La Doblada lleva editados cinco y, aunque muchos la consideraban heredera de los Redondos, dice Javier Lecumberry “siempre tuvimos claro que hacemos otra cosa”. Under, punk, rock y la experiencia de tocar con Skay Beilinson.
Por Bruno Lazzaro.
Javier Lecumberry fuma a la espera de una sombra. Es de tarde y el Imaginario –el centro cultural y bar que ideó hace 18 años en Almagro– está cerrado al público. El líder de La Doblada, la banda con la que lleva editados cinco discos, se apoltrona en un sillón gastado y se dispone a hablar de “Geografía Under”, una de las joyas musicales del calendario que se fue. “El under es inhóspito y caótico. Y esas características lo hacen rico. El hecho de tener que resolver con lo que hay, aclara la creación y te aproxima al horizonte”, dice el músico, quien desde hace diez años también se desempeña como tecladista de Skay Beilinson.
–¿Y qué ve en ese horizonte?
–Lo que queremos es seguir poniendo canciones en el universo. Todavía nos pone contentos juntarnos a tocar. Y eso sucede porque todos vivimos de otra cosa.
–¿Pero la idea del músico no es vivir de su arte?
–Vivir de la música es muy complejo y los seres nos volvemos muy miserables. Conozco gente que vive de la música y que también la odia por el hecho de estar dando vueltas sobre ella o porque les molesta que otros facturen más. Cuando empecé a tocar, me lo plantee de otra manera para poder proteger a la música.
–¿Qué tipo de relación tiene con la música?
–Sin música sería un hombre triste. El escenario es un lugar sagrado en el que te podés comunicar con los dioses. De seguridad. Nací para estar arriba del escenario, pero para eso tengo que laburar mucho.
–Pasaron diecisiete años desde que comenzaron. ¿De qué manera cree que evolucionaron como banda?
–Fuimos aprendiendo y supongo que somos mejores. En el primer disco está la cosa visceral. Vivíamos como punks: estábamos todo el día despiertos.
–Las letras de la banda tienen la particularidad de ser siempre breves. ¿A qué se debe?
–Mi hermetismo es directamente proporcional a mi incapacidad de decir (risas). En realidad tiene que ver con que me gusta la fotografía. Y siempre me sale una foto impresa. Somos una banda oscura y los escritores malditos también son una inspiración fuerte.
–En el tema “Mi Voluntad”, Skay aporta su guitarra. ¿Qué le provoca el hecho de tenerlo como invitado?
–Es algo natural. A él siempre le gustó venir a tocar con nosotros en el Imaginario. Él podía estar en Racing y a las pocas horas se venía acá para volver a sentir lo que es estar en un ambiente más controlado. Hace unos años nos eligió en una encuesta como una de las mejores bandas. Cuando estaba en Los Redondos me mostraba lo que hacía. Me consideraba. Es un tipo que la tiene muy clara. Un hombre alado.
–Producto de esa elección, se los empezó a considerar como herederos de Los Redondos. ¿Cómo vivieron esa etapa?
–Había lugares en los que no nos dejaban tocar porque pensaban que éramos como Los Redondos. Nos lo decían, pero nosotros siempre tuvimos en claro que hacemos otra cosa. En este disco pusimos acordes mayores para que la gente no se tire por el balcón.
Fuente: Revista Veintitrés.
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