Por Tomás Eliaschev
En la década del noventa, un hombre irrumpió en la televisión con un estilo surrealista de humor, estilo que llega hasta estos días: Alfredo Casero.La cabeza visible de Cha Cha Cha está de vuelta. Esta vez, no es para adentrarse en los senderos infinitos de la música japonesa, sino para llevar al teatro ND Ateneo a algunos de los míticos personajes del programa que compartió con Diego Capusotto y Fabio Alberti, entre otras personalidades del under. Juan Carlos Batman, el Ratón Juan Carlos y Rolando, el Mono Matemático, son parte de un laboratorio en vivo: Casero reunió una nueva troupe de cómicos por ahora desconocidos (un mecánico de aviones, un poeta, actores no profesionales) con la ilusión de desembarcar, el año próximo, en la televisión: “Me encuentro siempre con los técnicos de América, que se cagaban de la risa, y me dicen que tenemos que volver a hacerlo”, cuenta.
–¿Cómo armaste la nueva troupe?–
Es un secreto, un yeite de carpintero. Son personalidades que vengo siguiendo desde hace muchísimos años. Sé que tienen cosas muy específicas que a mí me dan mucha risa.Cae la tarde en la casa con jardín que acaba de alquilar en San Fernando. Las uñas comidas, el broncodilatador a mano y un nebulizador en la mesa de luz delatan ansiedad ante el nuevo espectáculo, una producción propia en la que se juega todas las fichas: “Hay que encontrar una biología, la forma de entrar en esos mecanismos nerviosos que tiene el espectador en el cerebro y producir una convulsión: la risa”, dice el actor, de 46 años, que suele interpretar personajes dramáticos: su última participación fue en Tratame bien, por Canal 13.
–¿La risa es un vehículo de seducción?–
Siempre. Quien comparte la risa está compartiendo alegría. La risa tiene un peso muy fuerte relacionado con las funciones de tu cuerpo, que es líquido. El líquido es todo: desde tu cerebro hasta tu función sexual. Somos agua en una bolsa de lujo, pero somos agua. Entonces el humor tiene que hacer que ese líquido cambie, camine, brote, se expanda. Tiene que ver con el surrealismo: todo aquello que está por sobre la línea del horizonte, que es imposible de entender. Es como que yo te espere acá, flotando: vos no lo vas a poder entender. Salvador Dalí propendía a la risa.
–¿Cómo se adaptan los personajes de Cha Cha Cha a esta época? ¿Cómo es ahora el Batman antiimperialista que enfrentaba a Superman y tocaba el bombo?–
Hay algo nuevo: nunca presenté personajes de Cha Cha Cha en el teatro. De Juan Carlos Batman, te puedo decir que es peronista. Nada en este país puede no ser peronista. La única realidad que hay es el peronismo. De Narváez es peronista (se ríe maléficamente). Si Perón fuera Buda, todos tendrían que actuar como él, por “el amor y la igualdad”, como dice la marcha. Ahora, los aconteceres políticos que hay para poder lograr eso... (suspira) son tan humanos que hacen naufragar todo.
–¿El peronismo es omnipresente?–
De lo único que vos podés hablar es de peronismo, porque radicalismo no hay más después del Chupete De la Rúa. Está Cobos, que es peor. Tengo una mala imagen de ese tipo que dice “mi voto no es positivo” en vez de “es negativo”. ¿Qué habrá querido ganar? Ponerle vaselina a la chota. Ya esa frase lo mató. ¿Qué político puede ser un tipo que dice esto? Está bien que en este país cualquiera puede ser presidente. Pero sería una pena que sea cualquiera de los que están dando vueltas.
–¿Qué te parece Cristina?–
Soy reticente a hablar de los presidentes. Vos podés no tener respeto por las instituciones. Pero no podés no respetar lo que el pueblo dictaminó. El pueblo dijo que esta es la presidente y no su marido, como si el país fuese una despensa y él sale a contestar en lugar de su mujer. Ahora, si vos te reís del presidente, como Tinelli, después termina gente muerta, porque voltean un gobierno si quieren.
–¿Algunos medios exceden esos límites?–
La política, y los medios, son como cuando en el barrio te quiere fajar uno: podés dar toda una vuelta para no encontrártelo o podés ir directamente a que te caguen a trompadas. Todo el mundo sabe por qué tal diario dice las cosas que dice. Pero llegar a eso entre nosotros le quita seriedad no solamente a la presidenta, sino al país.
–¿Vos no corriste ese peligro al hacer a Gilberto Manhattan Ruiz, la parodia de un ministro de Economía?–
No era una parodia, era él. No hice alusión a Cavallo, sino que hablaba exactamente como Cavallo. Lo que decía era muy claro: “Yo voy por la gloria, a mí no me importa la guita, ni chorear”. ¿Qué hizo el país en su momento? Cuando se armó el quilombo, cayó todo y dijeron “que se vayan todos”, y rajaron al que tenía que arreglar el quilombo.
–¿El tema “Bailando en la Sociedad Rural”, que volvés a cantar en el teatro, toma un nuevo significado a raíz del conflicto entre campo y gobierno?–
Ahora la gente opina de la Sociedad Rural, antes iba a ver vacas ahí, no tenía una potencialidad política. Yo iba y miraba vacas. Ahora voy y veo si hay algo barato para comprar.
–¿Sos productor rural?–
Tengo una chacra en San Luis de cien hectáreas en un lugar donde la tierra es muy barata. Produzco alfalfa para venderles a los chacareros.
–¿El conflicto te afectó?–
No sé de qué se trata. Lo que lamento es ver en muchos lugares la tierra hecha mierda: los agroquímicos son la muerte. Le sacan los nutrientes a la tierra.
–¿Te preocupa estar en armonía con la naturaleza?–
Primero con las personas. Si no, vas a terminar como esos hippies viejos tomando té y prendiendo sahumerios en tu casa cerrada. Primero tenés que ver la gente: mi compromiso tiene que ver, más que nada, con las personas.
–¿Qué era la revolución vaporesiana de la que hablaban en Cha Cha Cha?–
Una revolución pequeña y feliz: desde la nada, sin ningún interés en decir nada, apareció un nuevo tipo de humor, una forma diferente de conexión, que tiene que ver con lo que fue Cha Cha Cha.
–Hay varios mitos alrededor de las grabaciones del programa…
–Está el mito de que vivíamos de pastillas, o locos de faso: no lo podíamos hacer, no se estilaba, no nos daba el cuero. A mí, la marihuana me produce tranquilidad, alegría, y después caigo en una especie de momia: no me puedo mover y me como todo. O sea, no me serviría para trabajar. A los 12 años empecé a fumar. Después dejé porque me sentía mal. Y ahora fumo faso si me quiero tirar a rascarme las bolas. No me gusta el alcohol para nada. Tomé merca dos veces en mi vida. La primera no sentí nada. La segunda, me agarré una hepatitis fulminante. Estaba en una quinta. Llegué a mi casa y caí, pum, no me podía mover, hasta que vino la ambulancia.“Yo le presto mucha atención a mi cabeza –continúa–, y a lo que las drogas provocan en la química corporal. Ahora cualquier problema que tenés, no vas a un psicoanalista y lo hablás: vas a un psiquiatra, te recomienda un Prozac, y andá a tu casa. Y vos no sabés cómo va a funcionar dentro de un tiempo. La modernidad nos ha llenado de epidemias nuevas y también de remedios nuevos”. El peor costado de esa modernidad es lo que denomina “el nihilismo”.
–¿Por qué?–
El nihilista es aquel que destruye todo lo bello que el hombre haya hecho. El que, cuando aparece una chica muy linda en la tele, automáticamente dice que es puta, botinera, que se la cogen todos. Es un gran movimiento que tiene que ver con la ignorancia y la brutalidad berreta del país. Ni siquiera podemos ponernos todos de acuerdo para que gane Argentina: la mayoría está esperando a ver si se la ponen a Maradona porque le tienen bronca. Hoy, todos lo que tendrían que estar señalando esto, están muy encarajinados en hacerse los montoneros.
–¿A qué te referís?–
A esta cosa montoneril que tiene el Gobierno. Y yo sé lo que fue eso: la guerrilla era gente que chumbaba a los milicos. Y los milicos los hicieron mierda. Fue la locura más grande que existió. Gente joven que entregaba la vida porque creía en tipos que levantaban el dedo y decían “vamos, vamos”. Después, los terminaron matando.
–Tal vez encontraban una forma de belleza en entregar la vida por un ideal.–
La locura no es la belleza. Ahí es donde te comiste exactamente el póster del Che: la boina con la estrellita roja.
–¿Qué te provoca la idea del Palito Ortega montonero de Capusotto?–
¡Ja! Fue una época de mierda, pero la gente ahora se ríe de eso: es una forma de liberar. Me encanta el programa del “Capu”, me cago de la risa
Recuerdo un sketch donde vos hacías del empresario Ojete y Capusotto del delegado Antúnez...–¿A vos te parece que eso reflejaba una crítica social, o era un hijo de puta que se cagaba de la risa?–
Y, hay varios empresarios que se parecen a Ojete...–Era un chiste: mi idea nunca fue tocar la realidad. Eso podía ocurrir en cualquier parte del mundo. Es lo quiero decir con esto de los nihilistas y los montoneros: tiene que haber una realidad para adelante, no puede haber una realidad para atrás. Hay que inventar algo nuevo.
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