Está en los expositores más visibles de las cadenas de librerías, con el casi psicodélico Peter Capusotto, el libro, firmado por Diego Capusotto & Pedro Saborido, con ilustraciones de Alfonso Sierra. Está en la televisión pública, con la sexta temporada de Los videos de Peter Capusotto, llena de nuevas perlas de humor del siglo XXI. Está en los cines, con el estreno durante esta semana de Pájaros volando, la delirada película de Néstor Montalbano en que comparte protagónico con Luis Luque. Está diseminado por medio Youtube, red en que los videos de personajes como Bombita Rodríguez, Micki Vainilla, Pomelo o Violencia Rivas acumulan centenares de miles de entradas. Está en los anaqueles de los videoclubes, y en las estanterías de las casas, con las colecciones de videos de sus temporadas televisivas. Está en los canales de cable, con las repeticiones de viejos programas de Cha, cha, cha. Está en los diarios y revistas, que no se cansan de esperar de su parte mejores y más ingeniosas respuestas. Está en la memoria de la radio, en que su programa Lucy en el cielo con Capusottos ya es leyenda. Está en las remeras, que miles y miles de jóvenes pasean por ciudades argentinas con la certeza de llevar puesta una identidad. Y sin embargo, Diego Capusotto sigue peinado igual.
Decodificar por que razones la aventura artística de Diego se ha convertido en los últimos años en una sucesión de pequeños y moderados éxitos que en conjunto conforman un gran éxito es una tarea tan ardua… que casi nadie la lleva a cabo. Tal vez porque el humor no se explica, se disfruta o no, así como las complicidades no se revelan, se ejercen. Pero hay una cosa que está más o menos clara: se trata del triunfo de un modo crítico de ver a los medios de comunicación, gestada en los medios de comunicación, desde una mirada que condensa, sin habérselo propuesto, muchas otras miradas, humorísticas y políticas, que hasta aquí no se habían relacionado entre sí. En la estética de Capusotto y sus varios socios están las tradiciones del grotesco y el absurdo que caracterizaron a varias etapas del humor argentino en el siglo XX, pero también una evidente sátira muy del siglo XXI a la permanente manipulación que los medios electrónicos, y gráficos, concretan de la sensibilidad popular.
Esa mirada, y esto es un asunto generacional que explota de manera descarada en la banda de sonido de Pájaros volando, es necesariamente setentista. Está anclada en un modo de ver el mundo en que gritar ante la llegada de los ovnis a las sierras cordobesas un ¡Viva Perón! no tiene nada que ver con lo que eso hubiera significado en los años ’40, los ’50, los ’90 u hoy. En programas como Cha, cha, cha o Todox2$ la ¿propuesta? era un humor televisivo moderno que no rozaba la arena de la política. Hoy, en todo el accionar de Capusotto y compañía, hay un evidente contenido político. Un punto de vista, para nada partidario, que define con toda claridad socios y aliados, adversarios y enemigos.
Los expertos universitarios, que hoy no atrasan como atrasaban los que esperaron que Tato Bores u Alberto Olmedo murieran para intentar entenderlos, lo dicen con una notoria propiedad: la estética de estos productos culturales consiste en una narración muy llamativa de un momento clave de una sociedad. En los programas de televisión de la dupla Saborido-Capusotto, apunta el politólogo Eduardo Rinesi, “no hay sólo una reflexión más interesante sobre los tiempos que corren, sobre la televisión que se mira y los lenguajes que se hablan (de distintas tribus, incluyendo algunas de ellas que integramos, hablan) en esta sociedad fragmentada, escindida, desquiciada, sino que también hay una percepción muy sutil acerca del modo en que nuestro presente hereda las facetas más dolorosas de nuestro pasado. Hay una reflexión sobre los setenta y sobre la presencia de los setenta en nuestras vidas, hay una reflexión sobre qué hacemos con la guerrilla, qué hacemos con nuestros muertos, sobre qué hacemos con los relatos heroicos del pasado, sobre qué hacemos con nuestro sesentismo”.
Rinesi hace esas precisiones en el prólogo de La sonrisa de mamá es como la de Perón. Capusotto: realidad política y cultura, un libro que recopila una serie de ensayos de profesores universitarios, editado por la Universidad Nacional de General Sarmiento, de la que es rector. El libro representa un avance sobre una postura intelectual definida hace tiempo por Horacio González, actual director de la Biblioteca Nacional, que afirmó en un comentado artículo que la estética de Bombita Rodríguez permitía que Capusotto expusiera “lo obtenido del fondo del mar sin comprenderlo cabalmente”, como una suerte de “candoroso pescador bufonesco”. Hace poco, Orlando Barone contó en televisión que Jacobo Timerman le narró que cuando estuvo detenido-desaparecido notó que los presos festejaban con ironía en el momento en que se cortaba la luz… porque ese día no serían picaneados. Lo hizo para subrayar que también es central cuando nos reímos de algo, desde qué lugar de pertenencia nos reímos, ahora que estamos aprendiendo a reírnos de las tragedias que durante un tiempo prudencial nos fueron tabú.
En ese sentido, subraya la profesora María Pía López, en La sonrisa de mamá…, que la estética de Capusotto constituye un mundo en que se acumulan contradicciones y paradojas: “trabaja con rasgos de la cultura mediática y realiza operaciones típicas de las vanguardias estéticas, realiza una visión paródica del peronismo pero también se burla de las maneras de la cultura juvenil contemporánea; supone un conocimiento amplio de la tradición del rock and roll y al mismo tiempo realiza una crítica lapidaria a sus clichés y manierismos”. En ese punto, hay un link entre lo que ha estado pasando con el mundo Capusotto durante los años del kirchnerismo y el fenómeno mundial de Los Simpson, una suerte de comedia posmoderna llenas de códigos del mundo del humorismo corrosivo estadounidense que impactó en el corazón de las masas internacionales cansadas de consumir las tradiciones ancladas en el humor que comenzó en la era del cine mudo. Pero hay al respecto, otra verdad que decir: que en lugar de seducir a todo el mundo, lo que Capusotto logra, con toda certeza, es dividir a su audiencia. Pudiendo sumar gente con leves retoques en el gusto musical, por ejemplo –lo que sugeriría cualquier gerente de programación de un canal privado de televisión– el programa, y pasa lo mismo con la película, se empeña en machacar con sonidos, figuras y estéticas ancladas en los momentos en que el rock era contracultura, no cultura de masas. Una operación muy tozuda, y al mismo tiempo, muy respetable.
En una vieja cantina del barrio de Villa Urquiza hay una bandera argentina colgada en una pared con una foto de Diego Maradona. La cruza una leyenda, que dice: “Un día le contarás a tus hijos que vos lo viste jugar”. Hace veinticinco años, Luis Alberto Spinetta, escribió en una canción: “Nunca me oíste a tiempo, siempre tuviste miedo”. Es bueno sentirse contemporáneo de la época que a uno le toca vivir, en un mundo repleto de gente que extraña el pasado irrecuperable o sueña con un destino por el que no hace nada. En esta época hermosa, porque todas las cartas están sobre la mesa, Capusotto es el rey del humor. Y que los eunucos bufen, como postuló una vez Roberto Arlt mientras se proponía escribir como quien tira golpes a la mandíbula.
domingo, 22 de agosto de 2010
Y QUE LOS EUNUCOS BUFEN
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