Internet, como una puerta abierta, deja entrar y salir todo tipo de información y expresión de sus usuarios, desde las más violentas y procaces hasta las más amorosas y espirituales. El entusiasmo con el que se expresen temores, sueños y pesadillas a través de un medio que había sido imaginado para procesar o intercambiar datos objetivos, se vio alertado de pronto ante advertencias y prevenciones: “Todo lo que Ud. diga podrá ser usado en su contra y convertido en informes útiles para empresas dedicadas al consumo, para espías políticos o abusadores sexuales...”.
¿Cuál es el sentido entonces del creciente fenómeno cibernético que lleva a exponer cada vez más abiertamente no sólo fotos y videos donde lo íntimo queda en exposición, sino también el recuento de los movimientos cotidianos, por más banales que sean, o el detalle de las compras realizadas?
Se puede pensar que esto tiene que ver con nuestra necesidad de trascender la soledad, compartir con otros y sentirse acompañado en épocas de máximo individualismo. Así podría ser en el fenómeno, especialmente en adolescentes, donde, a través de las fotos personales que suben día a día, buscan controlar los cambios que cuestionan su identidad ofreciendo ese espejo a la consideración y comentarios de amigos y conocidos. Pero sospechamos que hay algo más.
En un medio social que se ha transformado en un ojo que mira y busca conocer y moldear las necesidades de los potenciales consumidores, que convierte el sexo y el sufrimiento en espectáculos explícitos para vender, que provoca pánico e inseguridades varias que transforman al otro en un potencial agresor generando aislamiento, surge algo más que una necesidad de reconexión.
El hombre tiene el recurso de transformar en lo contrario aquello que lo asusta y amenaza, y hasta de provocar el placer y la fiesta allí donde se lo empuja a la soledad y la desconfianza, donde acechan el chantaje y la intromisión.
El sentirse expuesto y despojado, el hombre intenta revertirlo en el goce y la diversión de ostentar y enseñarlo todo.
Entonces, se expone y se muestra como lanzando un desafío, como si dijera: “No temo, aquí estoy y éste soy, es lo que tengo, lo que pienso y lo que siento; y no soy sólo yo, somos millones que juntos oponemos, al ojo que no deja de escrudiñar y vigilar, nuestro rostro al descubierto”.
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
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