Por Miguel A. Semán
La foto fue tomada desde arriba, casi seguro desde la ventana de un primer piso. Un patrullero, dos policías y un chico en zapatillas, pantalones cortos y buzo rayado. Sabemos, lo repitieron los noticieros durante todo el día, que el chico tiene 9 años. También nos enteraron de que con una botella rota amenazó a una mujer con lastimar a su hija si no le daba plata. La mujer gritó, lo empujó y el pibe de la botella y otro de 14 años salieron corriendo. Poco después un patrullero los encontró y los llevó a la comisaría de Melchor Romero. En ese momento, justo cuando bajaban, alguien capturó la imagen desde arriba. Uno de los policías parece que mirara de reojo al fotógrafo. El otro lo mira al pibe que tiene la cabeza tapada.
Están quietos, como si alguien les hubiese ordenado que se detuvieran ahí. El pibe no sabe lo que pasa, pero parece intuir que lo están enmarcando, que lo exhiben como un fenómeno. Se lo nota tenso, los puños cerrados, la bronca contenida. La foto se adueña de la vergüenza, de la pena, hasta de la furia que crecerá mañana, pero no nos cuenta nada del pasado. No tiene historia. Y con la historia se lleva toda posibilidad de comprender.Todos venimos de alguna parte. Todos tenemos algo que contar sobre nosotros mismos, pero la imagen no nos deja acercarnos. Nunca podrá decirnos por qué. De dónde viene, hacia dónde va. Cómo puede ser que en nuestras enormes fábricas de placeres no sepamos qué hacer con el dolor de un pibe.Después de la foto el chico entró en la comisaría y el Fiscal ordenó su restitución a los padres. Como le gusta decir a tanta gente: entró por una puerta y salió por la otra. Pero la puerta de entrada conducía al calabozo, la de salida daba exactamente al otro lado de la foto.
Los padres no aparecieron y el pibe debió esperar varias horas hasta que otros familiares vinieron a buscarlo. El fotógrafo no capturó esa imagen. Era menos impactante que la anterior. No había patrullero ni policías. Sólo un pibe de espaldas y un tío, un abuelo, una persona cualquiera caminando a su lado, hacia ninguna parte.
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