POR HERNÁN FIRPO
En su disquería, el 85% de los LP son vinilos. Afirma que en el país sólo hay 15 negocios iguales y dice que trabaja para coleccionistas.
Hay una incidencia en la personalidad que depende de los apellidos. Darío dice ajá, “si vos lo decís...” y vos lo decís con endeble aproximación, pateándole la hipótesis a un teórico francés. Así, tal cual: según un teórico francés.
Y que los apellidos pueden influir en el carácter. En este caso es una historia dentro de otra, una curiosidad que deriva, como diría otro francés, en una meta-trasgresión. Darío Raris –Raris de apellido– tiene una disquería ¡de vinilos! O sea, cuando el Partido Pirata Sueco conseguía otra banca con sus propuestas de copyleft, Darío ponía una disquería con bateas, y ahí estás vos, el de los teóricos franceses, índice–mayor, índice–mayor en la parte de rock nacional.
“No digo que los coleccionistas de discos sean una pandilla de freaks o snobs, es que este negocio te da la oportunidad de conocer a los clientes porque encima vienen con regularidad y nos colgamos horas charlando... Y bueno, como dice la canción, de cerca nadie es normal”.
Palabras de Darío Raris, un hombretón con cara de disquero o de librero o de investigador del Conicet. No muchas otras. “El público de los discos es, en un 95%, masculino. En esta clase de negocio, para ver una chica, hay que esperar Navidad o el Día del Padre. Muchachos heterosexuales, no pongan disquerías de vinilos”.
Quien escribe estas líneas pasó del objeto sobaquero al compact recién cuando Spinetta sacó Fuego Gris, que sólo se comercializó de esa manera. Eso ocurrió a principios de los ‘90. “Noventa y tres – nos orienta Raris –. En 1992 se dejaron de fabricar vinilos en el país. Los últimos fueron Dynamo, de Soda, El León, de los Cadillacs, y Seru 92. A la gente que tenga discos olvidados en sus casas, bauleras, guardamuebles o depósitos, podríamos decirle que tomen una actitud ambientalmente responsable y los vendan, canjeen, regalen o donen. Además, así los devuelven al circuito para que cumplan la función que les corresponde”.
Mucha gente confunde acumular con saber. La frase era más o menos así y seguía con “cualquier pelotudo puede tener una discoteca colgando de su cuello”. No es Raris, pero tampoco es raro que en medio de esta trama nos venga a la mente la frase de Bobby Flores, enojadísimo como estaba con los inventarios de música comprimida. “Desde que se baja música, nadie tiene demasiadas expectativas”. Tampoco es de Raris, es de Pont Lezica.
Dario “Ave” Raris es el Johnny Rotten del comercio interior. Un punk con cara de trovador y miles de elepés que remiten al No Future. Cuenta que en todo el país existen cincuenta personas que hacen lo que él hace y que sólo quince –Raris al frente– tienen local a la calle.
Item: famosos que compran vinilos en Cactus Discos. “Anotá: Ricardo Mollo, Litto Nebbia, Ariel Minimal, Pettinato, Javier Zuker, Felipe Pigna, Juanse, Lisandro Aristimuño, Rosario Ortega, Marky Ramone. Trabajo para un nicho de melómanos, nostálgicos y coleccionistas. Tuve que aprender. Empecé desprendiéndome de discos de jazz de vanguardia argentina que vendí, no sé, a diez pesos, y que después me enteré que salían como cien dólares... No, al principio fue un hobbie. Tenía mi trabajo con horario, hermosas vacaciones pagas, cobertura médica, etcétera, pero yo salía del laburo y me iba al Parque Rivadavia. Me quedaba horas ahí o recorría cuevas y ferias... El comprador de vinilos, en general, tiene un equipo vintage. Con un buen equipo, el vinilo se escucha mejor que un CD. Igual, entiendo que esta es una discusión típica de melómanos”.
Una dramatización para comprender el escenario inaugural tendría que mostrar a Valeria, esposa de Raris, persuadiéndolo de buena manera en una sobremesa y luego corriéndolo hasta el lavadero con un tramontina. No, chiste, la cosa fue mucho menos cruenta. “Me apoyó porque se daba cuenta de que yo no era feliz trabajando como periodista. Tiempo después me confesó lo que pensaba: má sí, que se saque el gusto, que pruebe y cuando vea que no funciona, veremos.
Hubo un error de cálculo pero igual reconozco que soy un poco raris, sí, tengo mis rayes, colecciono discos que jamás voy a escuchar...” Darío tiene la expresividad de esta clase de quijotes. Se lo nota sumamente obsesivo en su materia (“puedo llegar a trabajar mil horas”) y tímidamente feliz, con esa felicidad que no proviene de las buenas noticias sino del bienestar de la transgresión. “La mitad de lo que vendo es rock. No pueden faltar Beatles, Stones, Smiths, y rock argentino, cuando se puede, porque no hay reediciones. Un vinilo de Spinetta puede salir entre 200 y 300 pesos. Hay algo con el objeto disco que tiene que ver con un buen desarrollo del soporte musical. El vinilo es incomparable. Te habrá pasado de sentir el ritual, de necesitar una atención especial. No se puede tener un hijo a upa y revisar un LP”.
Fuente: Clarín.
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