La historia se despliega hacia atrás: el golpe de Estado de 1976, el de 1966, el de 1955, el de 1943, el de 1930.Todavía cantamos, el documental sobre el coro Quiero Retruco que realizó Modesto López, ilustra de este modo el camino que trajo hasta este presente de pérdida y reconstrucción a los dieciocho ex presos políticos, hijos, hermanos y otros familiares y amigos de desaparecidos de diferentes ideologías que llevan sus canciones a actos y organizaciones políticas.
Mario Clavel, uno de ellos, recuerda los bombardeos de 1955 que mataron civiles en la Plaza de Mayo y sus inmediaciones en el preanuncio del golpe que desalojaría a Juan Domingo Perón. Eso determinó su temprana militancia, a los dieciséis años, por la que fue detenido en 1975 y preso en las cárceles de Villa Urquiza, Resistencia, Rawson y La Plata, hasta 1982. A los 63 años, Clavel es uno de los impulsores del coro.
Casi la mitad de su edad tiene María Toninetti, pintora y profesora de Bellas Artes que integra el colectivo de H.I.J.O.S. y hoy trabaja en los archivos de la ex ESMA. Tras el secuestro de su padre en abril de 1976 en Río Gallegos, la madre se mudó a Laferrère con María y su hermano menor. Los secuestraron a los tres; nada más se supo de la madre pero la abuela logró criar a los chicos. María canta en el coro.
Ángel Gutiérrez nació hace 60 años en un obraje de Santiago del Estero. Militaba en el ERP y lo detuvieron en 1971; estaba en la cárcel de Rawson cuando sucedió la Masacre de Trelew. Salió en libertad y volvió a prisión dos años después, en Tucumán; durante el Mundial del 78 lo enviaron a Córdoba bajo amenaza de aplicarle la ley de fuga en caso de acciones populares. Salió en libertad en 1984.
Pero no sólo la propia militancia determina la participación en Quiero Retruco. Adriana Taboada, una psicóloga de 50 años, pertenece a una familia de generaciones de activistas políticos, con desaparecidos, y le basta con deplorar el terrorismo de Estado. Participa en la comisión de Verdad y Justicia y en el Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad Nacional Tres de Febrero, que llevó a estudiantes secundarios a los juicios por crímenes de lesa humanidad (ver páginas 38 y 39). Es soprano.
El hombre de la idea, director del coro, es Jorge Chanal, quien integró un grupo musical popular en las décadas de 1960 y 1970, Folk 4. Allí tocaba la guitarra y hacía percusión su hermano, Daniel Chanal, militante del PRT secuestrado con su mujer, Rita, en General Las Heras. La dictadura que los desapareció incluyó a los miembros restantes de Folk 4 en la “Nómina de personas vinculadas al ámbito cultural con antecedentes ideológicos desfavorables”.
Su idea, cuenta ante la cámara de López, es que el coro es un artista colectivo: “El coro mejor es aquel en el que no se distingue quién canta mejor. Vos oís cuatro cuerdas que suenan como una sola”. Y esa misma idea es la que López aplicó a su documental, el octavo que realiza desde 1990 sobre temas políticos y musicales. El cineasta, que vive en México, filmó durante tres años de viajes, sin perder esa idea, y le dijo a Miradas al Sur: “La línea argumental es contar el coro como si fuera un solo personaje del que hablan dieciocho personas. No fue fácil ensamblar los testimonios para mantener ese eje fundamental, el pensamiento colectivo a través de los dieciocho personajes”.
López es hijo de españoles que emigraron a la Argentina tras la Guerra Civil, cuando liberaron al padre, quien pasó preso cuatro años. Él tenía cinco y, de algún modo, aquellas canciones republicanas le hicieron entender que “el canto siempre ha estado acompañando las luchas sociales”, explicó. “El canto acompañó al hombre en su devenir histórico. Por eso vale la pena destacar que en el documental participan Comparsa Quimbo, el bandoneonista Rodolfo Mederos y Víctor Heredia”, cuya canción da título al documental.
“Llegué a Mataderos, me crié a una cuadra de Boca y soy de Racing”, contó López, que cofundó la Asociación de Estudiantes de Teatro de la Argentina, actuó en obras y también dirigió, fundó el grupo Siripo cuyas dos giras latinoamericanas hicieron presentaciones en universidades, grupos campesinos y sindicatos. “En 1978, me tuve que ir”, recordó. “Pasé un año en Ecuador y luego me instalé en México, donde vivo con mi compañera Marta (López De Cea), productora de Todavía cantamos, y mis hijas mexicanas. Pero siempre que puedo, vuelvo”.
Desde que se instaló en México profundizó su carrera de cineasta y se abrió a la edición de libros y discos de música latinoamericana de valor cultural particular, en Ediciones Pentagrama: “Me enfoco en poetas y músicos como Oscar Chávez, de Chiapas, Alí Chumacero, Antonio Preciado o Ernesto Cardenal”. Y fue precisamente durante una exhibición de su documental sobre Ernesto Cardenal que se reencontró con Jorge Chanal. “Habíamos tenido una amistad muy cercana, y aunque no nos veíamos, estaba presente. A esta altura de la vida, uno camina no sólo con los que están, sino con los que están dentro de uno.”
Chanal le contó sobre el coro que integran, además de Clavel, Toninetti, Gutiérrez y Taboada, Patricia Machado –presa en Córdoba y Devoto, hoy militante de Ctera–, Elsa Chagra –docente, detenida en Formosa–, Graciela Meloni –psicóloga; mientras estuvo en Devoto murieron sus padres–, Oscar Bermúdez –profesor universitario, secuestrado en La Escuelita y luego condenado a Bahía y Rawson–, Héctor López –catorce años tras las rejas, su compañera asesinada–, Claudia Aldini –psicóloga social, su hermana secuestrada en la ESMA– y militantes en derechos humanos, por situaciones familiares o por convicción, o ambas cosas: Patricia Lamanuzzi, Rosario Alveolite, Isabel Fallace, Nora Marques, Susana Gallardo, Daniel Aveni, Alfredo Mocoroa y Ángel Barnes.
“¿Me podés invitar a un ensayo”, le preguntó. Fue y quiso hacer Todavía cantamos. “Me emocioné con los personajes y sus historias de vida, su capacidad para mantener viva la memoria y de superar sus diferencias políticas políticas para aportar su granito de arena.”
Fuente: Miradas al Sur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario