Se trata de 8.000 habitantes de los barrios Autódromo y San Bernardo, de Salta.
La ciudad de Salta está enclavada en el corazón de una formación serrana que permite, desde cualquiera de sus puntos panorámicos, apreciar las virtudes por las que los poetas la bautizaron “la linda”. Sin embargo, hace varios años esas alturas son el refugio de miles de familias carenciadas que permanecen lejos de la vista de los turistas que llegan a esas tierras. “Estamos ‘favelizados’, nos falta el mar y ya parecemos Río de Janeiro”, grafica Mario Vega, uno de los referentes de la comisión barrial Túpac Amaru, que pertenece a la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA). Junto a otras 8.000 personas, Vega vive en el barrio Autódromo, ubicado a la vera de la ruta 34, diez kilómetros al noreste de la capital salteña. Los Salvatierra son un amplio grupo familiar liderado por dos jóvenes primas: Lorena, de 28 años, y Cecilia, de 21. Cada una de ellas tiene tres hijos que se mantienen gracias a la pensión que cobran dos tíos discapacitados con quienes comparten el escaso techo de chapa y madera. “Son 520 pesos por mes. Con eso hacemos lo que podemos”, cuenta Lorena mientras revuelve un “guiso” con poca carne y mucha papa que se cocina dentro de una olla quemada por el fuego a leña. “Acá se come una vez por día, nunca cenamos; es muy triste a veces que los nenes se acuesten con dolor de panza por el hambre”, se angustia. Sus tres hijos –de 8, 6 y 4 años– están en “canal 2”. “Así se denomina al estado de desnutrición crónica que padece más de la mitad de nuestros hijos”, cuenta Walter Copa, integrante de la Túpac Amaru, que organizó varios merenderos en el barrio. “Vienen unos 70 chicos todas las tardes, casi todos con un peso y una estatura inferior a la que deberían tener si se hubieran alimentado adecuadamente”, cuenta. Los militantes de la CTA denuncian que no les dan la ayuda social porque no reportan políticamente al gobernador Juan Manuel Urtubey. “No nos están dando los bolsones de alimentos, lo que nos provoca serias dificultades para continuar organizando los comedores”, sostiene Mario Vega, otro de los referentes de la organización social. “Los chiquitos se nos mueren de hambre porque estas familias no tienen ni para tomarse un colectivo y llegar hasta el hospital”, relató.
Del otro lado de la ruta está el barrio San Bernardo, donde unas 700 familias sobreviven bajo condiciones de vida muy por debajo de la línea de pobreza. “Vinieron a vernos los punteros del gobernador para decirnos que nos iban a dar los bolsones si les llenábamos las urnas de votos. Es una vergüenza lo que hacen los políticos, tenemos unos treinta chiquitos desnutridos y ellos de lo único que se preocupan es de que los votemos”, se queja Natividad Lascano, encargada de la copa de leche en el merendero El niño feliz.“En este lugar la pobreza es infinita y los que más la sufren son los chiquitos”.
Del otro lado de la ruta está el barrio San Bernardo, donde unas 700 familias sobreviven bajo condiciones de vida muy por debajo de la línea de pobreza. “Vinieron a vernos los punteros del gobernador para decirnos que nos iban a dar los bolsones si les llenábamos las urnas de votos. Es una vergüenza lo que hacen los políticos, tenemos unos treinta chiquitos desnutridos y ellos de lo único que se preocupan es de que los votemos”, se queja Natividad Lascano, encargada de la copa de leche en el merendero El niño feliz.“En este lugar la pobreza es infinita y los que más la sufren son los chiquitos”.
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