En las guardias hospitalarias se duplicaron los casos de pibes que llegan en coma por mezcla de alcohol con píldoras de todo tipo.
“Tomamos dos o tres pastillas y después le ponemos unas cinco a la jarra. Al principio te sentís borracho, pero más tarde no sabés ni lo que hacés”. A los 18 años, Darío es uno de los tantos chicos que se plegaron a una moda peligrosa: la de la “jarra loca”, una combinación de alcohol y medicamentos que puede resultar letal. “Estamos atendiendo más del doble de los casos que se registraban hace algunos años en las guardias hospitalarias. Algunos tienen suerte de llegar a tiempo, pero para otros la combinación resulta mortal”, aseguró una fuente del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires.
En el Hospital Ramón Carrillo de la localidad de Ciudadela, dos jóvenes de entre 18 y 20 años ingresaron con una diferencia de 24 horas en estado de coma, luego de participar de una fiesta donde tomaron un cóctel compuesto por bebidas blancas y un medicamento para diabéticos. Otro integrante del grupo fue internado en el Instituto de Haedo con los mismos síntomas. Los tres fallecieron días después.
“La abuela del dueño de la casa donde se había hecho la fiesta era diabética y tomaba una droga llamada glibenclamida, un hipoglucemiante de uso habitual en este tipo de pacientes. Los chicos metieron un blíster con 30 comprimidos dentro de la jarra y la mezcla terminó con sus vidas”, explicó el doctor Rubén García, director del establecimiento. “Este tipo de drogas en combinación con alcohol puede provocar la muerte del paciente, porque producen un shock hipoglucémico, no te llega azúcar al cerebro durante un período prolongado de tiempo, y esto conduce inexorablemente a la muerte”, completó el profesional.
Mezclar bebidas alcohólicas con las “pastillas del abuelo” es un recurso ligado a la oportunidad antes que a la planificación premeditada. “En general, los chicos meten dentro de la ‘jarra loca’ los medicamentos que encuentran a mano en la casa”, explicó a Crítica de la Argentina Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández. “No es que hayan encontrado en los hipoglucemiantes un efecto particularmente alucinógeno sino que fue parte de una prueba que terminó trágicamente, porque ellos están tratando de ver cómo pega la mezcla”, agregó Damin.
Las combinaciones varían según el efecto que los chicos pretendan obtener. “El contenido de la jarra depende mucho de cómo querés que te pegue: si buscás el efecto power, le ponés una de esas pastillas de los que bailan ‘punchi’, una parecida al éxtasis pero que se puede mezclar con alcohol y la combinás con mucho speed y vodka”, describió Diego, otro adolescente que participó de varios encuentros donde se consumieron estas mezclas. Y agregó: “La otra opción es más ‘cabeza’: mezclás alcohol, que puede ser vino con jugo de naranja, con Rivotril o clonazepam y no te acordás nada de lo que hiciste la noche anterior”.
Para los especialistas “es muy importante que los chicos estén informados sobre los efectos nocivos que pueden tener estas mezclas, porque ellos piensan que son inofensivas y no los son”.
En el Hospital Ramón Carrillo de la localidad de Ciudadela, dos jóvenes de entre 18 y 20 años ingresaron con una diferencia de 24 horas en estado de coma, luego de participar de una fiesta donde tomaron un cóctel compuesto por bebidas blancas y un medicamento para diabéticos. Otro integrante del grupo fue internado en el Instituto de Haedo con los mismos síntomas. Los tres fallecieron días después.
“La abuela del dueño de la casa donde se había hecho la fiesta era diabética y tomaba una droga llamada glibenclamida, un hipoglucemiante de uso habitual en este tipo de pacientes. Los chicos metieron un blíster con 30 comprimidos dentro de la jarra y la mezcla terminó con sus vidas”, explicó el doctor Rubén García, director del establecimiento. “Este tipo de drogas en combinación con alcohol puede provocar la muerte del paciente, porque producen un shock hipoglucémico, no te llega azúcar al cerebro durante un período prolongado de tiempo, y esto conduce inexorablemente a la muerte”, completó el profesional.
Mezclar bebidas alcohólicas con las “pastillas del abuelo” es un recurso ligado a la oportunidad antes que a la planificación premeditada. “En general, los chicos meten dentro de la ‘jarra loca’ los medicamentos que encuentran a mano en la casa”, explicó a Crítica de la Argentina Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández. “No es que hayan encontrado en los hipoglucemiantes un efecto particularmente alucinógeno sino que fue parte de una prueba que terminó trágicamente, porque ellos están tratando de ver cómo pega la mezcla”, agregó Damin.
Las combinaciones varían según el efecto que los chicos pretendan obtener. “El contenido de la jarra depende mucho de cómo querés que te pegue: si buscás el efecto power, le ponés una de esas pastillas de los que bailan ‘punchi’, una parecida al éxtasis pero que se puede mezclar con alcohol y la combinás con mucho speed y vodka”, describió Diego, otro adolescente que participó de varios encuentros donde se consumieron estas mezclas. Y agregó: “La otra opción es más ‘cabeza’: mezclás alcohol, que puede ser vino con jugo de naranja, con Rivotril o clonazepam y no te acordás nada de lo que hiciste la noche anterior”.
Para los especialistas “es muy importante que los chicos estén informados sobre los efectos nocivos que pueden tener estas mezclas, porque ellos piensan que son inofensivas y no los son”.
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