Por Sibila Camps
El cuco que más intimida a chicas y chicos en la escuela –tanto en la primaria como en la secundaria–, es el mismo en todo el país y se llama matemática.
Es la materia en la que tienen peores resultados , porque muchos docentes –dicen los expertos– no han renovado la manera de enseñarla. Y también es la que adeudan y arrastran más alumnos.
“Sin duda hay una dificultad intrínseca , lo cual no quiere decir que uno esté condenado al fracaso. Es un lenguaje, cuya dificultad tiene que ver con el grado de abstracción, y eso la convierte en algo difícil de aprehender”, reflexiona Pablo Amster, profesor de matemática en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
En el último Operativo Nacional de Evaluación del Ministerio de Educación de la Nación (2007), el 74,9% de los alumnos de 3° grado mostraron un nivel entre medio y bajo en matemática. En 2° y 3° años ya llegaba al 89,7% de los chicos. “ Uno va construyendo el conocimiento de la matemática: cuando se pierde el hilo, es muy difícil volver” , observa Amster. Observa además otro tipo de traba, en “estudiantes que están perfectamente capacitados para entender el tema, pero hay algo desde lo emocional que los obnubila” . Esto explica en parte que matemática haya sido en 2009 la materia con más inscriptos (47.979, el 26,2%) en el Plan FinEs, dirigido a jóvenes que terminaron de cursar la secundaria y deben materias.
¿Qué es lo que más les cuesta? “Para estudiar matemática, el alumno tiene que desarrollar un trabajo intelectual, debe involucrase en una actividad de producción, y el punto de partida es la resolución de problemas –explica Liliana Broncina, especialista en matemática del Área de Evaluación del Ministerio–. Ante una situación nueva, en la que tiene que recurrir a sus conocimientos, muchas veces no puede relacionar con aquel concepto que necesita, o poner en marcha la estrategia que necesita para resolver la situación”.
Otro obstáculo es, precisamente, que “en la clase de matemática hay que trabajar por resolución de problemas ”, y muchos docentes se han formado en la materia con métodos ya perimidos, apunta Graciela Chemello, experta en matemática de la Dirección Nacional de Gestión Curricular.
“Los adolescentes son producto de un momento social, cultural y educativo, y de la escuela que tienen ; les cuesta mucho hacer cualquier tipo de abstracción. Tienen una agilidad y un conocimiento del mundo más mediado, pero por práctica, no por razonamiento”, señala Jorge Ferronato, director del CBC de la UBA, quien ve las consecuencias en los exámenes.
A ese diagnóstico suma “la desarticulación entre los profesores y los programas del secundario, y la matemática que se ve en el CBC”. Para acortar esa brecha se ofrece un curso de nivelación en escuelas de toda la provincia, en el que se anotan miles de jóvenes. Pero no alcanza para revertir otra carencia: las profesiones basadas en la matemática tienen un bajo número de egresados.
Pese a las necesidades del mercado laboral, en 2008 hubo sólo 3.321 graduados en las 12 carreras de ingeniería, 28 en estadística y apenas 8 en meteorología.
Amster propone agregar motivación, mostrar “cómo la matemática está conectada con todo. Uno aprende mecanismos y va adquiriendo herramientas, pero si no logro motivar una pregunta de un chico, no va a servirle de nada”.
DESARROLAR CAPACIDADES
“En la clase de matemática hay que trabajar por resolución de problemas ; pero muchísimos docentes han tenido una formación matemática muy distinta de la que tienen que enseñar”, resume Graciela Chemello, experta en esa materia de la Dirección Nacional de Gestión Curricular del Ministerio de Educación. Hasta hace dos décadas, esa preparación se ha basado “en la trasmisión de conceptos, procedimientos y enunciados, pero no en para qué, ni en cuánto se usa. Los chicos requieren ser formados en desarrollar capacidades , que les permitan emplear la matemática en las situaciones en que la necesiten”.
En los profesorados de primaria hay abundante material didáctico actualizado, pero no así en los de enseñanza media, cuenta Chemello. “Faltan muchos profesores de matemática que enseñen con esta lógica. Lleva un tiempo, y somos un poco difíciles de convencer”, admite.
“Siempre se la utilizó para seleccionar –entre los burros y los inteligentes, entre los que pueden y los que no–, según el resultado estuviera bien o no. Pero detrás de todo error del alumno hay una lógica; lo importante es fundamentar, para que cambie de opinión, y por eso hay que debatir con él. Hay distintas maneras de ver una misma cosa, pero en el debate se puede llegar a una conclusión común”.
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