martes, 29 de octubre de 2013

"LA MÚSICA ME SIRVIÓ PARA ENSEÑAR A LOS CHICOS LA LECTURA Y LA ESCRITURA"

Entrevista a Fortunato Ramos. El autor del poema "No te rías de un colla" dialogó con Tiempo sobre su vasta experiencia como maestro rural y el origen de su literatura. Escritor, coplero, acordeonista y erkero, es un incansable difusor de la cultura quebradeña.

Por Alejo Luna.


Cuando en julio pasado Cristina inauguró la tercera edición de Tecnópolis en Villa Martelli, un chico de poncho y sombrero jujeños, alumno de la puneña Escuela Nº366 de Loma Blanca, recitó "No te rías de un colla". Eyen, que así se llama el niño, logró conmover hasta las lágrimas, tanto a los presentes como a los millones de personas que seguían el acto por televisión. El autor de ese poema, el maestro rural Fortunato Ramos (Coraya, 1947), es conocido fundamentalmente por su condición de músico folklórico: acordeonista, erkero, cantor y coplero, alcanzó notoriedad acompañando a Jaime Torres, primero, y más recientemente, a Divididos. Además, todavía es recordada su participación en La deuda interna (1988), la película protagonizada por Juan José Camero que el también jujeño Miguel Pereira basó en sus relatos sobre Verónico Cruz, acaso su alumno más querido.
Fortunato vive en Humahuaca y su casa se abre como peña todos los días para recibir contingentes de turistas que llegan a la Quebrada atraídos por su paisaje agreste y su cultura ancestral. En una vitrina junto a la entrada del local se exhiben sus libros (Poemas costumbristas de un maestro rural; Los runas y changos del alto; Costumbres, poemas y regionalismos; El colla, sus costumbres, sus paisajes, su cultura; y Personajes de la Quebrada de Humahuaca) y sus ocho discos grabados como solista o acompañado de los grupos Cacharpaya y Los hijos de Humahuaca, o junto a otros artistas quebradeños como Tomás Lipán y Mónica Pantoja, en los que interpreta carnavalitos, cuecas, bailecitos y otros ritmos folklóricos de esta región de los Andes. Lo que pocos saben es que Fortunato trabajó toda su vida como docente, desde que egresó como maestro rural regional de la Escuela Normal de Humahuaca: "A mí me toca hacer la docencia en épocas en que no habían caminos carreteros ni a las localidades cercanas, en muchos casos. La ruta 9 que une Jujuy con La Quiaca era un camino de tierra; y un colectivo tardaba desde Humahuaca hasta San Salvador de Jujuy seis horas. En ese tiempo también corría el tren, un tren de pasajeros y trenes de carga, que después se suspendieron. Los caminos vecinales a las escuelas rurales no existían; la mayoría de los docentes tenía que ir a pie. A mí me tocó la escuela de Santa Ana, que está a 80 o 100 kilómetros de Humahuaca cruzando una gran cadena montañosa que se llama Zenta, que llega a los 5200, 5300 metros de altura, y a la que he cruzado 36 veces. Al estar en esa altura, uno encuentra la razón por la que el hombre de ese lugar defiende su tierra, sus animalitos, sus cosechas, que son todos productos para el consumo en lugares muy alejados, lugares inhóspitos. Entre esas montañas, hay muchas escuelas rurales. La más alejada de Jujuy, que se llama Santa Ana, esa es mi escuela, mi primera escuela, en la que estuve seis años viendo la necesidad de que el chico del lugar se identifique a sí mismo, porque a veces llegaban los días festivos, los días patrios, los días de la madre, los días del niño, y el chico tenía que leer del libro de lectura que le llegaba de Buenos Aires cosas que no conocía. Por eso escribí el poema "Yo jamás fui niño", después escribí "No te rías de un colla"; o hablo de "La mama de los cerros", títulos que van surgiendo por necesidad para cada una de las fechas del efemérides escolar. Esa ha sido la principal razón de escribir. Y ya son como cuarenta años que estoy escribiendo...

–¿Sentía una vocación fuerte como para sobrellevar estas dificultades y ejercer su trabajo?
–El maestro nace para ser maestro. En la escuela yo distraía todas mis horas con los chicos; y les escribía, por ejemplo, algunas pequeñas obras de teatro costumbrista. 
–¿La necesidad de escribir nació de la misma docencia?
–Cada fecha que venía me ponía a escribir; y también para el mismo método de enseñanza. Es imprescindible que el chico tenga ritmo en el contar, en el hablar, en el cantar. Y mi valioso aporte ha sido el acordeón en mis manos. Yo toco el acordeón desde los 14, 15 años, y ha sido uno de los medios por los cuales pude estudiar. Soy hijo de una familia muy pobre. Soy hijo de arrieros; así que conozco toda la Quebrada, pero caminando. Mi padre llevaba cargamentos en burros a El Aguilar, un centro minero muy importante al que se llega caminando un día o un día y medio, con los burros cargados, llevando la mercadería, el vino, la sal. Acampábamos al aire libre, y mi tarea de ayudante de arriero era tenerlo al burro mientras él cargaba, y cuando lo descargaba mi tarea era maniarlo para que no se vuelva. Cuando llegué a esa escuela de Santa Ana me puse a escribir para que el chico entienda; y a hablar con los vecinos para que ellos entiendan. Yo era uno más de ellos, no me tenían ninguna desconfianza, ningún recelo; al contrario, me llevaban a sus casas y pasaba los fines de semana con algunos de los vecinos en sus fiestas, con sus chicos. Por eso la necesidad de escribir que tuve. Inclusive el método propio para poder enseñar, porque el maestro es creativo, inventa su método de acuerdo a las circunstancias, a los chicos. Para mí era muy fácil puesto que tenía en mis manos el acordeón a piano que heredé de mi padre, al que también le gustaba tocar. Ese acordeón me acompañaba para las fiestas patrias, para cantar con los chicos, para enseñarles la matemática, para enseñarles a bailar, a hablar. Uno crea y va inventando los métodos con la ayuda de la música.
–¿Inclusive para enseñar a leer y escribir?
–El acordeón sirve para marcar ritmos, para distraerse, estar contento; es así que el chico venía con ganas a la escuela. Inclusive cuando me voy acercando más, después de haber dejado las escuelas de Santa Ana, Miyuyoc, San Roque, Ocumazo, el Chorrillo, todos lugares rurales, y termino mis funciones en una escuela de acá, de Humahuaca, que es la escuela 77, todavía los chicos me buscaban y me seguían por el acordeón. La música los ha atrapado a los chicos. Ha sido una forma de convivir con los niños y poder enseñarles sobre la escritura, la lectura, la historia, toda la cultura de la parte primaria. Aprendí a tocar el erke en la escuela de Miyuyoc, ahí tuve mi maestro de erke que ya no está, ya murió. Como me quedaba en la escuela de Miyuyoc, en plena Puna, a vivir ahí toda una semana, a veces un mes, aprovechaba los fines de semana para encontrarme con Félix Rodríguez, que así se llamaba un erkero de ahí que me empezó a enseñar cómo se toca. Cuando ya lo aprendí hacíamos duelos de erkes, hacíamos unos sonidos poderosos. 
–¿Y el erke es un instrumento vigente todavía en los Andes?
–Sí, es vigente en toda la región, es religioso. Mide más o menos tres metros, tiene una trompa hecha de cuero moldeado. La caña es larga y ahuecada interiormente de punta a punta. Su sonido es un lamento en el cerro. Es un instrumento del hueco de los cerros, de los huancares, que es debajo de los cerros, o del socavón del minero, de las capillas de los cerros. Un instrumento de invierno. Cuando (Ricardo) Mollo lo conoció en Tilcara me dijo "Probemos a ver qué tal anda con este tema" y puso el tema de Sumo "Mañana en el Abasto". Y cuando yo siento la letra que van cantando "Mañana de sol…", todo con elementos naturales, el erke se prende y por eso surge esta fusión tan bien hecha con Divididos que le pudimos mostrar a todo el país. 
–Cuando usted comenzó a escribir sus poemas y sus relatos sobre las fechas patrias, ¿intentó reproducir el habla popular, las expresiones regionales y quichuismos?
–Escribir con terminología regional fue elemental en las escuelas más alejadas; y a medida que me fui acercando a los centros poblados como docente fui usando más la forma académica. Al acercarme a los centros urbanos y ver las formas que utiliza el chico tuve que ir afinando un poco el lenguaje, tratando de aclarar los términos originales, los términos quichuas, sin descartarlos, usándolos y poniéndolos en las poesías y en la prosa y explicándoles a los chicos de dónde provienen y qué significan.
–Le gusta aprovechar las expresiones populares regionales…
–Por supuesto que sí, porque esa es la sal del lenguaje regional. Hay expresiones muy bonitas. El habla regional aún subsiste en la zona; en la parte rural, más. Por cierto que con el tiempo va desapareciendo. Mi primer libro en especial está plagado de regionalismos y lamentablemente de ese libro hice una sola tirada y no me quedaron más ejemplares. El libro lo hizo la imprenta del Estado; lejos estaba de imaginar que después podría hacer la impresión de muchos libros más sin pedir la ayuda de nadie, porque ahora mis libros se solventan solos y los puedo producir.
–Algunas de sus poesías se han convertido en canciones…
–Varias. Una de ellas es "Jujeñito", a la que le puso una música excepcional Mario Álvarez Quiroga. El "Jujeñito" yo lo escribo en Francia, donde tenía que estar varios meses porque había adquirido un compromiso. Pero el tiempo era demasiado y empecé a extrañar la Quebrada, mi casa, la familia y entonces escribí el "Jujeñito".
–¿Y usted tiene temas propios con letra y música?
–Tengo música registrada pero no la he podido grabar todavía, porque a veces las grabaciones son complicadas. Recién ahora tenemos estudios acá, pero antes había que ir a grabar a Salta, que era lo más cercano. Cuando se hace la letra y la música a veces uno tiene que reunirse y ensayar mucho y eso es algo que a los músicos lugareños no les gusta muy mucho (se ríe). Además los tiempos son tiranos. Tengo por lo menos uno o dos temas que son demasiado fuertes. Son vivenciales, como toda la escritura que yo tengo. Si hablo de un burro, antes lo he visto, lo he tocado, lo he cargado; si algún mulo me tiró es porque sentí el golpe cuando me tiró; si mi acordeón pesa 17 kilos en mina El Aguilar a casi 6000 de altura, en los Carnavales voy bailando, voy cantando, voy saltando, con semejante peso y con 16 años encima en ese tiempo, y no falta el "machao" que lo abraza al acordeonista y hay que arrastrarlo al borracho, y por detrás vienen diez, veinte parejas bailando… son cuadros vivenciales netamente claritos, indiscutibles. Como hablar de mi padre. O hablar de un hijo que me marcó toda la vida. Yo soy padre de cinco hijos. El mayor era ingeniero nuclear, recibido en el Balseiro; tuvo un accidente y murió. Lo he perdido en el año 2003. Un chico que seguía mis pasos, recitador; una persona especial que toda Humahuaca conocía. ¡Y con semejante estudio! Le he dedicado una zamba que se llama "Zamba para mi guagua". Por suerte los otros chicos son los que me han solventado un poco la existencia y a todos los he podido hacer estudiar porque la aspiración de padre y de maestro es que el chico se supere. Tengo la suerte de tener dos hijos profesionales, un médico y un ingeniero, y son los que solventan un poco mi vida. Yo sigo viviendo en Humahuaca, sigo estando acá, este es mi lugar y es muy difícil que pueda salir a otra parte. Si salgo, es a cumplir un compromiso, hacer actuaciones; pero vuelvo, estoy ya muy arraigado en la Quebrada.  «



El día que se conmovió Cristina.

–¿Cómo tomó la repercusión que tuvo su poema "No te rías de un colla"? 
–Para mí fue una sorpresa muy grata puesto que el gobernador de Jujuy llevó un grupo a Capital y los llevó a Tecnópolis. Los changuitos de acá, de la Puna, de la Quebrada y de todo Jujuy conocen toda mi poesía porque los maestros le otorgan mucho valor a cada fecha. Por ejemplo, llega el día de la madre y el poema elegido es "A la mama de los cerros", o llega el Día del Niño y enseñan "Yo jamás fui niño" o el 25 de mayo y ven el tema "Patria". Son temas exclusivos para cada fecha del efemérides. Son didácticos. Y los chicos los saben recitar. A Tecnópolis fue un grupo de la zona de la Puna, con su maestro y los chicos. Y el changuito es un recitador más que lo hizo muy bien. Además él es de la Puna, es original de esa zona, no es ni siquiera de un pueblo como Humahuaca y menos de una ciudad como San Salvador de Jujuy. Todo lo que dice lo conoce muy bien, sabe qué es lo que está diciendo; y ese es el efecto que alguna vez me propuse al escribir para cada fecha del efemérides escolar. El objetivo ha sido cumplido así que realmente me siento muy contento y feliz de ser maestro.
–La presidenta estaba especialmente conmovida…
–La presidenta estaba emocionada y el efecto fue grande. Es muy importante que a través de este poema la gente conozca quiénes somos los que vivimos acá en el norte, pues. 
–¿Le gustó ver a la presidenta conmovida con su poema?
–Por supuesto, ella es una personalidad. Que logre un efecto así es importante porque uno valora los niveles de la gente que está escuchando. Si la presidenta queda conmovida, mucha gente también queda lo mismo, seguro.
–¿Usted acompaña las grandes líneas que lleva adelante el gobierno?
–En la faz educativa es muy importante. Destaco especialmente, porque soy maestro, la provisión de las netbooks para que los chicos las utilicen y así estar realmente en igualdad de condiciones con la gente de todo el país.

Fuente: Tiempo Argentino

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