La muerte del ex ministro de Economía Jose Alfredo Martinez de Hoz, puso de manifiesto la vigencia de un sector que históricamente marcó el rumbo de gobiernos de facto y democráticos.
POR RAQUEL ROBERTI
Desde el sábado 16 de marzo, los avisos fúnebres del diario La Nación se convirtieron en un muestrario de apellidos “ilustres”, cuyos portadores lamentaron el fallecimiento de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía durante la dictadura de 1976. Los mismos que compartieron con “Joe” los objetivos –y recibieron los beneficios– de su plan económico. La muerte de “El orejón” (uno de los apodos populares que supo conseguir, el otro fue Hood Robin) desnudó una realidad: el núcleo duro del poder económico sigue intacto.
Blaquier, Soldati, Acuña, Grüneisen, Miguens, Braun y Anchorena, entre otros, solventaron los clásicos obituarios. Algunos se animaron a más y agregaron: “Tristes por la pérdida de un viejo y querido amigo” (Inés Bemberg de Vicuña (a.), Ana Vicuña y Álvaro González Green), “Con mucho cariño” (Carlos Aberg Cobo (a.), Simón y Bárbara Lacroze de Aberg Cobo), “Con mucha tristeza” (Pía Soldati). Héctor A. Villa despidió “con pena a un gran argentino y honesto patriota” y Estela y Enrique Ruete (as.) despidieron “a quien fuera un ejemplo de vida dedicada a servir a la sociedad argentina con lealtad y sacrificio”.
Palabras grandilocuentes para quien fuera la cara visible de la pata cívica en la dictadura, tanto por sus contactos internacionales (que evitaron el aislamiento de los militares) como por su vinculación con el establishment local a través del Consejo Empresario Argentino (CEA), que él mismo había fundado en 1967 para nuclear a los 30 empresarios más importantes del país: Jorge Born, Carlos Dietl (PASA Petroquímica), Eduardo Escasany, Alfredo Fortabat, Ricardo Grüneisen (Astra), Agustín Rocca y Francisco Soldati, entre otros.
Según dijo a Veintitrés Verónica Baudino, doctora en Historia especializada en la historia de los grupos económicos, “la entidad habría gozado de un lugar privilegiado como interlocutor del gobierno de Onganía, a través del ministro Krieger Vasena. Con el peronismo este grupo quedó un poco desubicado desde el punto de vista político, pero reapareció poco antes del golpe celebrando reuniones con Jorge Rafael Videla para discutir formas de paliar la conflictividad social. El rol de Martínez de Hoz en la gestación y apoyo de planes ‘concentradores’ o ‘liberales’, en representación de los capitales más grandes, parece haberlo erigido en una figura política adecuada para momentos de crisis”.
Descendiente de una familia de españoles cuyos integrantes, entre otras actividades, fundaron la Sociedad Rural y el Club del Progreso, presidieron el Jockey Club, la Rural y el Banco Nación, “Joe” fue ministro de Economía de Salta durante la “Revolución Libertadora”, presidente de la Junta Nacional de Granos y ministro de la cartera nacional entre 1962-63. Había sido director de Rosafín (financiera), Buenos Aires-Compañía de Seguros; presidente de Petrosur y de la Compañía Italo Argentina de Electricidad (que estatizó en 1980, cuando estaba quebrada, por 394 millones de dólares), era director de Acindar y presidente del Centro Azucarero Regional del Norte. Como abogado representaba a Esso y Siemens en sus juicios contra el Estado.
En los cinco años de su gestión la participación de los trabajadores en el PBI pasó del 43 por ciento a principios de los ’70 al 31 una década después. Y la pobreza aumentó de 4,6 por ciento en 1974 al 21,5 en 1982. Con la reforma financiera, instauró los capitales de especulación. Cuadruplicó la deuda externa del país. Cuando puso en marcha la famosa “tablita”, que establecía una devaluación gradual, su grupo de pertenencia, el campo, se alejó de su política. Los grupos que salieron beneficiados, entre otros, fueron Loma Negra (Fortabat) y Ledesma (Blaquier).
Sin embargo, el CEA continuó funcionando hasta 2002, cuando la devaluación del peso le hizo perder influencia. Los integrantes no se resignaron y formaron la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que se diferenció de la anterior por ampliar el espectro de sus miembros. Ya se habían incorporado Armando M. Braun (Banco General de Negocios), Enrique Ruete Aguirre (Banco Roberts) y Manuel Sacerdote (Banco de Boston) y se sumaron el Grupo Clarín y La Nación, Aldo Roggio, Paolo Rocca (Techint), el Grupo Quilmes (capital brasileño), Repsol YPF (petrolera española), entre otros.
“Los grupos de poder económico siempre operan para imponer sus intereses a los gobiernos. Históricamente, sus integrantes actuaron como funcionarios de las dictaduras: Martínez de Hoz y Roberto Alemann (representante de bancos suizos) en 1956; Jorge Salimei (Sasetru) y Roberto Petracca (Petracca & Hnos.) en 1969, y por supuesto Domingo Cavallo, que formó parte del equipo de Martínez de Hoz antes de ocupar el ministerio durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa”, señaló Baudino.
La especialista también destacó el rol de la Fundación Mediterránea, base de Cavallo. “Estaba liderada por Arcor y comenzó como un nucleamiento de pequeños empresarios cordobeses, pero en los ’90 llegó a tener entre sus miembros a capitales como Bagley, Agrometal, Bridas, Grandes Motores Diesel, Sevel, Astra y Pérez Companc. Sin embargo, hoy se nuclean en AEA, también liderada por Arcor (ante la decadencia de la Fundación Mediterránea como representación político-corporativa) y Techint. No es casual que esas empresas se erijan como dirigentes de la fracción más concentrada de la burguesía nacional, ya que son las únicas competitivas a nivel internacional”.
Con la recuperación de la democracia, Martínez de Hoz enfrentó varias causas judiciales, entre ellas por el secuestro extorsivo durante la dictadura de los empresarios Miguel y Federico Gutheim, obligados a firmar papeles cediendo un cupo de exportación de algodón por 12 millones de dólares a favor de varias transnacionales, entre ellas Dreyfus. Beneficiado por el indulto que firmó Carlos Menem, recién en 2010, con la reapertura de la causa, se le dictó la prisión preventiva, que cumplía en forma domiciliaria en su departamento del edificio Kavanagh, frente a la Plaza San Martín, donde se rodeaba de cuadros de Rogelio Polesello, fotos de sus cacerías en Sudáfrica y retratos del abuelo, de George Bush, David Rockefeller y Margaret Thatcher.
Desde 1993 y hasta 2000 fue presidente de Química Estrella, la compañía algodonera de los hermanos Rohm. José Rohm fue uno de los banqueros preferidos de Carlos Menem. Poco después, dejó de asistir a las convenciones de los bancos extranjeros, evento empresario que lo contaba entre los habitués.
Para Baudino, “el núcleo de capitales que apoyaron y se beneficiaron con la dictadura sigue vigente. Corporaciones como UIA, SRA, FAA, que saludaron el golpe militar del ’76, continúan expresando los intereses de diferentes fracciones de la burguesía nacional e interviniendo políticamente, ya sea a favor o contra el gobierno. No han cambiado ni los personajes/capitales ni su forma de acumulación, basada en una producción ineficiente que requiere de vastos subsidios y protección del mercado interno para sobrevivir”.
Fuente: Revista Veintitrés.
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