Muchos hablan de inseguridad, consumo de paco y mano dura, pero en la zona sur de la Capital lo que hacen falta son escuelas, cloacas y viviendas dignas.
Martín tiene 8 años y no puede ir a la escuela. Martín vive en un barrio que no tiene cloacas ni agua potable. Martín vive con sus dos hermanos en una casilla precaria a cuatro cuadras del Riachuelo. Martín y su familia saben en carne propia lo que es vivir sin ningún tipo de seguridad. “Mi hijo mayor es el único de los tres que pude inscribir en la escuela. Mis otros dos perdieron el año ya que no encontré lugar y paso todo el día con ellos para que no anden por la calle”, explica Marta mientras prepara el humilde almuerzo en su casilla de la Villa 21. Los registros oficiales sobre la Villa 21 consignan que hay 100 madres que fueron a inscribir a sus hijos a las escuelas zonales y no consiguieron vacantes. Dicen las cifras también que no existe una sola secundaria pública en el radio donde viven todos estos chicos. Los números revelan que el 99% de los pibes tienen por lo menos u n tipo de parasitosis, debido a que las conexiones de agua están mal hechas, porque las hacen los propios vecinos dentro de la villa y como pueden. Tampoco hay un servicio cloacal y tampoco hay asistencia para los chicos, y no los aceptan ni en los refugios cuando llegan contaminados con paco. Ante la anomia, muchas veces los pibes eligen la calle. Ahora me pregunto: ¿esto no es inseguridad? Mientras tanto, los políticos, los medios y los sectores acomodados se espantan por los altos índices de delincuencia juvenil y consumo de paco y piden mano dura, sin siquiera indagar en las postergadas necesidades que tienen los chicos de los barrios olvidados de la glamorosa y turística Buenos Aires. Pibes que con suerte tienen que caminar casi dos kilómetros para ir a la escuela, planes de viviendas que nunca se concretan y el agua potable que apenas se consigue en el grifo comunitario. En un reciente informe, la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires advierte que en la zona sur de la Capital Federal hay más de 6.000 chicos que están en lista de espera de los jardines maternales, escuelas infantiles y jardines de infantes.
Esos chicos constituyen el 70 por ciento del total de los chicos de esas edades que viven en la ciudad, y que aguardan un lugar en el colegio. Estos datos cobran tintes discriminatorios cuando se comparan con los de la zona norte de la ciudad. Un informe elaborado por Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) clarifica que en el Distrito Escolar 21, que abarca Lugano y Villa Riachuelo, hay 14 escuelas para 10.200 chicos: esto da un promedio de 30 alumnos por aula, que significa que el 48 por ciento de los chicos que están en clase lo hacen en condiciones de hacinamiento. Por el contrario, en el Distrito Escolar 10 de la zona norte, uno de los de mayor poder adquisitivo, hay 23 escuelas para 6.400 alumnos, un promedio de 18 pibes por aula con un hacinamiento del 2 por ciento. El Gobierno Nacional y de la Ciudad se siguen llenando la boca en la campaña pre electoral. Palabras, que como los hechos marcan, se las siguen llevando el viento. En la zona sur de la ciudad no hace falta construir muros, los ladrillos invisibles que separan a los ricos de los pobres han demarcado la frontera violenta entre los pocos que pueden llenar la cacerola y mandar a sus hijos a la escuela y los que abandonados y en el más brutal de los olvidos pasan sus días como Martín: sin saber lo que es la salud, la vivienda y la educación digna.
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