Walter Giardino, fundador de Rata Blanca. Acaba de cumplir 25 años con la banda de metal más longeva del rock nacional. Los primeros tiempos y su mirada de la Argentina desde España, donde vive en la actualidad.
POR TOMÁS ELIASCHEV
Walter Giardino elige el camino de la música. Prefiere no tener prensa a convertirse en un mediático más. Sabe que puede parecer arrogante o antipático. Pero el guitarrista fundador y líder de Rata Blanca, una de las bandas fundacionales del heavy metal, no tiene problema en hablar de todo. Acaba de festejar 25 años de las bandas más longevas del rock nacional con un multitudinario concierto en el estadio Malvinas Argentinas donde participaron la formación original y la actual. Y no se detiene. En un departamento ubicado en una torre palermitana, recibe a Veintitrés. Siempre se concentró en ser un guitarrista habilidoso. Sin embargo, hay espacio para el compromiso social: desde un mítico concierto en apoyo a las Madres de Plaza en época de dictadura cívico militar, a su último concierto donde recaudaron alimentos no perecederos para la fundación Pies Descalzos, de Shakira.
Pasa gran parte del año en su casa de Madrid, si no está viajando en sus giras internacionales. Pese al glamour metalero, mantiene un punto de vista reflexivo e informado sobre la realidad. “En España están como estábamos nosotros en los ’80, no como en el 2001, no tanto, porque hay otro nivel de educación y un par de cosas que hacen que la sociedad esté como un poco más contenida, que no haya caos”, cuenta sobre la crisis en España. “Allá todavía eso no pasó. No digo que no vaya a pasar. No sé si para bien o para mal, estamos adelantados en algunas cosas. Yo lo valoro. Es un país muy especial Argentina”.
–¿Estamos mejor preparados para algunas situaciones?
–No nos queda otra. Yo no sé si hubiera elegido esto. No creo. Hubiera preferido algo un poco más organizado. Con sentido común y valores. Tener una banda que funciona, como Rata, te da la experiencia de conocer otros pueblos, otras culturas. Todas son increíbles. Estaría bueno hacer un balance entre Cuba y Finlandia. La austeridad de Cuba, con toda una educación y un funcionamiento de las normas europeas.
–En sus conciertos concurren muchos padres con sus hijos, ¿qué sensación le provoca?
–Es algo que ya es normal. Es la primera vez en la historia de la música de la humanidad que padres e hijos están de acuerdo en que cierta música es la mejor. Concuerdan en que entre los ’70 y los ’80 se hizo el mejor rock. Mi hijo que tiene 20 años escucha casi lo mismo que yo. Nunca había pasado una cosa así.
–¿Qué opina de la tribalización del rock, en el sentido de enfrentar bandas y estilos?
–Todo lo bueno me parece genial. Empecé a escuchar folclore, cuando era chico era fanático de Roberto Rimoldi Fraga. No pasó mucho tiempo, en un año ya estaba escuchando Los Beatles, Credence Clearwater Revival. Me crié escuchando Led Zeppelin, Black Sabbath, Deep Purple, Pink Floyd, todo junto. Me parece una locura perderse algo. Hay dos formas de escuchar música: o la escuchás con tus oídos y abrís tu alma, o la escuchás ideológicamente, que es cuando se elige a tal persona y ya no importa la música. En nuestro caso, la música no es una excusa. Es el porqué. Es lo que está arriba. No importa si tocás para 100 mil, 10 mil o cien.
–¿Cómo afecta el negocio a la creación?
–A las discográficas no les importa nada más que las ganancias, de eso no te quepa la menor duda. Es así. Lo triste es que ahora es muy burdo. Antes era más romántico, había gente que sabía de música, de artistas. Nos tocó el cambio de era, de analógica a digital, parece que se abrió otra era: la del fucking business absoluto en el negocio la música. Se llega al punto en que muchas veces ni siquiera terminan viendo el negocio. No lo pueden visualizar. Empieza también la parte ideológica a funcionar de parte de ellos. “No queremos heavy metal”, dicen, ya que se supone que no es negocio. Qué le pregunten a Metallica. Rata Blanca es una de las bandas más grandes de América latina. Llenamos estadios en todos los países. En las discográficas hay algunos que son muy ignorantes.
–Sucede algo parecido en la prensa con algunas noticias.
–Me está pasando con algunos colegas tuyos. Les digo que hay que valorar a ciertos artistas que hacen bien las cosas. Pero resulta que no sos simpático para la prensa que se maneja hoy, porque no salís con ninguna chica botinera o porque no hacés un escandalete, o te quisiste pelear y empezaste a twittear tonterías. ¿No sirve? Bueno, yo me quedo con la parte que me toca, hacer música. No estar en la boca de la gente. Siempre fui músico, no sé qué se ve de afuera. Soy serio y me dicen que soy arrogante. O porque tengo una postura profesional y no mediática, resulta que soy antipático.
–¿Cómo fue tocar para las Madres de Plaza de Mayo en dictadura?
–Eso fue antes de que vuelva la democracia. Nos jugábamos la vida. Nosotros estábamos haciendo nuestra resistencia con nuestra música. Íbamos presos seguro, tengo no menos de 30 entradas a comisarías por averiguación de antecedentes. Querían que bajáramos la cabeza, que no fuéramos quienes somos. Nosotros sabíamos que había gente que desaparecía. Conocíamos las patentes de los Falcon. Andábamos en la calle, éramos la bohemia, la dura. Sabíamos lo que estaba pasando. Hice una canción que se llama “12 mil”, por los desaparecidos. Se sabía que había gente que no estaba. Conocí una chica militante y tuvimos una aventura. Me invitó a tocar para las Madres, para juntar plata para que viajen a Europa a denunciar lo que estaba pasando. Fue en La Salle, fue una de las cosas más fuertes de mi vida. El aire lo cortabas con un cuchillo.
–¿Cómo ves el presente de la Argentina?
–Me acuerdo lo que le pasó a San Martín, que llegó al puerto y no volvió más. Hoy pasaría lo mismo. Me duele mucho la separación, cómo se está polarizando. Los medios manipulan: el que tiene un mínimo de inteligencia sabe que esto de la prensa independiente es una mentira gigante. Cada diario tiene dueño y dice lo que quiere el dueño que se diga. Tenemos que empezar a querernos más a nosotros como pueblo. Nunca vi un país como la Argentina en el que se le digan las cosas que le dicen a una presidenta que fue votada por la mayoría. Ella tiene que terminar su trabajo, que está siendo muy molesto para los que tenían la sartén por el mango y ahora no la quieren perder. En este gobierno hay muchas cosas que cambiar y un montón para mejorar. Pero desde que tengo uso de razón es el gobierno que más o menos se acerca a la actitud que me parece que hay que tener ante un orden mundial donde la injusticia creció y ya nos está manchando a todos.
Fuente: Revista Veintitrés.
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