pero yo no quería ser proveedora de muestras al exterior. Afortunadamente, en 2010 se logró la secuenciación en el Instituto de Agrobiotecnología de Rosario. Esos estudios –aún no publicados– indicaron la presencia de nuevos linajes de microorganismos que hasta el momento la humanidad desconocía.¿Sus próximos pasos? Esperamos más cambios y descubrimientos. Recibimos un subsidio del Ministerio de Ciencia. En la comunidad de Tolar Grande, cerca de un sitio con estromatolitos, se hicieron cloacas y se está levantando un centro de interpretación –con apoyo de la Universidad de Córdoba– para turistas. Mi sueño es armar el proyecto de la ruta del origen de la vida. Sería para que los turistas visiten sitios de Catamarca, Salta y Jujuy y aprendan sobre el ambiente más parecido a Marte. Otros hablan de salvar a las ballenas. Yo quiero salvar a las bacterias.

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