martes, 1 de diciembre de 2009

"LA IZQUIERDA NOS HA CONVENCIDO DE QUE EL PLACER ES PECADO"


Eduardo Galeano critica a la izquierda y a los que leyeron "El Capital" y ahora viven de sus intereses. Habla de Honduras y la inercia del imperio de apoyar golpes de estado, y del narcotráfico como excusa para instalar bases militares.


Por Esteban Widnicky


El encuentro no puede ser en otro lado: la ciudad vieja de Montevideo, calles con adoquines, atmósfera de mediodía y un bar con sillas y mesas de madera. Es en el Café Brasilero, donde suele pasar animadas tardes con amigos, periodistas, escritores, gente.Eduardo entra puntualmente a las 2 de la tarde, trae una boina azul, haciendo juego con un pañuelo, y una bolsa con libros. Pide un jugo de naranja y el café Galeano, un invento propio que además de café, lleva crema, chocolate y canela. Me cuenta que el Brasilero fue fundado en 1877 –es el más antiguo de la ciudad–; en él se respira bohemia y nostalgia; un oasis para estos tiempos de puro vértigo. “Quedan pocos sitios como éste. No sé cuánto más pueda subsistir.”El café, símbolo de una ciudad y lugar de encuentro cada vez más difícil de encontrar. He aquí un problema grave: la cultura del mundo actual conduce al desvínculo. Y estos cafés joden a esa cultura. Pertenecen a un tiempo en el que había tiempo para perder el tiempo.


–Se lo ve en tiempos de mucho trabajo.–

Sí, lamentablemente sí. Tengo una vida de pulga de circo, ¿viste las pulgas de los circos que saltan siempre? Y después duermen en una cajita de fósforos. Yo a veces también puedo, pero sí tengo una vida muy ocupada. Es una prueba de la existencia de dios, porque no sé cómo hago pero sí, me las arreglo para encontrar espacios de soledad o para poder trabajar en lo mío, y me cuesta mucho tener tiempo, incluso para perder el tiempo que es algo muy útil en la vida.


–¿Está trabajando en un nuevo libro?–

Sí, estoy escribiendo cosas, ya veremos. Los libros van creciendo dentro de uno, te van escribiendo a vos, de a poco, no le doy órdenes a mis pensamientos, a mis libros, se van armando de a poquito. Cualquier acto de violencia, cualquier imposición es enemiga de la creación porque después lo que sale es bastante ortopédico, artificial, no es verdadero. Lo único que se hace desde arriba son los pozos, y los libros también, crecen desde abajo, desde el fondo de uno, de a poquito. Por ejemplo, yo nunca firmé un contrato que me obligara a entregar un libro, jamás, porque vi lo mal que les iba a algunos amigos que habían echo eso, y después terminaban escribiendo por deber y no por placer, como pasa con los jugadores de fútbol. Empiezan jugando por placer y terminan jugando por deber.


–¿La literatura puede ser una herramienta alternativa de lucha política, social?–

La literatura escrita con intenciones políticas y sociales, o sea, la literatura nacida de las buenas intenciones es, habitualmente, el resultado de muy mala literatura: habitualmente puede haber excepciones, pero en general lo que eso genera es una literatura de parroquia, destinada a los ya convencidos que reciben lo que esperan recibir y, por lo tanto, yo no veo que haya ninguna audacia ahí. Si la idea es hacer algo para cambiar el mundo, lo que implica audacia y coraje, es una literatura muy cobarde porque se dirige a los que ya están de acuerdo con uno; no invade otros territorios, no se lanza a la conquista de otra gente, y eso porque en general es una literatura muy aburrida, la literatura de izquierda en general es aburridísima, es un plomo. Ojala no fuera, pero la verdad es que cuesta leerla, se hace muy cuesta arriba, y tiene una intención pedagógica que de ante-mano genera rechazo cuando viene alguien que te va a explicar cómo es el mundo. Ante eso la reacción que uno tiene es decir: por favor, no me lo expliques, dejámelo vivir.


–Suele apoyar con sus artículos o con su presencia movimientos que intentan resistir, cambiar, denunciar cosas.–

No, yo no hago lo que debería hacer, por lo que ya te dije en las respuestas anteriores, porque yo considero que la vida vivida como un deber se vive muy a contramano, pierde espontaneidad, pierde lo mejor que tiene, que es el placer de disfrutarla. Curiosamente cuando yo participo en estos movimientos que me ocupan buena parte del tiempo, por suerte lo hago sintiendo mucho placer. El placer de la solidaridad es una fuente de placer, que me permite recuperar la certeza de que no termino en mí mismo, no termino en las fronteras de mi propia piel, entonces eso me produce un enorme placer y yo creo que la herencia judeo-cristiana, religiosa, de buena parte de la izquierda del mundo ha terminado por convencernos de que el placer es pecado y que por lo tanto hay que evitarlo en la medida de lo posible, entonces este divorcio de la militancia y el placer me parece que ha hecho mucho daño, porque es un divorcio de la vida, la vida es placentera, aun en las peores circunstancias. No hay noche que no esconda unos cuantos soles.


–¿Que es lo que más dolor, impotencia, le produce en estos tiempos?–

Si te hago el inventario una hora no alcanza la cantidad de cosas que me duelen, sobretodo me duele comprobar cada día que la izquierda es la universalidad de la derecha o sea que algunos de los tipos que mas daño hacen al mundo provienen de la izquierda. Leyeron El Capital y ahora viven de sus intereses. Como por ejemplo Rupert Murdoch, el amo de la prensa, el amo del cine, de la televisión, de todo, el gran propietario de los medios masivos de incomunicación en el mundo. Fue leninista fanático hasta los 27 años, y ahí aprendió lo que sabe, porque claro, mientras unos leían selecciones del Readers Digest, otros leían El Capital y a la hora de competir en el mercado los que leyeron El Capital se comen crudos a los otros porque son los que de veras saben cómo funciona el sistema. Y eso me duele, me duele porque, hasta cierto punto, al mismo tiempo hay numerosos casos en que se recorre el camino inverso, o sea, gente que proviene de las visiones más conformistas de la realidad, los aceptadores del mundo, a veces viven al revés y terminan siendo capaces de rebelión. Capaces de decir no a ese mundo que antes aceptaban sin discusión, o sea que hay de todo en la viña del señor, para un lado para el otro, fuentes de dolor, fuentes de alegría, hay de todo, de todo.


–¿Que lectura haría del hecho de que Hugo Chávez le regalara Las venas abiertas de América latina al presidente Obama?–

Nada, me parece que es un gesto generoso, bien intencionado, lo único que no sé por qué no le dio la edición en inglés que existe hace tiempo, se hicieron 30 ediciones o más en Estados Unidos, para facilitarle la lectura porque Obama no lee español. Igual es un gesto simbólico, lo que significa el gesto es que, bueno, sugerirle a Obama que trate de comprendernos antes de juzgarnos, creo que está bien. Ahora, después, cuando me preguntan sobre el tema, yo vuelvo a decir, Las venas abiertas... fue un libro escrito a fines de 1970, y para mí fue un puerto de partida, no un puerto de llegada, a partir de ahí yo hice otras. Pero bueno, Chávez tiene como una obsesión con Las venas..., y me parece que si le sirve y sirve a los demás, todo bien.


–¿Observa algún cambio en la política norteamericana hacia América latina?–

No, por lo menos no esencial. De todos modos, no sólo en relación con América latina, sino en relación con su política en general, el modo como enfrentó esta crisis feroz recompensando a los culpables, otorgando generosas limosnas a los pobres banqueritos. Y el modo también como enfrenta una crisis que en gran parte es derivada del gasto militar absurdo de esta potencia que no aprende de su propia experiencia, una potencia militar, fíjate que no son sólo las bases en Colombia, hay 870 bases militares de los Estados Unidos en el mundo, es una potencia militar invasora, guerrera, conquistadora, y eso requiere de muchísimo dinero, es una de las explicaciones de esta crisis, el gasto militar gigantesco. Que no tiene contrapartida en el sistema productivo, porque las guerras lo que producen son muertes, y la industria militar es una industria que genera armas, generan guerras, que genera muertes. Entonces cuando Obama aumenta el presupuesto militar, que yo pensé que lo iba a reducir, digo, ingenuamente creí que lo iba a reducir, y en lugar de reducirlo lo aumentó. Él está insistiendo en la idea de que Dios eligió a su país para salvar a la humanidad y lo que yo siempre les digo, ahora estuve en Estados Unidos lanzando Espejos, el último libro, siempre les dije “por favor a mí no me salven, yo no quiero ser salvado”. Esta vocación mesiánica de que ha sido elegido para salvar a los demás, sembró al mundo entero de dictaduras militares, y sobretodo a América latina, por eso le cuesta a veces entender a Obama estos fenómenos raros, un golpe militar en Honduras, no sabe qué hacer, porque no tiene práctica, es un país que hace un siglo y medio viene fabricando dictaduras militares y le falta training para entenderse con las democracias.


–¿Tiene algunas mañas para escribir?–

No, creo que no. Escribo cuando me pica la mano, cuando tengo ganas, digo cuando tengo necesidad de decir. Así, uno aprende el arte del silencio.Escribo en libretitas del tamaño de que dos entran en la palma de mi mano. Ahí voy anotando cosas que escucho, que me dicen, que robo por ahí. La realidad te regala tantas cosas que no hay libretita que alcance.


–¿Usa máquina de escribir u ordenador?–

No, nada de eso, yo aprendí con Juan Carlos Onetti, justamente cuando yo comencé a visitarlo, allá por mis 17 u 18 años. Yo escribía a máquina, ya que hacía trabajos periodísticos más urgentes, no más importantes ni menos, y él me dijo cuando estaba escribiendo un relato, que no pertenecía tanto a un instante, sino que se proyectaba más allá de eso. Me dijo que si yo escribía a máquina me estaba perdiendo uno de los grandes placeres de la vida, que es escribir a mano. Que el placer de la mano que se desliza en el papel, el rumor del lápiz o la lapicera, te lo estás perdiendo, yo no me quiero meter en tu vida, pero deberías probarlo, y de ahí nunca más escribí en la máquina. Lo único que hago ahora es pasar la versión final, por que yo escribo 10 ó 15 veces lo mismo y cuando ya está, lo paso a la computadora.


–Usted decía hace unos años, ante la publicación de El libro de los abrazos, que un autor abraza con sus libros... ¿Se puede pensar como uno de los placeres de la escritura?–

Si el placer más importante es el de la comunión con otro, y creo que sí, cuando un libro es verdadero te dice cosas al oído, te toca. Yo creo que las palabras tienen dedos, dedos que te tocan, y en todo caso habría que preguntárselo a los lectores, si se sienten tocados o no. Yo lo siento dentro que toco a otros, y escribo para otros. Mi gran maestro, el esplendido novelista Uruguayo Juan Carlos Onetti, que tanto me enseñó, cuando yo era muy jovencito de 17 u 18 años yo le llevaba cosas que escribía, y él siempre fue cariñoso conmigo, se porto súper bien, con mucha paciencia, pero a veces se enojaba porque no le gustaba que lo contradijera, y una vez divagando, fumando mirando al techo, y bebiendo vinos de cirrosis instantánea, me decía que él escribía para él, decía yo soy como James Joyce, escribo para un tipo de la otra mesa que se llama James Joyce.


–¿Cómo vive las elecciones de hoy en Uruguay?–

Te diré que me alegró la victoria del Frente, ojala se confirme en la segunda vuelta, y en cambio me dejó muy pero muy triste el resultado de las otras dos elecciones, los plebiscitos que perdimos.Uno proponía la anulación de la ley de impunidad, una ley mamarracha, hija del miedo, que avergüenza nuestra tradición democrática y lastima la dignidad nacional.El otro plebiscito daba derecho de voto, por correo, a la multitud de uruguayos que viven en el extranjero.Ellos suman una quinta parte, o más, de nuestra menguada población total, son en su mayoría jóvenes, expulsados por la falta de trabajo y castigados cuando se les niega el más elemental de los derechos democráticos, el derecho de voto.Ahora, la mayoría de los uruguayos no se ha tomado el trabajo de corregir este error burocrático que identifica la identidad con el domicilio: dime dónde vives y te diré quien eres.


Le voy a hacer una foto frente a un espejo y me gustaría que diga que imagen le devuelve.–

Quién sabe. Quizá dice que puestos frente a frente por el espejo, los edificios parecen cárceles y en la mar resplandece la libertad.Y me quedo con esa frase en mi memoria, que dice en su último libro, Espejos: no sólo se ve uno, sino todos los que estuvieron y los que quieren estar.

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