Es tal vez uno de los músicos más queridos en su ambiente y reconocido por su tarea solidaria. Él dice que ayudar le alivia la vida, le quita el lastre de concentrar las miradas sobre un escenario. Recuerda su primera película, Mundo Alas, filmada con los artistas discapacitados que muchas veces comparten con él escenario.
Fernanda Mainelli.
Jura que infinidad de veces se sentó a pensar por qué lo hace y nunca encontró una respuesta. Repasa su historia personal y no encuentra allí ni un mandato familiar ni una herencia ligada al compromiso social.
Afirma que no hace ningún esfuerzo cada vez que ayuda a alguien, que no busca reconocimiento, que no lucra y que ya no necesita que lo quieran tanto.Recuerda de Mundo Alas, su primera película –que codirigió junto a Sebastián Schindel y Fernando Molnar–, y que es una realidad ficcionada, cuyos protagonistas son artistas con capacidades diferentes que logran cumplir sus sueños, León Gieco intenta meterse en los laberintos de su pasado para entender al hombre en el que se convirtió. Después de la pregunta de manual para empezar la charla acerca de por qué esos chicos y chicas lo eligieron a él, León esbozará, como se podría intuir, razones políticas:
"Todos adhieren ideológicamente a mis canciones, sino, le hubiesen pedido subir al escenario a otro tipo de cantante como Valeria Lynch o Diego Torres. Son pibes que tienen contacto con lo solidario, tocan para otros, se movilizan para ayudar y me vieron a mí como un puente para subir al escenario en diferentes momentos de la vida y distintos lugares, casi como una jugarreta del destino."
–Pero León, mucha gente que piensa igual jamás se junta para llevar a cabo un proyecto. Debe haber otras razones de porqué todos estos artistas te eligieron a vos.
–La verdad es que no lo sé. Pero puedo contarte qué me pasó a mí. Yo me di cuenta de que cuando actué con todos los artistas de Mundo Alas, por primera vez en la Casa de Gobierno, era mucho más fácil para mí tocar con ellos que con mi banda, que está super ensayada. Con Pancho, que no tiene piernas ni brazos y toca la armónica; con Ale Davio, que compone y canta; con Maxi Lemos y Carina Spina, ambos cantantes; con Demián Frontera que baila en su silla de ruedas o con los pintores sin manos que nos acompañan, Antonella Semaán y Carlos Sosa, y el resto, no ensayamos nunca. Cada vez que vamos a tocar juntos los llamo y les digo qué vamos a hacer y punto; y si bailan tango los chicos de Amar, que son pibes con síndrome down, hacemos un tango. Todo se ensambla naturalmente, sin hacer esfuerzo y yo soy uno más.
Hace mucho tiempo que no me sentía uno más, siempre tuve el compromiso de ser León Gieco con su banda. Todo el mundo siempre me mira a mí y esta es la primera vez que siento que el público ya no me mira y eso me relaja.
–¿Estás cansado de que todos te miren?
–Un poco sí, porque no soy tan atractivo como para que me miren y además no entiendo qué tiene de atractivo mirar a una persona que canta. Por eso siempre pongo una pantalla atrás para pasar videos ¡Vamos, no soy Elvis Presley! porque si al menos bailase como él o como Sandro cuando era joven, vaya y pase.
–¿Pensaste qué te pasa con la mirada de los otros?
–Me da un poco de pánico.
–Bueno, vos sufriste pánico en un época.
–Durante un período de siete meses en el año 96. Pero como no sé por qué vino ni cómo se fue, tampoco sé si va a volver y siempre estoy esperando que el pánico vuelva.
–Además de ese período de siete meses, ¿habías tenido algún episodio anterior?
–Con el tiempo, haciendo un inventario, recordé un recital en San Genaro, en donde estaban mi papá, mi mamá y mi hermana en la platea y sentí algo muy fuerte porque me vieran tocar. Es que, en realidad, mi mamá y mi papá me prepararon para ser un artista. Sin tener ellos ninguna preparación en la música, desde que yo era chiquito mi mamá atendió a un artista, me conseguía las botitas, las bombachas, la charretera para bailar folclore y se ponía feliz cuando le decían lo bien que bailaba su hijo. Mamá me miraba todo el tiempo y me decía: "Vos sos un artista". Entonces, el primer suceso fue ese día que estaba mi familia en la platea. No sabía lo que era, pensé que la batería me había aturdido, tuve un lapsus, miré al tecladista para que me dijera la letra y en qué canción estaba y volví a enganchar. Pasaron varias semanas, voy al programa de Juan Alberto Badía donde intuí que me iba a perder en las letras así que le pedí a mi manager que me anotara “La colina de la vida”, “El fantasma de Canterville” y “Sólo le pido a Dios” y me sentí muy seguro.
Esos fueron los primeros indicios, hasta que un día, antes de viajar a los Estados Unidos para grabar "Los Orozco", me volvió a pasar el ataque con taquicardia, al día siguiente viajé y cuando llegué me interné en una clínica. Me diagnosticaron el panic attack. Fue en el 96 y nunca más volvió, pero cada tanto, si viene un avance, me calmo con un cuarto de Rivotril.
–¿Esto te pasó alguna vez tocando con los músicos de Mundo Alas?
–Vos sabés que eso es lo loco: jamás. Es eso de que no siento la presión de la mirada del público.
–Parece que funciona como un antídoto para el pánico.
–Lo podés analizar desde ese punto de vista o desde cualquier otro. Pero lo cierto es que con ellos hago un espectáculo que no me lleva ningún compromiso ni el más mínimo tiempo. Cuando me llamaron para invitarme al último festival de Cosquín les dije que no podía porque no tenía tiempo de preparar algo especial. Pero los organizadores me insistieron tanto y ahí dije "chau, Mundo Alas". Los llamé a todos y los convoqué para que nos juntásemos a las dos de la tarde para probar sonido y tocar a la noche. Nos cagamos de la risa y todo el público se emocionó y lloraron, algo que sucede siempre con la película.
–¿Por qué creés que se emocionan?
–Creo que la gente llora porque le da impotencia pensar en cuánto esfuerzo tonto hizo quejándose por pelotudeces, se preguntan cómo este chico puede ser tan feliz en una silla de ruedas o por qué este otro pibe que pintaba para ser un gran deportista ahora baila hermosamente en su silla y le encontró la vuelta para que lo aplaudan 60 mil personas. Y además, Panchito, sin brazos y sin piernas, grabó tres discos propios y grabó y actuó tocando la armónica con La Bersuit, La Renga, Los Piojos, Iorio y conmigo.
Afirma que no hace ningún esfuerzo cada vez que ayuda a alguien, que no busca reconocimiento, que no lucra y que ya no necesita que lo quieran tanto.Recuerda de Mundo Alas, su primera película –que codirigió junto a Sebastián Schindel y Fernando Molnar–, y que es una realidad ficcionada, cuyos protagonistas son artistas con capacidades diferentes que logran cumplir sus sueños, León Gieco intenta meterse en los laberintos de su pasado para entender al hombre en el que se convirtió. Después de la pregunta de manual para empezar la charla acerca de por qué esos chicos y chicas lo eligieron a él, León esbozará, como se podría intuir, razones políticas:
"Todos adhieren ideológicamente a mis canciones, sino, le hubiesen pedido subir al escenario a otro tipo de cantante como Valeria Lynch o Diego Torres. Son pibes que tienen contacto con lo solidario, tocan para otros, se movilizan para ayudar y me vieron a mí como un puente para subir al escenario en diferentes momentos de la vida y distintos lugares, casi como una jugarreta del destino."
–Pero León, mucha gente que piensa igual jamás se junta para llevar a cabo un proyecto. Debe haber otras razones de porqué todos estos artistas te eligieron a vos.
–La verdad es que no lo sé. Pero puedo contarte qué me pasó a mí. Yo me di cuenta de que cuando actué con todos los artistas de Mundo Alas, por primera vez en la Casa de Gobierno, era mucho más fácil para mí tocar con ellos que con mi banda, que está super ensayada. Con Pancho, que no tiene piernas ni brazos y toca la armónica; con Ale Davio, que compone y canta; con Maxi Lemos y Carina Spina, ambos cantantes; con Demián Frontera que baila en su silla de ruedas o con los pintores sin manos que nos acompañan, Antonella Semaán y Carlos Sosa, y el resto, no ensayamos nunca. Cada vez que vamos a tocar juntos los llamo y les digo qué vamos a hacer y punto; y si bailan tango los chicos de Amar, que son pibes con síndrome down, hacemos un tango. Todo se ensambla naturalmente, sin hacer esfuerzo y yo soy uno más.
Hace mucho tiempo que no me sentía uno más, siempre tuve el compromiso de ser León Gieco con su banda. Todo el mundo siempre me mira a mí y esta es la primera vez que siento que el público ya no me mira y eso me relaja.
–¿Estás cansado de que todos te miren?
–Un poco sí, porque no soy tan atractivo como para que me miren y además no entiendo qué tiene de atractivo mirar a una persona que canta. Por eso siempre pongo una pantalla atrás para pasar videos ¡Vamos, no soy Elvis Presley! porque si al menos bailase como él o como Sandro cuando era joven, vaya y pase.
–¿Pensaste qué te pasa con la mirada de los otros?
–Me da un poco de pánico.
–Bueno, vos sufriste pánico en un época.
–Durante un período de siete meses en el año 96. Pero como no sé por qué vino ni cómo se fue, tampoco sé si va a volver y siempre estoy esperando que el pánico vuelva.
–Además de ese período de siete meses, ¿habías tenido algún episodio anterior?
–Con el tiempo, haciendo un inventario, recordé un recital en San Genaro, en donde estaban mi papá, mi mamá y mi hermana en la platea y sentí algo muy fuerte porque me vieran tocar. Es que, en realidad, mi mamá y mi papá me prepararon para ser un artista. Sin tener ellos ninguna preparación en la música, desde que yo era chiquito mi mamá atendió a un artista, me conseguía las botitas, las bombachas, la charretera para bailar folclore y se ponía feliz cuando le decían lo bien que bailaba su hijo. Mamá me miraba todo el tiempo y me decía: "Vos sos un artista". Entonces, el primer suceso fue ese día que estaba mi familia en la platea. No sabía lo que era, pensé que la batería me había aturdido, tuve un lapsus, miré al tecladista para que me dijera la letra y en qué canción estaba y volví a enganchar. Pasaron varias semanas, voy al programa de Juan Alberto Badía donde intuí que me iba a perder en las letras así que le pedí a mi manager que me anotara “La colina de la vida”, “El fantasma de Canterville” y “Sólo le pido a Dios” y me sentí muy seguro.
Esos fueron los primeros indicios, hasta que un día, antes de viajar a los Estados Unidos para grabar "Los Orozco", me volvió a pasar el ataque con taquicardia, al día siguiente viajé y cuando llegué me interné en una clínica. Me diagnosticaron el panic attack. Fue en el 96 y nunca más volvió, pero cada tanto, si viene un avance, me calmo con un cuarto de Rivotril.
–¿Esto te pasó alguna vez tocando con los músicos de Mundo Alas?
–Vos sabés que eso es lo loco: jamás. Es eso de que no siento la presión de la mirada del público.
–Parece que funciona como un antídoto para el pánico.
–Lo podés analizar desde ese punto de vista o desde cualquier otro. Pero lo cierto es que con ellos hago un espectáculo que no me lleva ningún compromiso ni el más mínimo tiempo. Cuando me llamaron para invitarme al último festival de Cosquín les dije que no podía porque no tenía tiempo de preparar algo especial. Pero los organizadores me insistieron tanto y ahí dije "chau, Mundo Alas". Los llamé a todos y los convoqué para que nos juntásemos a las dos de la tarde para probar sonido y tocar a la noche. Nos cagamos de la risa y todo el público se emocionó y lloraron, algo que sucede siempre con la película.
–¿Por qué creés que se emocionan?
–Creo que la gente llora porque le da impotencia pensar en cuánto esfuerzo tonto hizo quejándose por pelotudeces, se preguntan cómo este chico puede ser tan feliz en una silla de ruedas o por qué este otro pibe que pintaba para ser un gran deportista ahora baila hermosamente en su silla y le encontró la vuelta para que lo aplaudan 60 mil personas. Y además, Panchito, sin brazos y sin piernas, grabó tres discos propios y grabó y actuó tocando la armónica con La Bersuit, La Renga, Los Piojos, Iorio y conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario