Cómo la dictadura uruguaya persiguió y vigiló a los artistas argentinos. Documentos recién desclasificados muestran la obsesión de los servicios de inteligencia charrúas con Luppi, Sabato, Aleandro, Mercedes Sosa y China Zorrilla.
Por Ernesto Tulbovitz (desde Montevideo)
El Profesor Picafeces era el protagonista de una tira de la célebre revista Humor, que dirigía Andrés Cascioli, fallecido hace pocos días. Ese peculiar profe siempre tenía una serie de latiguillos verbales difíciles de olvidar. “Gente que piensa feo” era uno de ellos, una metáfora que quizá calce perfecto para tratar de entender por qué la dictadura uruguaya, además de las tareas propias con sus connacionales –terrorismo de Estado, desaparición, tortura, muerte, censura y seguimientos– ubicó como sujetos peligrosos a China Zorrilla, Federico Luppi, Mercedes Sosa o Norma Aleandro cuando visitaban Montevideo para actuar, o cuando algún uruguayo desafiaba con verlos o escucharlos.Por suerte para la historia y para bienestar de la memoria, los funcionarios –“tiras” en la jerga uruguaya– de la Dirección Nacional de Información de Inteligencia (DNII) no pensaron que la obsesiva ridiculez de sus notas contribuiría a entender cómo opera una dictadura. Todo lo documentaron, todo lo escribieron. Claro, había gente que pensaba “feo” y era preciso que algún día los uruguayos lo supieran. Precisamente, una nueva investigación documentó los crímenes cometidos durante la dictadura y la vigilancia a que fue sometida toda la población. Libros, películas, pintura y música –subversivos en potencia– eran escrutados con pertinaz detenimiento.Los facsímiles que publica Veintitrés son parte del material al que accedieron dieciocho investigadores coordinados por el historiador Álvaro Rico, en el marco de un proyecto del Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos (CEIU), de la estatal Facultad de Humanidades y Educación. El trabajo, difundido hace algunas semanas, se titula Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985) y se reparte en tres tomos que suman 2.080 páginas. Al mismo tiempo, en la Argentina, el Comfer puso a disposición del público archivos de la etapa 1976-1983 donde figuran listados de canciones y artistas cuya difusión estaba prohibida por la última dictadura.
La China, la Negra y Sábato. En los primeros días de septiembre de 1975, la amenaza para el gobierno del hoy procesado dictador Juan María Bordaberry parecía tenía apodo: “La China”.
Por eso, “en conocimiento de que la actriz China Zorrilla, quien según se registró en el Memorando Operacional, poseía antecedentes en el Departamento 3 de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, actuaría en la sala 18 de Julio del Teatro El Galpón, se dispuso la siguiente investigación”.“El Jefe de Policía de Montevideo ordenó que se averiguara el contenido de las obras que se llevarán a cabo en dicho teatro. En consecuencia se concurrió a la mencionada sala entrevistando al gerente Manuel Yamandú Solari García (...) que posee anotaciones en el Departamento 3, quien expresó que China Zorrilla actuará los días 9, 10 y 11 del corriente en el horario comprendido entre las 20.30 y las 22.30 llevando a escena tres monólogos los que no tienen significación política. El primer acto titulado ‘Voz Humana’ de Jean Coteau (sic, es “Cocteau”), relata el desenlace trágico de una pareja que luego de veinte años de vida común se separa, el segundo acto ‘Perdón número equivocado’ de Fleur, es la historia de una mujer inválida la que tiene conocimiento de que la quieren asesinar para recibir su herencia. El tercer acto, ‘Pobre señora Smith’, de Rol Cowar (por “Noël Coward”), comedia sobre la actitud a asumir de una mujer luego de la pérdida de su esposo y la posterior consulta a amigas sobre si debe llevar el luto”.El informe del literato policial es categórico a la hora de la conclusión: “Cabe señalar que pese a los anuncios previos, no se realizó, desconociéndose el motivo se ampliará”, dice.Los discos de vinilo de Mercedes Sosa, no sólo ella, fueron objeto de vigilancia y destrucción en Montevideo. Según consta en un Memorándum Operacional de mayo de 1976, “de acuerdo a lo ordenado por la superioridad, el señor subcomisario A. Costábile concurrió a la productora de discos Palacio de la Música, casa central, en la avenida 18 de Julio y Paraguay, entrevistando al señor gerente quien manifestó que el disco de Mercedes Sosa Dedicado a Violeta Parra fue sacado a la venta hace unos seis meses, correspondiéndole el número 47035. Dijo además que la Casa Central comunicó a todas sus sucursales y a los clientes (...) que todos los ejemplares del disco en cuestión fueron retirados de la plaza hace aproximadamente seis a ocho meses los que se destruyeron y se empastaron no quedando ninguno en el depósito. Enterado el Sr. Director dispuso que en la tarde un funcionario procurara un ejemplar en una disquería céntrica”. Solvencia y ejecutividad para evitar que los tocadiscos uruguayos sonaran con “La Negra”.En septiembre de 1977, Abbadón, el exterminador, la novela de corte autobiográfico que Ernesto Sabato escribió en 1974, se transformó en algo digno de temor. “Atento a lo dispuesto por la superioridad, y mientras se estudia el contenido del libro arriba indicado y se expiden al respecto las autoridades respectivas, se procedió a la incautación provisoria de 10 ejemplares en la Editorial Medina”, señala el parte de novedades de la DNII.
Seguimientos a Luppi y Norma Aleandro. Pasada la mitad de agosto de 1976, a través de la carpeta Nº 420 del Ministerio del Interior “se da cuenta que estaría viviendo en nuestra capital la actriz argentina Norma Aleandro”. Semejante dato ameritó “las siguientes averiguaciones” policiales. En primer lugar, “se concurrió a distintos Hoteles de primera categoría de nuestra plaza con resultado negativo”. Luego “se concurrió al domicilio del actor Mario Morgan, de viaje por Europa” y por último “fue buscada la lista de pasajeros (entrados) desde 5 días a la fecha”. La falta de pistas movió a los agentes de Inteligencia a entrevistar en el Teatro Solís a la actriz Estela Medina.Según los agentes, Medina “informó que la actriz Norma Aleandro se encuentra con su esposo en Punta del Este en un chalet” propiedad de un conocido y “expresó que cuando regrese del Este pasará a vivir con ella, en la Avenida Uruguay, 1388, ap 504. La señora Aleandro regresa el jueves 23 y ese día será entrevistada por personal del Departamento. Se ampliará”, consigna el certero reporte del Departamento 2 de la DNII.Consultada por Veintitrés, la actriz –que huyó de Buenos Aires tras dos bombas, una en el teatro donde actuaba, y otra en su casa, más un ultimátum para que abandonara el país– relató el episodio: “Un comisario y un subcomisario aparecieron y me interrogaron, sin exagerar, durante cuatro horas. Me preguntaban por qué me habían puesto la bomba, y mi respuesta era: ‘Eso me estoy preguntando yo’. No pertenecía a ningún partido y estaba en desacuerdo con los métodos de la guerrilla y también con los del gobierno de Isabel Perón. Pero había dicho en reportajes lo que nadie decía: que desaparecía gente desde el gobierno peronista, y no le gustaba a nadie”.Tardó un año en conseguir el pasaporte para poder viajar a España con su familia. En ese tiempo, Aleandro vivió en casas prestadas. “Teníamos mucho miedo –dijo–. La situación era absolutamente incontrolable para nosotros. Los servicios argentinos y uruguayos eran una sola cosa. Todo lo que hacía estaba registrado y pasaban la nota acá, y viceversa. Un hombre joven, que todos sabían era de los servicios, me seguía a todas partes como un perro faldero. Eran torpes, pero cuando estás en una situación tan grave, no te parecen tan torpes.” El único alivio le llegó de manos a las que hoy agradece su coraje: “Amigos como el director Mario Morgan, la familia Reino, dueña del teatro Circular, donde hice Una vez al año, el crítico del diario El País Jorge Abbondanza, y la familia fundadora del diario, los hermanos Scheck, que son como los Mitre en Argentina, y tenían el teatro Del Centro. Cuando me fui a España, ellos me dieron un documento diciendo que era periodista del diario. Esos actos heroicos en momentos siniestros, hoy es difícil imaginarlos”.El 14 de agosto de 1980, los espías de la dictadura confeccionaron un parte con particular esmero. Es digno de reconocer que la asociación de ideas era parte de su operativa: el documento oficial así lo demuestra.
“En conocimiento de que en nuestra capital se encuentra oficiando representaciones un actor argentino de nombre Federico Luppi y teniendo en cuenta la información de que el 24 de junio de 1974 un actor de la misma nacionalidad identificado como Federico José Luppi (...) conjuntamente con otros artistas participó de un Festival organizado por el ‘Comité de Solidaridad con el Pueblo Uruguayo’ donde se repartieron volantes de agravio a nuestro gobierno firmados por el ‘Comité de Uruguayos 19 de abril’ y por el ‘Partido Comunista Revolucionario’ y con el fin de aclarar su situación en tal eventualidad se le citó por intermedio de su representante artístico, Sr. Tiberio Roth (...) tomando conocimiento de que el actor de marras había viajado en la mañana de ayer para su país vía Colonia”, dice el escrito.
El valijero y el flan. Dispuestos a frenar la colonización intelectual de la patria, en junio de 1975 un grupo de policías de la DNII interceptó en el aeropuerto de Carrasco una veintena de ejemplares de El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez. Un desafiante vendedor pretendía comercializar esos libros, que traía de Buenos Aires, en Montevideo, pero sucumbió ante el “no pasarán”.Más perspicaz aún estuvo otro de los funcionarios de Inteligencia que resolvió tener iniciativa y desconfiar de un presuntamente inocente aviso televisivo del Flan Royarina. El 28 de marzo de 1977, mientras un sargento de la DNII “observaba en su casa el televisor –Canal 4– en un momento dado, al irradiarse un aviso publicitario del Flan Royarina, durante un tiempo de unos tres segundos antes a la imagen pudo observarse en forma fugaz pero nítida, sin audio, una imagen fija de una figura círculo irregular con una letra T en el medio”. El sargento se trasladó al canal 4 –hoy repetidor en Uruguay de buena parte de la programación de Telefé– y mantuvo una entrevista con el jefe de programación. Este jerarca no encontró explicación para el hallazgo del policía y decidió consultar con otros mandos del canal.“El aviso había sido grabado en Buenos Aires y esa imagen correspondía al logotipo de la agencia de publicidad argentina Walter Thompson no siendo posible eliminarla por causa de que las imágenes de los avisos se proyectan antes que el sonido, o sea que la banda de sonido se graba en la película, varios centímetros después que la imagen, o puede ser viceversa”. El sargento se frustró. Su iniciativa policial comprobó que nada tenía que ver esa letra T con los Tupamaros y sí guardaba relación con la agencia que promocionaba los flanes y postres de sobre que nos preparaba la vieja. Y la vieja, sargento, es lo más grande que hay.
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