miércoles, 31 de octubre de 2012

"TIENE QUE HABER UNA REVOLUCION CULTURAL"

Duilio Pierri, artista plástico indigenista. A poco de haber inaugurado su muestra, El plan, afirma que hace política con su pintura y cree en un arte latinoamericano.
 
Por Leandro Filozof
 
La galería Masottatorres tiene en este momento las paredes blancas y vacías. Todo a la espera de que el arte suceda, se acomode. Faltan las últimas decisiones: dónde va la escultura, cómo distribuir las pinturas, de qué manera organizar el viaje para el visitante. El jueves 18 de octubre se inauguro la muestra de Duilio Pierri, El plan, en conjunto con la muestra de Victoria Gutiérrez 2. Todo enmarcado en el Proyecto 1X1. “Vicky es una alumna mía que agarró a los Sioux que son reinteresantes porque están en rebeldía con el gobierno yanqui”, explica Duilio. Él viene de presentar la muestra ULMEN, El Imperio de las Pampas en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, que se centraba en la llamada Conquista del Desierto. Y ahora narra la historia desde los “perdedores”, los conquistados. La dictadura del dedo-man y sus secuaces mosquitos muestra una invasión política y religiosa en una tierra ancestral de hombres a caballo.

–¿Por qué utilizás dedos y mosquitos?
–Es un imaginario que tengo desde los ’80. No sé bien por qué me apareció en sueños.

–¿Cómo realizás la elección de temáticas de tus muestras?

–Mis muestras tratan sobre la historia del continente americano. Antes el rol del pintor era mostrar la historia. Retomo ese rol desde un lugar donde puedo bucear y reflejar una historia oculta por el roquismo, el mitrismo. Tiene que haber una revolución cultural, no podemos seguir estudiando a quienes destruyeron culturas como si fueran descubridores.

–¿Creés que desde el arte se puede llegar a promover ese cambio?

–Mi método de militancia es la pintura. Sostengo que al programa de estudios de la Argentina hay que cambiarlo; es como que los griegos estudiaran que los turcos los descubrieron. Pasa lo mismo con la historia del arte. Hace poco leí a un tipo que fue rector de la Universidad de La Plata en Artes Plásticas, en épocas de la dictadura. Para él la historia del arte empieza cuando llega un acuarelista pedorro de Francia. Las pinturas de las manos tienen 10 mil años, son de la misma época que las de España. Dicen que en la Argentina no había nada. Hablo con gente que se asombra porque el sistema educativo les enseñó que eso era así. Todo el tema de civilización y barbarie.

–El hecho de remitirte a la historia y a la forma en que se gobernaban las tribus en el pasado, ¿es porque ves ahí la solución?

–Claro. El cacique mapuche Calfucurá no lo desconocía. América es un lugar de mezcla, es un lugar de poca violencia y de paz. Se manejaban con un criterio comunitario, de hecho cuando conquistaron los españoles mandaron tipos para que escriban que acá eran carnívoros y otras mentiras. Los carnívoros eran ellos que no sabían qué plantar.

–En tu muestra anterior, dedicaste una pintura al acampe en Parque Indoamericano.

–Veo el acampe de los Qom o lo que está pasando, y siento que acá falta asumir las raíces. Una crítica que hago es que en el hall de los héroes latinoamericanos está Tupac Amaru pero no Calfucurá. Además, siento un contacto con los cuadros. Antes de esta muestra en los ’80 leí El Matadero (de Esteban Echeverría). Cuando lo leí vislumbré este mundo, vi que la historia estaba tergiversada, oculta, y puse un retrato de Rosas en el Museo Nacional cuando estaba prohibido.

Duilio nació en 1954. Es único hijo de los pintores Orlando Pierri y Minerva Daltoé. Su abuelo materno, además, fue el pintor, escritor y astrólogo Juan José Daltoé. Él no desconoce sus influencias: “Debido a mi familia se abrió una conexión con pintores, escritores, músicos, gente que estaba alrededor del arte. Cuando era chico sostenía esa idea de ser médico o ingeniero. A los 16 años, más o menos, resolví dedicarme a la pintura”. Además, estudió piano y oboe en el conservatorio, también composición en la Universidad Católica, aunque no terminó la carrera. En tercer año fue expulsado del secundario por intentar atravesar por el armario al aula de cuarto: “Era un colegio privado. En una de las paredes y con un grupo de amigos que eran todos músicos, teníamos una banda de rock, fuimos con unos picos y empezamos a hacer un agujero para pasar al aula de cuarto año”. Pero no sólo heredó el arte de su familia, sino también una ideología política: “Eran anarquistas. Mi bisabuelo era un militante importante del anarquismo. Mi abuelo siguió esos pasos y fue gremialista. Pero además mi bisabuelo nació en una carpa en el sur en 1879. De él posiblemente proviene mi origen indígena”.

–¿Participaste de alguna expresión del anarquismo?

–En la Escuela de Bellas Artes, donde rendí un examen para entrar después de que me echaron del secundario, tenía una agrupación anarquista. Estábamos bajo la dictadura de Lanusse, en el ’72, después del Cordobazo. Nuestro movimiento hacía pintadas en la calle, graffitis políticos con frases de Mijail Bakunin. Mi misión en Bellas Artes era como militante anarquista. Ahí hicimos la primera toma de un edificio en la historia de la ciudad de Buenos Aires. Sacamos al interventor de los militares. Después caímos presos. Fuimos sobreseídos. Luego abandoné la política en sentido de agrupación, porque tiene una dedicación exclusiva.

–¿Hay alguna paridad entre esas tomas y lo que pasa hoy en los colegios?

–Ahora que tomaron los colegios lo pensé. Está bueno que tomen los colegios, como dije antes, hay que cambiar el programa de estudios.

–¿Concebís el arte sin ideología?

–El pintor tiene una función ancestral como antena del grupo. Transmite lo que pasa. Y eso es político, en todo el sentido. En mi caso hablo sobre la unidad latinoamericana, la patria grande. Porque viví en Estados Unidos y de algún modo siento que es mi patria, más allá de que son imperialistas. Hay una historia en común entre Estados Unidos y la Argentina, por eso la obra se llama El plan. Se cagaron las cosas, Calfucurá aspiraba a la modernidad, manteniendo las tradiciones y preservando la naturaleza. Por eso creo que Evo Morales es un buen gobernante, y espero un gobernante indígena en la Argentina. Milito para eso.
 
Fuente: Revista Veintitres

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