lunes, 21 de diciembre de 2009

NO PARA DE CRECER LA VILLA "RODRIGO BUENO", A METROS DE PUERTO MADERO


El asentamiento Rodrigo Bueno tiene 20 años, pero en los últimos siete quintuplicó su población. La mayoría de las casas son de material y se construye para arriba: ya hay viviendas de cuatro pisos.




En el límite de la Ciudad, a pocos metros de la suntuosidad de Puerto Madero y en plena Reserva Ecológica, conviven casi 1.000 familias. Por su ubicación, el asentamiento Rodrigo Bueno es desconocido para la mayoría de los porteños. A la falta de servicios básicos, se le suma en ese lugar el drama de las inundaciones, la fragilidad del suelo (es un relleno hecho a base de escombros) y la cercanía de un cementerio de autos al aire libre, que afecta la salud de sus habitantes. Sin embargo, no hay un plan oficial que contemple a esas personas. Sólo se habla de una erradicación consensuada sostenida en aportes mixtos de privados y del Estado.


El origen de la villa no es preciso, pero supera los veinte años. Hasta la crisis de 2001, las casas eran muy precarias. A partir de entonces, el lugar no paró de crecer. Y comenzaron a levantarse las primeras casas de material, que hoy ya son mayoría. La más alta tiene cuatro pisos y está justo en la entrada. El asentamiento está divido en cuatro "manzanas" y se puede ingresar caminando desde la avenida España, a 50 metros de la fuente de la Nereidas. Tiene una sola entrada donde comienza un pasillo que cambia de aspecto a medida que se avanza: en la primera manzana, el piso es de material y casi no entra luz natural por la superposición de los techos; luego se amplía, comienza a aparecer el barro y ya se sienten los rayos del sol.


Otra manera de llegar hasta la última casa es a través del depósito de autos que está pegado al asentamiento. A primera vista, la convivencia es buena entre los vecinos y no hay zonas peligrosas. Un detalle que llama la atención es la cantidad de verdulerías. La explicación la dan los referentes. "Los puesteros de la Costanera y los camioneros hacen las compras acá adentro", cuentan. El predio, de unas cuatro hectáreas, está "escondido" entre la densa vegetación del lugar, a metros de la laguna de Los Patos. Sus límites están dados por la naturaleza: a los costados, un arroyo y un terraplén (los vecinos dicen que se hizo durante la gestión de Ibarra para que no siga creciendo) y el Río de la Plata de fondo. En 2002, según un relevamiento oficial, vivían 225 familias. El crecimiento nunca se detuvo. En 2005, la única "solución" que encontró el Estado fue pagar subsidios con el fin de erradicar la villa. A través del decreto 1.247, firmado por el entonces jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, se invirtieron $ 3.000.000 en el denominado "Programa de Recuperación de los terrenos de la Reserva Ecológica". Según consta en la Justicia, 160 familias recibieron unos $ 20 mil, pero sólo 59 dejaron el lugar. Esas viviendas se demolieron. Los vecinos lograron que no sean usurpadas y ahora son los únicos espacios vacíos dentro de la villa. La entrega de los subsidios motivó la intervención de la jueza porteña Elena Liberatori. En uno de los dos expedientes que se iniciaron en su juzgado, la Ciudad recibió la orden de proveer agua potable y energía eléctrica. Pero recién ahora el Gobierno porteño parece avanzar en acciones concretas sobre los servicios. "El agua nos llega por un solo caño (que está a la vista de todos) y muchas veces se corta. Y tenemos problemas con la luz, especialmente en invierno", contó el vecino Luis Espinoza. Las casas construidas casi sobre el arroyo conviven con el drama de las inundaciones. Dos veces al año, sobre todo cuando hay sudestada, se llenan de agua. Y los animales de la zona ingresan a las casas. "Hay tortugas marinas, peces y hasta un yacaré del tamaño de un perro hubo que sacar del living de un vecino", reveló Espinoza. El futuro del lugar es incierto. En el Gobierno porteño afirman que "es imposible" su urbanización por las condiciones del terreno y que tiene ser erradicada en base a aportes del Estado y del sector privado. Los vecinos no se ponen de acuerdo, aunque la mayoría optaría por quedarse. "Hay familias que llevan muchos años acá, los chicos van al colegio en San Telmo", opinó Marino Sosa, que lleva diez años en el asentamiento. Pensado en una solución a largo plazo, la jueza Elena Liberatori le pidió al Instituto de la Vivienda (IVC) que realice un censo. Según ese estudio, que se terminó hace dos semanas, actualmente viven en Rodrigo Bueno unas 990 familias (el dato aún no fue incorporado al expediente). Además de argentinos, hay muchos paraguayos, peruanos y bolivianos.

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