Este historiador argentino de 35 años y prolífica carrera académica en los EE. UU. sostiene que hubo un fascismo autóctono que permeó a distintas ideologías y en distintos momentos de nuestra historia, desde el peronismo al antiperonismo, desde el nacionalismo católico a la concepción represiva de la última dictadura. Federico Finchelstein, egresado de la UBA y doctor en la Universidad de Cornell, enseña en la New School for Social Research de Nueva York, en las mismas aulas en que daba clases Hannah Arendt. Reconoce que “así como muchos historiadores se identifican con sus temas, si tuviera que elegir una identidad, confiesa, sería sin lugar a dudas la de las víctimas de los fascistas argentinos”. Su último libro es “Fascismo trasatlántico” (Fondo de Cultura Económica, 2010).
Se suele calificar como “fascista” la actitud intolerante y reaccionaria, la descalificación del adversario y el trato sin miramientos a quienes se define como enemigos. ¿Es ésta la característica principal que identifica al fascismo?
El fascismo es una de las tres ideologías más importantes del siglo pasado, junto con el marxismo y el liberalismo, y tiene una historia trágica que va más allá de los adjetivos, y que sustantiviza, tanto histórica como políticamente, mucho más que la práctica autoritaria que representó. En primer lugar, lo que los fascistas entienden como fascismo es un movimiento más revolucionario que reaccionario, porque a diferencia de otras formas de extrema derecha y conservadurismo, no plantea una vuelta al pasado, a la tradición, sino una superación autoritaria o totalitaria de esa realidad y la creación de un orden nuevo que precisa una dictadura, un orden corporativo y una nueva definición -extrema- del enemigo.
¿Cómo se relaciona esta definición del enemigo con su concepción de la violencia?
Para el fascismo la violencia es una fuente de creación de poder político. Hay necesidad de destrucción no sólo de lo establecido sino de aquellos que son obstáculo para ese nuevo orden; en ese sentido, esta concepción del enemigo se relaciona directamente con su concepción de la violencia. El ejercicio de la violencia a partir de la represión, la tortura y eventualmente el asesinato, está creando fuerza política; a diferencia de otros ismos, que para el fascismo son débiles, el fascismo intenta crear fuerza y se siente fuerte a partir de la ejecución de actos violentos. El fascismo entiende la violencia de forma muy distinta que las otras ideologías de la modernidad; es prácticamente la antítesis de la modernidad, pero revolucionaria y creada por la modernidad.
¿Entonces, la violencia para el fascismo no sólo es inevitable sino que sería un fin en sí mismo?
La represión del enemigo puede terminar en campos de concentración, pero esto implica que no se hace sólo en términos instrumentales para callar al enemigo, sino que es un acto político en sí mismo, es parte de la concepción fascista de la política y del ser. Los fascistas torturan, porque no se trata sólo de obtener información sino de crear verdades. El fascismo entiende el acto violento como un momento de verdad, en donde se confirma lo que la ideología ya dijo. Esto está muy trabajado por Hannah Arendt, en la circularidad de las nociones ideológicas: se piensa algo y se crean realidades para que la práctica coincida con lo que dice la ideología. En Auschwitz, en el caso más radical del fascismo que es el nazismo, se puede ver esta ideología que dice que las víctimas, “el enemigo”, están enfermos, son sucios y débiles, y se crean condiciones en un campo para que los cuerpos denoten esas realidades.
¿En tal caso, también la guerra y el exterminio pueden ser vistos como acontecimientos positivos?
Serían, a nivel de las naciones, lo que la violencia individual es a nivel del ciudadano. A nivel colectivo, un país que entra en guerra es sano y no débil, puro. En términos de darwinismo social, este pseudo cientificismo ajeno a Darwin, pero propio de muchos de sus intérpretes, piensa que o se es débil o se es fuerte. Lo que se entiende es que la guerra y el imperialismo son expresiones de la necesidad de esta violencia, entonces los fascistas van a hablar de la necesidad de la guerra y del imperialismo. Esto lo vemos en Mussolini, obviamente en Hitler, también en los fascistas criollos.
¿El fascismo es un fenómeno italiano que se quiso copiar en otros países o un fenómeno global que adquiere en cada lugar sus características propias?
Fue una ideología política cuyo principal objetivo en cada país donde surgió fue llegar al gobierno. Lo que Mussolini estaba haciendo en Italia, Hitler lo empieza a llevar a cabo en Alemania, y en el mismo momento hay otra persona en la Argentina que es Leopoldo Lugones, que está alejándose de la democracia y plantea la necesidad de la violencia, de la dictadura, de la guerra y de “hacer oír el lenguaje de las armas”. Esto incluso es antes que el famoso discurso de Ayacucho. A principios de la década de 1920, Lugones da unas conferencias en el Teatro Coliseo: “La acción, que reemplaza a la razón”, un típico manifiesto fascista. Un rechazo del racionalismo, un elogio de la violencia en términos éticos y estéticos y una idea del enemigo radical: hay que asesinar al enemigo eventualmente. En síntesis, es un movimiento que funciona a nivel global con distintas particularidades en cada país donde aparece.
¿Cuál es la particularidad de los fascistas argentinos?
El fascismo en su versión argentina se vincula con el llamado nacionalismo católico y fue concebido como un instrumento sagrado para “salvar a la Nación” de lo que define como “las calamidades provocadas por la democracia liberal, el socialismo y el capitalismo”. Se dio aquí un fenómeno muy particular de fascismo autóctono -y que creo que aún pesa en la cultura política argentina más de lo que se supone-. Luego, la cuestión del fascismo y del nacionalismo está relacionada con otros fenómenos como el enfrentamiento entre peronismo y el antiperonismo, hasta la última dictadura militar, y de una manera más general, con las formas de populismo y autoritarismo en América latina.
¿Pero fueron realmente influyentes esas ideas y esos grupos en nuestro país?
Si entendemos que “fascistas” no son sólo los seguidores de Mussolini y el fascismo italiano, o los admiradores de Hitler y el nazismo (que los hubo en esos años y en lugares influyentes aunque siempre minoritarios), sino aquellos que se definían como nacionalistas y entendían que el fascismo debía ser el brazo armado del catolicismo, estos sectores tuvieron una gran influencia en distintos estamentos e instituciones, como la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Y si bien los fascistas en concreto tienen roles minoritarios, su mayor éxito es el de la hegemonía de esta ideología sobre estos estamentos muy poderosos del Estado. Dada la ecuación argentina, con los golpes de Estado y las dictaduras, en general uno va a ver en esas dictaduras el éxito de estas ideologías.
¿La dictadura del Proceso puede definirse como fascista aun habiendo llevado una política económica liberal?
En la última dictadura el componente fascista es evidente en su política represiva y se vio dentro de los campos de concentración, en la justificación de la tortura y la necesidad de eliminar a las víctimas de forma radical. No sólo se tortura y se asesina, sino que esto lleva mucho tiempo y es parte del adoctrinamiento no sólo de las víctimas sino de los victimarios. Son momentos en los que, finalmente, lo que dice la ideología es llevado a la práctica y realizado, objetivado. La ideología es recreada en este universo totalmente artificial que es el campo de concentración. No hay contradicción entre el fascismo como lógica política y el liberalismo económico. Había aliados de Mussolini que tenían las mismas ideas que Martínez de Hoz.
¿De qué modo atraviesa ese componente las distintas ideologías políticas en la Argentina?
En el caso del peronismo, no existen dudas de que el fascismo tuvo su influencia en los orígenes, y se mantuvo como un vestigio reprimido hasta los años 70. La visión de un Apocalipsis político, esa noción de una “batalla total” que es necesario librar, fue fundamental para muchos fascistas que se ubicaron en el ala derecha del peronismo. Pero también en antiperonistas acérrimos. En un registro más amplio, las formas nacionalistas de imaginar la nación y la teoría del enemigo interno, la idea de que existiría un enemigo abyecto de la nación y del pueblo al que hay que combatir y destruir, una patria amenazada por una “antipatria”, tienen también una matriz fascista.
¿Es un fenómeno todavía vigente?
Uno se pregunta por la lamentable persistencia de este legado, ya no porque haya actores concretamente fascistas sino más bien de manera residual en términos culturales, políticos, educativos. Creo que una mejor comprensión de lo que fue el fascismo ayuda a descifrar las raíces de la violencia política en el país y su cultura política intolerante a lo largo del siglo pasado.
Señas particulares:
Nacionalidad: argentino
Actividad: Historiador (UBA) Profesor de Historia en la New School de Nueva York
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