domingo, 14 de octubre de 2012

MARITA VERON: EL CASO QUE ABRIO EL DEBATE

En Tucumán juzgan a trece personas por su secuestro. Su historia le mostró a la sociedad cómo funcionan las redes de trata.

Por Sebastián Hacher        
      
A diez años de haber sido secuestrada, trece personas están siendo juzgadas. Se las acusa de haberla secuestrado y trasladado a La Rioja y varios prostíbulos donde la obligaron a prostituirse. Su búsqueda ayudó a poner sobre la mesa el debate sobre la prostitución y la trata de mujeres. El interés por el juicio fue tal que para presenciarlo se acreditaron 148 periodistas, fotógrafos y camarógrafos, 50 organizaciones entre ONG y organismos del Estado, 26 personas por parte de los imputados –dos por cada uno de ellos– 23 personas del lado de la querella y 88 como público general.
Las audiencias comenzaron con varios pedidos de nulidad presentados por la defensa. “Hicieron seis planteos”, explica a Miradas al Sur Carlos Varela Álvarez, el abogado de la familia de Marita. “Hasta plantearon hacer una pericia psicológica a Micaela, la hija de Marita Verón. Después de un debate de tres horas, la cámara rechazó los planteos de esta gente y que la actitud de los abogados estaba reñida con la ética profesional.”
El martes, con la declaración testimonial de Susana Trimarco, la madre de Marita, comenzará el debate que recorrerá parte de la investigación en la que se sumaron 18 hipótesis que tuvo el caso. “La más fuerte”, dice Varela, “es que fue secuestrada en Tucumán, llevaba a La Rioja y movida entre un lugar y otro. Marita fue vista durante dos años en prostíbulos de la familia Medina. Hay muchos testigos, muchas mujeres recuperadas: prostitutas que ejercían de forma voluntaria y chicas que fueron secuestradas como ella”.
En 2008, gracias en parte al debate que instaló el caso de Marita, fue sancionada la Ley 26.364 que convirtió a la trata de personas en delito federal. Los acusados en el juicio por Marita no serán juzgados con esa ley que fue sancionada después de la comisión de delito. En estos tres años de la nueva legislación, según un trabajo publicado por el portal Cosecha Roja se rescataron más de 2.290 mujeres tratadas para ser explotadas sexualmente (348 de ellas tenían menos de 18 años) y se detuvo a 836 personas. En ese mismo lapso, según el portal, hubo apenas 30 sentencias.
Silvia Chejter, socióloga, profesora de la Universidad de Buenos Aires y autora del reciente libro Lugar común. La prostitución, dice que hasta ahora, a pesar de los avances para reprimir la trata, las políticas son fragmentarias. “Sólo se ven algunas dimensiones y algunos actores del mundo prostibulario”, explica. “En este sentido, una primer respuesta a la ineficacia de las políticas es que éstas se basan en una mirada rutinaria y parcial de la prostitución. Y mientras no tengamos una mirada más realista, explicaciones más acertadas o pertinentes será difícil que los objetivos de las políticas sean alcanzados.”
Para la experta, habría que preguntarse cómo seguir aceptando las relaciones prostituyentes en un mundo en el que a la vez están consagrados formalmente la igualdad sexual y los derechos de las mujeres. “El mundo prostibulario”, dice Chejter, “no está del otro lado de alguna frontera. Es parte de nuestro mundo y en este sentido y en tren de formularnos preguntas que vayan al centro de los problemas, debemos saber si estamos dispuestos a aceptar la generalización de la forma prostitucional de las relaciones humanas. Es decir, si queremos un mundo donde todo pueda comprarse y venderse, incluidos los cuerpos de las personas”.
Si el secuestro de Marita Verón abrió el debate, otro caso –el de Raúl Martins– mostró cómo funcionan las redes de trata de personas desde adentro. Señalado como ex agente de inteligencia y dueño de siete prostíbulos en Buenos Aires, Martins se mudó a México y en muy poco tiempo logró replicar su pequeño imperio. Utilizó los mismos métodos: mujeres engañadas que caen en su red de prostíbulos, coimas a funcionarios y policías, chantajes y hasta videos de altos funcionarios en sus prostíbulos como reaseguro de que nunca actúen contra él.
La periodista Lydia Cacho investigó a Martins y a otros tratantes de blancas. Estuvo cinco años años recorriendo el mundo y el resultado es Esclavas del poder, un libro que no da respiro narrando casos desde Turquía a Cancún, y que sirve para entender que la trata de personas es un problema mucho más complejo y generalizado de lo que el público cree.“La sociedad en general tiende a considerar la trata de niñas y mujeres como una reminiscencia de otros tiempos”, dice la autora en la introducción al libro. “Creíamos que la modernización y las fuerzas del mercado global habrían de erradicarla y que el abuso infantil en los oscuros rincones del ‘mundo subdesarrollado’ habría de disiparse al simple contacto de las leyes occidentales y la economía de mercado. La investigación que sustenta este libro demuestra lo contrario”.
Para pensar el problema de fondo, Chejter propone citar al filósofo George Simmel: “Cada vez que un hombre compra a una mujer con su dinero, un poco del respeto debido a la esencia humana desaparece”.
 
Un avivado
“Señora: puedo encontrar a su hija”
El tipo llamó por teléfono y se hizo pasar por periodista. “Le quiero recomendar un investigador privado”, dijo. “Tiene un dato: su hija está encerrada en un prostíbulo en Misiones.” Esther, la madre de Erica Soriano, no lo podía creer: su hija llevaba un año desaparecida y si bien todas las sospechas apuntaban al ex marido, para la Justicia no había ninguna prueba que lo involucrara. Y, lo que era peor, ninguna pista de qué había pasado con Erica. “Hay una testigo que la vio en un prostíbulo de Misiones”, le dijo el supuesto investigador privado, llamado Pablo Iglesias. Según Esther, el hombre le prometió ir a rescatarla en persona y conseguir a los testigos que resolverían el caso. En total le sacó 9.000 pesos. En parte para solventar supuestos viáticos, en parte para conseguir entrevistas con funcionarios que la hubiesen recibido de muy buena gana. Cuando el periodista que en teoría lo había recomendado se enteró y le avisó a Esther que él jamás recomendaría a un chanta de esa calaña, era tarde. La estafa ya estaba consumada.
 
Fuente: Miradas al Sur

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