Bernardino Rivadavia, el primer presidente. Es uno de los personajes históricos más controvertidos. Reivindicado por liberales y denostado por revisionistas, un libro de Klaus Gallo –del que aquí reproducimos el prólogo– trata de tomar distancia de la polémica.
Bernardino Rivadavia fue el primer presidente de la República Argentina. A partir de este hecho histórico, se habla del “sillón de Rivadavia” para referirse al asiento del poder Ejecutivo en la Casa Rosada a pesar de lo efímero que fue su mandato, ya que cumplió menos de la mitad del período establecido. Sin embargo, no fue precisamente por su contribución como presidente que se lo convirtió en prócer. Esta distinción se debió más bien al recuerdo de su gestión reformista como ministro de Gobierno de Buenos Aires, entre 1821 y 1824. Con el correr de las décadas, su nombre impregnó variados espacios de la vida cotidiana: desde cuadernos escolares hasta calles y avenidas de distintas ciudades del país, e incluso equipos de fútbol, se llaman Rivadavia.
Aclamado por la llamada historiografía liberal, que lo convirtió en una suerte de visionario por el sesgo progresista de sus reformas políticas y culturales, y denostado por los revisionistas por la tendencia excesivamente centralista y pro-porteña de sus políticas, la sanción de una polémica reforma eclesiástica, y su controvertido involucramiento en las relaciones comerciales con Gran Bretaña, que le valieron incluso el rótulo de vendepatria, es innegable que Rivadavia es una figura controvertida. La polémica entre estos dos “bandos” iniciada hacia comienzos del siglo XX se mantiene hasta hoy aunque en forma más desapasionada que en aquel entonces. En el pasado, Rivadavia inspiró también diversos ensayos biográficos de importancia, como los escritos por consagradas figuras del entorno político-literario argentino de fines del siglo XIX como Juan María Gutiérrez y Andrés Lamas, o aquellos de mediados del siglo XX a cargo de historiadores como Ricardo Piccirilli y Alberto Palcos. En el último medio siglo se ha publicado una sola biografía de significación sobre su persona, a cargo de Carlos Segretti.
Pese a la declinación de su estrella, probablemente Rivadavia haya sido junto a Mariano Moreno uno de los políticos más interesantes surgidos de la Revolución de 1810, especialmente entre los que provenían de la esfera civil y que actuaron durante el período pre rosista. Por este motivo consideramos que su vida pública justifica un nuevo estudio que intente sostener un riguroso espíritu crítico y se mantenga lo suficientemente apartado del apasionamiento excesivo y cierto maniqueísmo que caracterizaron algunos trabajos anteriores.
Conviene destacar que los apreciables avances producidos en diversas áreas de la investigación histórica argentina de los últimos treinta años, especialmente en los estudios centrados en la primera mitad del siglo XIX, permiten incorporar nuevos datos sobre el período de actuación de Rivadavia. Existe hoy una serie de nuevos aportes provenientes de esferas historiográficas tan diversas como la historia política, la cultural, la literaria y la urbanística. Algunos de esos trabajos se han centrado precisamente en los años del llamado “período rivadaviano”, deteniéndose puntualmente en el impacto producido en esas áreas por medidas aplicadas por Rivadavia.
El propósito de este libro es presentar una biografía política de Bernardino Rivadavia. Sin embargo, además de las cuestiones estrictamente políticas, se abordan también aquí algunos otros aspectos de su actuación pública en lo cultural, lo ideológico, lo económico y lo social. Es justamente uno de los objetivos de este trabajo analizar de qué modo las diversas esferas de lo público confluyeron en el ideario político trazado por Rivadavia. Su vida privada recibe, en cambio, un tratamiento más acotado. Esto se debe, en gran medida, a los escasos documentos que existen en relación a ese tema, y que inevitablemente ha favorecido los claroscuros y los misterios en torno a su persona.
El libro se divide en seis capítulos. Podría decirse que cada uno representa una dimensión de la trayectoria de Rivadavia. El primero refiere esencialmente a la dimensión familiar y a la político-diplomática. En la parte inicial del capítulo se exploran los orígenes familiares de Rivadavia y se describe el modo en que accedió a la esfera de la alta política. La segunda parte está enteramente dedicada a relatar su traumática experiencia como agente diplomático en Europa, entre 1815 y 1820, donde fue enviado por el gobierno del Directorio para gestionar acuerdos ante los gobiernos de España, Francia y Gran Bretaña, y para analizar la posibilidad de encontrar un príncipe europeo para asumir un eventual trono rioplatense.
El capítulo 2 expone el modo en que Rivadavia se desliga del mencionado proyecto monárquico al entrar en contacto personal con dos referentes del utilitarismo europeo: Jeremy Bentham en Londres y Antoine Destutt de Tracy en París. La atracción que sentía por esta doctrina, sumado al sesgo marcadamente republicano en el pensamiento de estos dos pensadores, explica la inclinación progresiva de Rivadavia hacia tendencias políticas más liberales. Esta sección está dedicada entonces a abordar la dimensión ideológica en Rivadavia, a partir de su ingreso a círculos de la intelectualidad inglesa y francesa.
El tercer capítulo se ocupa de la dimensión política y consiste en un análisis de la gestión de Rivadavia en el gobierno de Buenos Aires liderado por Martín Rodríguez al poco tiempo de retornar de Europa. En su calidad de ministro de Gobierno, Rivadavia promovió una variedad de reformas, de indisimulable corte utilitario, en ámbitos tan diversos como la política, la esfera eclesiástica, la economía, la cultura y el ejército. Respaldados por algunos sectores de la sociedad porteña, estas reformas recibieron también fuertes críticas, especialmente desde sectores de la Iglesia y el ejército, que derivaron en un par de intentos de golpe.
La dimensión cultural aparece específicamente en el cuarto capítulo. Aquí se describen los cambios y las novedades introducidos en Buenos Aires por el gobierno de Rodríguez en la educación, por ejemplo, con la creación de la universidad; en la opinión pública, mediante el dictado de la ley de libertad de prensa; y en el área de la cultura popular a través del impulso al teatro. Se vislumbraba un claro intento por parte del denominado “Grupo Rivadaviano” de reemplazar algunas de las tradiciones hispanas heredadas del período colonial por pautas educativas y culturales de origen inglés y francés. Estas reformas darían lugar a una serie de debates, especialmente a través de los medios de prensa.
En el quinto capítulo se describe la traumática experiencia presidencial de Rivadavia y su polémica relación con Gran Bretaña; por lo tanto, esta sección se centra en buena medida en la dimensión inglesa. Se analizan los desencuentros de Rivadavia con agentes provenientes de ese país quienes, en su mayoría, no ahorraron críticas a su fallida gestión como mandatario de las reunificadas Provincias del Río de la Plata.
Estas actitudes contrastaban drásticamente con los elogios que muchos de ellos habían proferido cuando se desempeñó como ministro de Gobierno porteño pocos años antes. Las críticas referían especialmente al modo en que Rivadavia era superado por los acontecimientos ligados a la guerra con el Brasil y a las tensiones con las provincias del Interior.
Los reveses experimentados por Rivadavia durante el final de su vida, su exilio, la repatriación de sus restos a la Argentina y el fastuoso funeral organizado por el Gobierno de Buenos Aires en 1857, son los temas tratados en el sexto y último capítulo. Aparece en esta sección la dimensión del héroe histórico, puesta de manifiesto en el intento por parte de la elite dirigente porteña de presentar a Rivadavia como una suerte de antítesis de Juan Manuel de Rosas, contra el cual muchos de ellos habían luchado.
Fuente: Revista Veintitrés.
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