Por Julia Mengolini
Ulanovsky tiene más bien pinta de intelectual especialista en literatura rusa del siglo XIX. Sin embargo su objeto de estudio es mucho más divertido y controversial: la televisión argentina, la caja luminosa que está en tu living, esa pedorrada total que ocupa una parte fundamental en tu vida. De eso, fundamentalmente, hablamos con el más erudito.
-Hace poco escribiste una nota sobre la proliferación de los programas de archivo, ¿Qué hace distinto a 6,7,8 del resto?
-En especial la falta de tibieza en las opiniones. Ya ha pasado a ser un programa de opinión política. Ahora el humor político está en la revista Barcelona, en Bombita Rodríguez el personaje de Capusotto, y está también de alguna manera en cómo encaran los programas de archivo la información política. Es mucho más profundo cuando un archivo se le dedica no a un cuatro de copas sino a un tipo que fue, por ejemplo, votado por la ciudadanía. Es como la nueva manera de mostrar a los políticos. Es interesante, me parece que la falta de tibieza y la gran cantidad de opinión que hay en programas como Duro de domar, los han convertido en los nuevos espacios políticos.
-Van superando los primeros programas de archivo como “Perdona nuestros pecados” que mostraba cómo se caía el micrófono.
-“Perdona nuestros pecados” tiene la virtud de ser pionero en el manejo de los materiales de archivo. A mí me gusto siempre más TVR, que durante toda una época se dedicó a manejar un aspecto importantísimo del alma nacional que es desnudar la hipocresía de la gente, mostrar cómo un tipo con diferencia de muy poco tiempo, decía una cosa y al rato otra completamente distinta. Yo me asombro muchísimo. Cuando pierde la Selección aparecen eso que yo llamo “los linchadores” en los medios, esos que dos días antes decían exactamente lo contrario. Sólo perdió Argentina, eso es lo único que ocurrió de diferente y surgieron estos tipos, empezaron a cortar cabezas. Eso es un grave defecto que tiene el periodismo argentino. Así como hay linchadores en la sociedad, muchos periodistas son representantes de esa forma social de encarar el tratamiento de la realidad.
-Incluso habiendo tantos programas de archivo, el panquequismo parece no tener límites.
-Lo que les importa en todo caso es aparecer y eso lo que les da es la posibilidad de aparecer. ¿Cómo no se le cae la cara de vergüenza a alguien que en dos días ha cambiado de esa manera la opinión?
-¿Pensás que con la Ley de Medios puede haber una modificación en los contenidos?
- Va a haber más señales ahora con la televisión digital pero ¿quiénes van a fabricar los contenidos? Eso es una duda. De acá a un año vamos a ver qué contenidos se generaron, pero por lo menos hay alguien que está pensando en elaborarlos. He leído esta semana que se abre un concurso de contenidos auspiciado por el INCAA para programas unitarios con dinero efectivo para cada uno. En relación a la nueva Ley de Medios, mi posición, por supuesto, es favorable, era una tremenda vergüenza que tuviéramos una ley de la Dictadura. Pero atención, esta es buena, está llena de cosas interesantes y estimulantes pero ni siquiera la mejor ley de medios te va a asegurar mejores medios. Porque los medios los hacen las personas y las leyes van siendo superadas por los usos. Eso ocurrió con la ley anterior, fue superada por las costumbres y se convirtió casi en un apéndice de humorismo involuntario, porque había muchas cosas que ya la ley decía que no había que hacer y sin embargo se hacían. La Ley 22.285 nada dice de los programas de archivo y sin embargo los contenidos de archivo se generaron en un momento.
-¿Y qué habrá sido lo que generó ese momento?
-Para mí el pionero de todo eso fue Miguel Rodríguez Arias. A partir de la recuperación de la democracia empieza a grabar a los políticos y a descubrir eso que los psicólogos llaman actos fallidos. El más famoso es el de Bittel cuando dice “entre la liberación y la dependencia, elegimos la dependencia”. Lo respeto muchísimo a Rodríguez Arias porque insisto, su objeto de estudio fueron nada menos que los tipos que iban a ser elegidos por la ciudadanía o que habían sido elegidos por la ciudadanía. Después sale “Perdona nuestros pecados”, otro programa que yo creo que sale para probar. Otra cosa curiosa que ocurre en la Argentina es que esos materiales que en otros lugares del mundo se cotizan de una manera impresionante, se usan de una forma absolutamente libre tal vez con el argumento de que “bueno, te estamos dando promoción” o “estamos hablando de vos”. Eso devino en los muchísimos programas de archivo que hubo en la década. En el libro hay por lo menos mencionados veinticinco y seguramente nos comimos diez más. Ahora hay como veinte.
-¿Qué pasa con el humor en la tele? Por momentos da la sensación que todos intentan hacer humor, incluso los noticieros, y a la vez pareciera que no hay programas de humor.
-Yo creo que hubo también cambios sociales que uno no puede dejar de mencionar y que se traducen en la televisión. Hace diez o veinte años una mujer golpeada, un hombre alcohólico o un adicto se presentaban de espaldas ante las cámaras. Hoy dan la cara. Algo ha cambiado, algo se ha elastizado en el mundo de los usos y costumbres y lo mismo ocurrió con el humor. Me parece que el gran antecedente es “La Noticia Rebelde”, que hace en el 86 un sketch que se llamaba “El parlamento rebelde” en donde les hace decir cosas a los políticos de carne y hueso, lo mismo pasa en el programa de Tato Bores. En los últimos años invitan a Alfonsín, a Menem, a Cavallo, y todos tenían un libreto. Eso es una parte del cambio que te hablo. Y por otro lado, también a partir de la recuperación de la democracia hay un progresivo desacartonamiento en los medios, que hace que todos hablen, todos opinen y todos hagan humor. Ese es el fenómeno. Jorge Ginzburg en la década del `90 dice “Estoy seriamente preocupado por el avance de los políticos en el campo del humor, ¿qué va a ser de nosotros los humoristas?” Creo que ese avance todavía no se ha interrumpido y me parece que los asesores de imagen de los políticos les deben decir todo el tiempo “Mostrate suelto, desacartonado”.
-¿Pensás que Cristina se equivoca al no ir a los programas de televisión?
-A mí me parece que con el enorme conocimiento que ella despliega en sus charlas habituales, podría ir a dar notas y sin embargo en los últimos años muchas figuras del gobierno sólo dieron notas a Radio 10 y eso también provoca algún tipo de molestia en los medios. Yo creo que sería bienvenido que Cristina pudiera ir más a los programas sin elegir tanto.
-¿Cómo es la televisión en otros países?
-En este momento la televisión es una mierda en todo el mundo. Paralelo a la extinción de los Estados de Bienestar, también se ha ido extinguiendo la eficiencia de las televisoras estatales. Ha ocurrido en España, en Italia, en Holanda, en Francia, en donde las televisoras estatales no sólo han tenido que ir resignando lugares sino que además han tenido que privatizar algunos de sus propios canales. ¿Cuál es la diferencia? La televisión pública francesa o italiana, produce cuatro o cinco especiales por año, grandes esfuerzos que todavía recuerdan las épocas pasadas de esa televisión de calidad. Acá en la Argentina ha desaparecido prácticamente la televisión de calidad. ¿Por qué? No lo sé, tal vez porque hay un cambio de mano en la propiedad de los canales y en la generación de contenidos. Hoy la generación de contenidos esta prácticamente a cargo de productoras externas y los canales han pasado a ser sellos de goma o paredes donde sólo se generan algunos pequeños contenidos como los noticieros o algún otro programa. Por otro lado me parece que desapareció la presión social que antes podía llegar a existir como para exigirle a la televisión programas de mayor envergadura. Hoy los programas que realmente tallan son los programas de 30 puntos para arriba y son curiosamente los programas vampirizados por los programas de archivo, sin que, además, los generadores originales de estos programas digan ni una palabra.
-Además está la vieja discusión de “Tinelli es una mierda pero tiene 30 puntos de rating entonces, ¿a la gente le gusta la mierda?”
-Tinelli no es una mierda, me parece que tiene un muy buen nivel de producción aunque pueda no gustarnos lo que hace. Yo siempre pienso “qué gran esfuerzo hace la televisión por proteger a los programas de treinta puntos y qué poco esfuerzo hace por mi, que siempre veo programas que tienen tres o cuatro puntos de rating”. Es evidente que los programas de tres o cuatro puntos de rating desaparecen al tiempo.
-¿Crees en el rating?
-Yo creo que el rating tal como se hace es muy cuestionable. Ya el hecho de que los aparatitos esos que miden el rating sólo estén en 810 tele hogares, es una cosa cuestionable, los gustos de 810 tele hogares, que no se sabe además como están compuestos, conforman y diseñan el gusto del resto de los tele hogares que son 5 millones en total. Otra cosa muy cuestionable es que sólo se mide el rating en Capital y Gran Buenos Aires. Y otra más todavía, es que lo hace una única empresa. Ahí hay toda una cosa monopólica.
-¿Cómo ves la Televisión Pública?
-Canal 7 me gusta, ha tenido en estos últimos años cosas muy interesantes si bien todavía no atiende lo suficiente a eso que se podría llamar el mundo de la cultura.
Es uno de los canales que más veo, trato de no perderme 6,7,8 porque me ofrece una cantidad de información y de opinión que no está en otro lado, eso me sirve como periodista y como persona.
-¿Qué te hace pensar el hecho que haya gente que vaya a una marcha con la bandera de 6,7,8?
-Habla de muchas cosas a la vez: del desprestigio de la clase política, y de la falta de credibilidad que tiene la gente en relación a todo lo que sea política organizada y formal. Cuando la gente percibe que se puede integrar y no de una manera organizada, ni manipulada, ni por el choripán, va más confiada.
-Escribiste el prólogo del libro sobre Mirta Legrand que escribió Néstor Montenegro y pareciera que valorás mucho a la “Señora”, ¿por qué?
-A mi me llamó la atención la evolución de Mirtha, el hecho de que sin abandonar su pasado de diva de los teléfonos blancos se haya convertido en la persona que en más aprietos ponía al político que invitaba. En algunos temas evolucionó, en otros no.
-¿La complicidad con la Dictadura no te hace ruido?
-Tal vez porque elegí otra cosa -me tuve que exiliar- me resisto mucho a juzgar a quienes se quedaron acá. Yo hice muchos esfuerzos personales por no juzgar, por entender y por pensar qué les había pasado a los que habían sobrevivido a la dictadura acá y en especial en relación a mis colegas los periodistas. Seguramente si yo me hubiera quedado también hubiera tenido que atravesar alguna situación indigna y no por eso merecería ser llevado a la horca. A los que yo no perdono es a los represores, ellos son los que tienen que ser el objeto de cuestionamiento permanente. No me refiero solamente a los militares, si no a aquellos que efectivamente desde posiciones civiles consintieron todo lo que estaba ocurriendo. La verdad no me parece terriblemente condenable lo que hizo Mirtha Legrand.
-¿Cómo pensás que pueda cambiar la costumbre de ver televisión? ¿Desde la oferta o desde la demanda?
-El nuestro es un problema de fondo, educativo. Alguien hace unos años dijo que el verdadero Ministro de Educación de este país era la televisión. Yo creo que, en parte, algo de razón tenía. Según las estadísticas hoy los chicos consumen más horas de televisión que horas de escuela. Ahí te empezás a alarmar muy seriamente. Creo que debería ser una cosa mezclada en donde intervengan la oferta y la demanda, donde las dos partes se interesen en un cambio. En este momento ninguna de esas dos partes tiene un interés para cambiar, es más, creo que de forma muy hipócrita muchísima gente no admite que ve ese tipo de programas cuando en verdad sí los ve. Pero tampoco me gusta la idea esta de caerle a la gente si yo mismo soy un televidente normal y típico que cuando vengo cansado lo único que quiero es ver alguna pelotudez y dormirme.
-Ese mismo snobismo de “yo no miro Ricardo Fort” podría servir un poco para hacer cosas más interesantes, ¿no?
-Hay un snobismo en la tele y está en algunas cosas que pasan en el cable. Hubo un momento de Ciudad Abierta, que ahora Macri descontinuó, bien interesante, Encuentro es un canal interesantísimo donde hay montones de cosas para ver, en Canal 7 se están haciendo cosas distintas, Canal A, Film & Arts…
-¿A qué le decís Ni a Palos?
-A hablar de lo que no sé y a dejar de tenerle afecto a alguien porque piense distinto que yo.
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