Por Alfredo Grande
El 10% más rico gana 26 veces más que el 10% más pobreLa desigualdad social volvió al nivel de 2001Según la Encuesta Permanente de Hogares que volvió a difundir el INDEC, hay unos 5,5 millones de trabajadores que no acceden a la canasta básica.El 10% más rico de la población gana 26 veces más que el 10% más pobre. La situación de los sectores más desfavorecidos mejoró en comparación con 2003, aunque la brecha se mantiene en los mismos niveles que en 2001. Después de crecer durante cinco años a tasas chinas, 5,5 millones de trabajadores ganan menos de mil pesos mensuales y no tienen ingresos suficientes para acceder a la canasta básica. El INDEC volvió a publicar la información sobre la distribución de la riqueza después de más de dos años. El organismo dejó de difundir estas cifras el segundo trimestre de 2007 por considerar que presentaba fallas metodológicas.La brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre se achicó desde 2003 hasta 2009. El decil más privilegiado ganaba 33,2 veces más que el 10% más pobre en 2003. La distancia se achicó hasta 26,2 veces en el segundo trimestre de este año.Según la información que difundió el INDEC, el 10% de los trabajadores más pobres (1,3 millones) gana en promedio $ 216 por mes. El siguiente grupo, de 1,3 millones, percibe ingresos por $ 488 mensuales. Mientras que el 10% más rico recibe un salario medio de $ 5.669 mensuales, con personas que ganan más de $ 180 mil. El sueldo promedio del país es de 1.726 pesos. El INDEC estimó que una familia de cuatro integrantes necesita $ 1.045 para no ser considerada pobre. Así, los 5,5 millones de trabajadores que ganan menos de mil pesos mensuales no alcanzan a adquirir los alimentos y los servicios básicos.(Diario Crítica de la Argentina 05/12/09)
(APe).- Cada época tiene la marca del icono que se merece. La revolución cubana la foto del Che con su boina calada. La revolución bolchevique la imagen de Ilich Ulianov (Lenin) agitando a las masas. La conquista de nuestro desierto la efigie del ángel exterminador Julio Argentino Roca. El 17 de Octubre a Juan Domingo Perón saludando desde el balcón de la Casa Rosada. La rendición democrática el Alfonsín de las felices pascuas. El remate de las empresas del estado a Carlos Saúl Menem bailando con Yuyito. El cordobazo la poderosa imagen de Agustín Tosco. El mayo francés los encendidos discursos de Daniel Cohen Bendit, en esos tiempos apodado “el Rojo”. Y estos tiempos del capitalismo serio, la imagen de Don Carlos.
Esta imagen vivita y coleando, o mejor dicho, culeando, quedará si YouTube lo dispone, en la retina y el oído de las futuras generaciones. Porque en vez de buscar insoportables discursos, manifiestos anti destituyentes, largas elucubraciones de alquimias psico neuro endócrinas, plataformas electorales que empiezan en planta baja y terminan en el 5° subsuelo, borocotizaciones varias, más aptas para un partido de TEG que para conducir con cierta coherencia los destinos de la nación, la misma, misma, que sigue condenada al éxito, navegando en la internet podremos atrapar la esencia propia del pensamiento (es un modo de decir) y el credo burgués. Don Carlos, digámoslo rápidamente, es el santa claus posterior al default y a la pesificación asimétrica. Es hijo putativo de la sustitución de importaciones, la mejora en los precios de las commodities y un pequeño valor agregado a las exportaciones. No sabemos si es el famoso “viento de cola” que señalan ciertos perversos economistas, o es algo más parecido a un tsunami en el culo. Lo que es totalmente cierto es que Don Carlos es un gordo bueno, bonachón, canchero, simpaticón, pícaro, sensiblero, con plena conciencia de clase en sí y para si, conocedor de la vieja doctrina de arrugar hasta que aclare, y del arte de llorar, llorar, llorar, que algún impuesto o tasa se evadirá. Por supuesto que Don Carlos no está solo. Hace 8 años, meses más, meses menos, asolaba en Rosario su gemelo de clase: Don Pancho. Dueño del supermercado Tigre. Ahora una empresa recuperada como cooperativa de trabajo, a la que tuve oportunidad de conocer y admirar. El libro de Carlos Ghioldi en el que relata toda esa maravillosa epopeya de la expropiación del ex Tigre, es para leer al menos dos veces por semestre. Don Pancho era un autócrata de las góndolas. Mintió y falsificó la realidad hasta que pudieron eyectarlo. Lamentablemente, los empleados de Don Carlos nada saben de esta experiencia, y menos de FASINPAT (ex Zanón) o de la cooperativa B.A.U.E.N., y mucho menos de la cooperativa ATICO o de la Fundación Pelota de Trapo. Esos obreros enamorados de Don Carlos, sólo tienen oídos para sus palabras, ojos para sus modales, aplausos para sus dislates. Quizá en esos aplausos, en esa resignada obsecuencia, se agite algún terror insepulto, como los que la comisaría 8° de La Matanza logra hacer resucitar. Pero la escena que el spot publicitario muestra es algo así como una cópula comunitaria de la comunidad organizada.
Empieza su garjeo discursivo con una expresión de mentirosa preocupación, con una impostura angustia de cocodrilo sin lágrimas, dejando que el miedo y la paranoia hagan estragos en el talante de los obreros. Por supuesto, el Boris Karloff remixado de los empresarios lo logra. Por eso cuando el anuncio se limita a decir, con sonrisas cómplices, que los obreros han sido blanqueados, todo es alegría en la granja. De rebelión, ni hablar. De hacer una denuncia a Don Carlos por discriminación, menos que menos. Después de todo, decir que la ilegalidad laboral es estar en negro, no deja de ser agraviante para los negros, y también es demasiada impunidad para los blancos decir que blanquear es estar legal. A Don Carlos le agradecen que haga lo que corresponde que haga. Y además se lo agradecen desde un lugar de sumisión y total mansedumbre. Don Carlos, por algo es el icono de la burguesía nacional y el capitalismo serio, utiliza a su favor los mandatos de la cultura represora. Lo obligatorio lo transforma en optativo, y por eso al cumplimiento de la ley parida por la nueva cultura tributaria, queda con la señal de su libre albedrío y fina voluntad. Por eso los aplausos y las miradas de sonriente complicidad. Lo peor del engendro, que propone que lo legal es una prerrogativa del empresario, que en su magnificencia decide si acepta el desafío ala de blanquear, o le sigue conviniendo trampear unos años más. O ambas cosas. Por supuesto que este Don Carlos en los años de plomo no hubiera tenida problemas en delatar a obreros, comisiones internas, todo aquello que le hubiera impedido amasar plusvalía. Y ahora que los panecitos siguen calientes, con salarios que no permiten salir de pobre y en algunos casos, facilitan entrar en la indigencia, Don Carlos hasta se da el lujo de los elegidos: no blanquea a los obreros, se blanquea a sí mismo frente a un entorno social y político que no lo verá nunca más como chancho ni como burgués. Ganará 26 veces más que el que menos gana, pero esto no será “nada personal”. No tiene nada malo ganar dinero, creo recordar que dijo la presidenta. No claro que no. El fetichismo de la mercancía, la mercantilización de la vida (desde las cuotas al débito automático solidario) son los pantanos y las ciénagas donde el anopheles Don Carlos se reproduce. Contagiará el peor de los dengues: el que inocula el ideario burgués en la subjetividad del obrero. Habrá que estar alerta a que nuestras ideas no se estanquen: el anopheles Don Carlos seguirá multiplicándose. Con prisa y sin pausa. Solamente luchando contra los “Don Carlos” que el sistema inventa, oponiendo siempre la medicina autogestionaria para la enfermedad de la explotación capitalista, podremos alguna vez pensar en el final del capitalismo, especialmente del serio. Muy especialmente.
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