Entrevista. El otro Dylan Con su album número doce, “Old Ideas”, recién editado, el cantautor canadiense habla de su carrera, su vida espiritual y su postura ante la vejez.
Por Dorian Lynskey
Leonard Cohen ha sido un éxito mucho más grande de lo que podría haber previsto. Hubo cambios de fortuna en el camino, pero 40 años más tarde un salón lujoso del legendario Crillon Hotel de París lo recibe con un caluroso aplauso. Con su aspecto de viejo gángster, se quita el sombrero y sonríe gentilmente, como lo hizo cada noche de la gira mundial 2008-2010, que representó un revival creativo milagroso. Estos días, Cohen raciona las entrevistas individuales que concede a la prensa con extrema austeridad; de ahí esta conferencia de prensa para promocionar su álbum número doce, Old Ideas (Viejas ideas), una reflexión íntima, carcterística de él, sobre el amor, la muerte, el sufrimiento y el perdón. Siempre ha sido más divertido de lo que se cree; ahora perfeccionó su inexpresividad hasta tal punto que cualquier periodista se vuelve el partenaire serio de una pareja de cómicos. Claudia, de Portugal, quiere que él le explique el humor detrás de su imagen de Don Juán. “Bueno, para mí ser un Don Juán, a esta altura, requiere una gran cuota de humor”, responde. Steve, de Dinamarca, le pregunta qué será en su próxima vida. “No entiendo realmente el proceso llamado reencarnación, pero si tal cosa existiera me gustaría volver como el perro de mi hija”. Erik, también de Dinamarca, quiere saber si se ha reconciliado con la muerte. “He llegado a la conclusión, muy de mala gana, de que me voy a morir –contesta-, entonces, naturalmente, esas preguntas surgen y las encaro. Pero ¿sabés qué? Me gusta hacerlo con el corazón latiendo”.Nació en Montreal el 21 de septiembre de 1934, tres meses después que Elvis Presley. Cuando empezó a hacer circular sus canciones por Nueva York, las que integraron el trabajo Songs of Leonard Cohen , en 1967, los agentes le decían: “¿No estás un poco viejo para este juego?”. Para ese entonces había perdido a su padre siendo muy joven, había conocido a Jack Kerouac, había vivido un idilio bohemio en la isla griega de Hydra, había visitado Cuba durante la invasión a la Bahía de los Cochinos y publicado dos novelas aclamadas y cuatro volúmenes de poesía. En resumen, había vivido, y esto le confería a sus canciones enigmáticas y elaboradas una gran autoridad entre jóvenes que sentían que Cohen conocía misterios que ellos apenas si podían vislumbrar con conjeturas. En 1993, en pleno resurgimiento, Cohen gozaba de respeto y afecto, pero el cono de sombra que envolvía su estado de ánimo lo hizo desaparecer de la vida pública. Pasó los siguientes seis años en un monasterio en Mount Baldy, California, estudiando con su viejo amigo y maestro Zen Kyozan Joshu Sasaki, a quien llama Roshi, y que hoy tiene 104 resistentes años. “Este viejo maestro nunca habla de religión”, explica Cohen al público en París. “No hay dogma, no hay culto con oraciones, no hay referencia a una deidad. Sólo el compromiso de vivir en una comunidad”.Cuando bajó de la montaña, su depresión de toda la vida finalmente había desaparecido. “Cuando hablo de depresión -dice cuidadosamente- me refiero a la depresión clínica, que es el trasfondo de toda tu vida, un trasfondo de angustia y ansiedad, una sensación de que nada marcha bien, que el placer es inaccesible y que todas tus estrategias se derrumban. Me alegra informarles que, casi imperceptiblemente, gracias a buenos maestros y a la buena suerte, esa depresión de a poco se fue evaporando y nunca volvió con la misma ferocidad que tuvo durante la mayor parte de mi vida”. Piensa que esto puede atribuirse a la vejez. “Alguna vez leí que cuando te vas poniendo viejo mueren algunas células cerebrales asociadas con la ansiedad, por eso, realmente no importa cuánto te dediques a las disciplinas, vas a empezar a sentirte mucho mejor o mucho peor según el estado de tus neuronas”.Así como con el judaísmo y con el budismo Zen, Cohen coqueteó brevemente con la cientología. Nunca se casó, pero tuvo varias relaciones importantes. Entre ellas, Joni Mitchell, la actriz Rebecca De Mornay y la mujer con la que tuvo dos hijos a comienzos de los 70, Suzanne Elrod. Fue un bebedor y fumador empedernido y experimentó con diferentes drogas. En su gira de 1972, como está documentado en Bird on a Wire , bautizó a su banda The Army y ellos, a su vez, lo apodaron Capitán Mandrax (una marca de sedante), por su adicción a los tranquilizantes.En París, tras la conferencia de prensa, me llevan discretamente a un cuarto de atrás, para una extraña entrevista a solas con Cohen. De cerca, es una presencia tranquila, de una cortesía a la antigua mezclada con Zen, y su voz más ronca por sus tiempos de cigarrillo arrulla tanto como una canción de cuna. Le pregunto si le gustaría que el largo y penoso proceso de componer sus canciones pudiese resultarle más fácil. “Bueno, estamos hablando en un mundo donde los hombres bajan a las minas, mascan coca y se desloman trabajando todo el día. Vivimos en un mundo donde hay hambruna y la gente esquiva las balas y le arrancan las uñas en calabozos. Entonces, para mí es muy difícil asignarle un gran valor al trabajo que hago para escribir una canción. Sí, trabajo mucho, pero ¿comparado con qué?”.¿Aprende algo cuando escribe las canciones? Creo que algo se extrae, pero no diría que ideas. Me parece que las ideas son lo que queremos sacarnos de encima. No me gustan las canciones con ideas. Tienden a convertirse en slogans, a estar del lado correcto de las cosas: la ecología o el vegetarianismo o el antibelicismo. Todas esas son ideas maravillosas, pero me gusta trabajar en una canción hasta que esos slogans, tan maravillosos y tan sanos como las ideas que promueven, se disuelven en convicciones más profundas. Nunca me propongo escribir una canción didáctica. Sólo transmito mi experiencia. Todo lo que tengo para poner en una canción es mi experiencia..¿Se puede aprender de la vida escuchando sus canciones? La canción opera en distintos niveles. Opera en el nivel que se dirige al corazón, pero también es útil cuando lavás los platos o limpiás la casa; o como telón de fondo, cuando estás de novio.¿Un cover de “Hallelujah”, su himno del ‘84, es un cumplido que se ha cansado de recibir? Una o dos veces sentí que quizás debería prestar mi voz para silenciarlos. Pero, pensándolo bien, no, Estoy muy feliz de que se cante.¿Define el éxito como supervivencia? Sí -sonríe-; el éxito es sobrevivir: ésa es una definición suficientemente buena para mí.
Traducción: Susana Manghi.
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