Las claves de un gobierno que promueve reformas internas en el Vaticano y busca acercarse a la sociedad de hoy.En seis horas de una entrevista que fue más un monólogo, algo nunca visto en un Papa, Jorge Bergoglio, explicó con claridad qué nueva Iglesia está construyendo.
No fue un programa de pontificado, sino algo más profundo y a la vez más sencillo lo que dijo al director de “La Civiltá Cattolica”, la revista de los jesuitas italianos con 163 años de antigüedad cuyos artículos, caso único en la Iglesia, son controlados en las cumbres de el Vaticano. Otros 16 medios jesuitas en el mundo publicaron el compendio de 29 páginas apasionantes de Francisco y durante mucho tiempo se descubrirán cosas nuevas. Tanta es la riqueza de la improvisación del Papa que en Italia ha alcanzado niveles de popularidad sin parangones.
Jorge Bergoglio quiere hacer mucho más que ajustar los preceptos, busca “encontrar un nuevo equilibrio” en la Iglesia, entre predicar el Evangelio y los anuncios doctrinarios. “No se puede recluir a la Iglesia en los pequeños preceptos”. O sea, por ejemplo, “insistir en las cuestiones vinculadas al aborto, los matrimonios homosexuales, el uso de métodos anticonceptivos”, el tema del católico homosexual”.
“La Iglesia debe dejar de ser autorrefencial, salir de sí misma, hacer un anuncio de tipo misionero concentrada en lo necesario y esencial”, dijo Bergoglio durante muchos años en los sínodos. Así fue como su figura se hizo conocer y respetar dentro de la estructura eclesiástica.
En la entrevista Francisco desarrolló con más precisión algunos de esos temas que lo convirtieron en el líder de los cardenales que querían salvar a la Iglesia de una peligrosa época de decadencia, conflictos internos y de una mentalidad integrista, tradicionalista, la de los “principios no negociables” repetidos con insistencia, sobre todo en materia de moral sexual y bioética. Esas prioridades absolutas de la Iglesia han concluido y lo nuevo se ve claramente en la charla con “La Civiltá Cattolica”.
“El Papa ha delineado una reforma de la Iglesia no fundada en los cambios institucionales sino también en una profunda reescritura de la relación entre fe y modernidad”, escribió el vaticanista Francesco Peloso.
Noventa de los ciento quince cardenales presentes el 13 de marzo en el Cónclave de la Capilla Sixtina eligieron a Jorge Bergoglio para que hiciera lo que está haciendo. Entre el 1 y el 3 de octubre la comisión de ocho cardenales que se gestó ya en las reuniones precónclave de donde emergió nítida la candidatura de Francisco, se reunirá en el Vaticano durante tres días. El argentino se presentará ante ellos con los deberes hechos. Se hablará de la reforma de la Curia Romana, que ayer dio un nuevo paso decisivo de renovación, de los siempre graves problemas del IOR, el banco del Papa, foco infeccioso de maniobras e ilegalidades desde hace años. Pero también de como marcha el nuevo modelo de Iglesia que ninguno cómo Bergoglio ha sabido modelar ante los purpurados.
La propuesta evangélica debe ser “más simple, profunda e irradiante. La Iglesia se ocupa de los hombres como son, es un hospital de campaña para curar a los heridos sociales, sin apresurar se a las condenas y sí a la “misericordia de Dios” “No debemos reducir el seno de la iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad. Hay que acompañar con misericordia y cuando esto sucede, el Espíritu Santo inspira al sacerdote a decir la cosa justa”.
Cuando se habla, se lo debe hacer en un contexto. La confesión no debe ser una tortura “sino discernir qué es lo mejor para una persona que busca a Dios y su gracia”.
Sin un nuevo punto de equilibrio “el edificio moral de la Iglesia arriesga caer como un castillo de cartas, perder la frescura y el perfume del Evangelio”.
El gobierno de la Iglesia, y este será un tema central de la reunión de Francisco con los ocho cardenales del “consejo de la corona” deberá ir hacia la colegialidad y el descentramiento, dos temas esenciales. Pero también, y esto es ya revolucionario, “debe haber mujeres donde se decide”. “Hay que trabajar más para hacer una profunda teología de la mujer”. “El genio femenino es necesario en los lugares en los que se adoptan las decisiones importantes. El desafío es este: reflexionar sobre el lugar específico de la mujer también donde se ejercita la autoridad en los varios ámbitos de la Iglesia”.
Por fin, tras dos mil años de injustas postergaciones, la otra mitad del cielo podrá ir ocupando el lugar que merecen las mujeres en el catolicismo institucional.
Muchos no advirtieron que en estos seis meses de pontificado, Francisco, más que disponer, ha abierto caminos de debate para que sea un movimiento colectivo el que lleve a los obispos a decisiones en los que se imponga una colegialidad de gobierno.
El consejo de ocho cardenales es un aperitivo pero Francisco tiene una retaguardia extraordinaria: el Concilio Vaticano II y sus decisiones. El cambio litúrgico, la misa en las lenguas nacionales y con los sacerdotes de frente al pueblo de Dios, ha dado un resultado excelente. Los sínodos mundiales de obispos han sido el escenario frustrado por el centralismo romano que hasta hacía mandar al Papa el proyecto de documento final, que lo cambiaba “a piacere” tras maniobrar el funcionamiento del mismo Sínodo.
En cambio el Sínodo debe ser un embrión y realidad de un Parlamento de la Iglesia, no parangonable por supuesto a los laicos, teniendo en cuenta que la Iglesia Católica no es una democracia, pero “en la que se debe imponer un espíritu de renovación democrática en sintonía con el Papa”, como escribió un vaticanista.
El famoso escritor católico Vittorio Messori, que escribió dos legendarios libros-entrevista a Juan Pablo II y Joseph Ratzinger, considerado un conservador, confesó: “Cuántos en la Iglesia estábamos perplejos” por el estilo de Jorge Bergoglio, en el que sospechaban “algo de populista sudamericano, sensible al carisma demagógico de Juan Perón”. El lenguaje distinto y el estilo, sencillo, austero, poco “elegante” en la caminata, los vestidos, los zapatos negros, de Francisco mostraban una “retórica de la antirretórica”, escribe Messori, que lo llama “estilo a la argentina”.
El escritor católico, muy influyente, es ahora un admirador de Jorge Bergoglio, “cuya estrategia no se inspira en San Francisco sino en San Ignacio”. Los seguidores del “guerrero vasco” que fundó la orden jesuítica, se encarnan en los méritos de Bergoglio. Francesco es la misericordia del Papa “que acepta al mundo como es”. Los seguidores de Ignacio de Loyola comprenden “que el mundo debe ser salvado como es, nos guste o no”. Messori concluye su reflexión sobre Jorge Bergoglio con unos conceptos muy inteligentes. “Es de este deseo de convertir el mundo usando la miel mucho más que el vinagre que deriva una de las perspectivas más convincentes entre las que confía el Papa: encontrar la justa jerarquía cristiana.” En las palabras de Francisco “no hay cedimientos en los principios no negociables en materia ética, pero hay justamente una insistencia en la debida sucesión: primero la fe y después la moral. Primero curemos a los heridos de la vida y después, cuando hayan probado la misericordia de Cristo, démosle lecciones de teología y ética. Papa Francisco es consciente de este desafío”.
Fuente: Clarín.
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