lunes, 21 de octubre de 2013

"LAS FARC APUESTAN A LAS ELECCIONES DE 2015"

Entrevista a César Paredes. Periodista colombiano. El periodista político de la revista Semana, el medio gráfico más influyente de Bogotá, cuenta las últimas noticias relevantes del proceso de paz entre el gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC. En ese sentido, Paredes explica por qué la Colombia de hoy –más urbanizada y con un Ejército menos anticomunista, aduce– puede tolerar la reconversión de los herederos de Tirofijo como partido político democrático.

Por Emiliano Guido.


La revista Semana marca agenda en Colombia. Si bien está vinculada a la elite del país porque es un medio de comunicación propiedad de la familia Santos (de donde surgieron cuatro jefes de Estado, incluyendo al actual primer mandatario), no es una plataforma informativa reaccionaria. En todo caso, la bajada de línea en Semana está muy bien cuidada y su manual de estilo es, por lo pronto, respetable. En ese sentido, al ocupar una posición de poder importante en la estructura política nacional, la dirección editorial de Semana tiene acceso a información privilegiada en asuntos sensibles como el actual proceso de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, que podría terminar con el conflicto armado más viejo de latinoamérica. En ese sentido, Miradas al Sur consultó al editor César Paredes para conocer las últimas noticias del hecho periodístico más importante de Colombia en el siglo XXI.

–En los últimos días, el diálogo entre el Palacio Nariño y la cúpula guerrillera se encendió con varias noticias. El presidente Santos propuso plebiscitar el acuerdo bilateral en los comicios presidenciales de 2014. A su vez, las FARC intervinieron en el Paro Nacional Agrario con fuertes declaraciones contra el gobierno. A casi un año de iniciadas las conversaciones (la ronda oficial de negociaciones comenzó el 18 de octubre de 2012 en Oslo), ¿la paz está más lejos o más cerca de concretarse en Colombia?
–La negociación en La Habana conlleva una dificultad enorme y es que, tras la propuesta del presidente de proponer a referéndum el acuerdo en el próximo turno electoral, el diálogo por la paz, ahora, coincide con el cronograma electoral. Recordemos que en marzo del año próximo son las elecciones al Congreso, y dos meses más tarde se elige presidente. Entonces, ese factor ha puesto un acelerador al proceso de paz. Además, paralelamente, el presidente Juan Manuel Santos se ha posicionado como el único garante del acuerdo al atar su reelección al éxito del apretón de manos con la guerrilla. De esta manera, los dos hechos (la continuidad del presidente y la firma de la paz) aparecen actualmente como parte de un mismo combo. Y, en definitiva, la prosperidad de ambos ejes dependerá de la fortaleza política de Santos, que hoy lo muestran en el piso de su legitimidad política con una popularidad del 21% en la última medición importante. Además, la ansiedad del presidente no coincide con los tiempos de las FARC. Ellos tienen sus propios ritmos. Si han esperado sesenta años para sentarse a negociar, y se han levantado de la mesa negociadora en otras ocasiones, ¿por qué deberían ahora acelerar sus tiempos políticos? Ese tema parece estar afuera del cálculo político del gobierno.

–¿La sociedad colombiana tiene expectativas en el acuerdo o se muestra indiferente a lo que sucede en la ronda negociadora en La Habana?
–El pueblo colombiano anhela la paz. Es un deseo y un sueño de todas las generaciones. Hay personas que toda su vida han vivido en guerra. Por lo tanto, en gran medida, la sociedad está harta de estar sacudida periódicamente con las noticias de la guerra. En tiempos del presidente Álvaro Uribe, la reacción de la opinión pública era distinta porque el gobierno aseguraba que la guerrilla estaba derrotada y que ya no debía ser una preocupación nacional. Pero, en este momento, las encuestas indican que entre el 70% y el 80% de la sociedad desea la paz. Igualmente, esa misma mayoría está en desacuerdo con que las FARC reciban beneficios políticos o penales. La gente anhela la paz pero, también, quiere justicia y rechaza de plano una amnistía general para los comandantes guerrilleros. Y ahí está el otro punto neurálgico de la discusión de La Habana: ¿hasta dónde el gobierno piensa otorgarle beneficios políticos a las FARC?

–Pero, igualmente, ¿la firma de un acuerdo que no habilite la participación política de la guerrilla no parecería ser un paso a medias? En ese sentido, ¿cuál es la discusión de la letra chica en las conversaciones de La Habana que no haya trascendido en los grandes medios?
–A ver, luego del acuerdo en la agenda agraria, que fue el primer ítem de los seis ejes consensuados a negociar en la capital cubana, la participación política es el actual punto de la negociación bilateral. Primero, hay que aclarar que las discusiones en La Habana son muy herméticas. Salvo las puntuales comunicaciones públicas que hacen los dos equipos negociadores, poca información llega a filtrarse sobre lo que realmente ocurre en el Palacio de Convenciones de la capital cubana. Igualmente, las FARC hacen su propio juego y, permanentemente, intentan sacudir el tablero político con declaraciones sobre la coyuntura nacional. En el marco del Paro Nacional Agrario, la guerrilla exigió que el gobierno otorgue ocho “curules” (bancas legislativas) permanentes al movimiento campesino. Porque, evidentemente, a las FARC, que siempre estuvieron vinculadas a la lucha agraria, la huelga del campesinado las fortaleció y, en ese sentido, los delegados de Timochenko (alias del comandante de las FARC) aprovecharon ese factor para elevar su voz en La Habana. Pero, en definitiva, creo que, por lo menos para la guerrilla, la participación política debería comenzar en las elecciones de alcalde de 2015. ¿Por qué? Porque la guerrilla tiene mucha inserción rural y, entonces, el buró de las FARC estima que podrían tener un debut electoral exitoso ganando pequeñas alcaldías en los Estados del país más agrarios.

–¿Por qué razón la Colombia de hoy puede tolerar la reconversión política de las FARC y, de esta manera, evitar repetir el fracaso de los ’80 donde la Unión Patriótica (órgano de superficie de la guerrilla habilitado tras un acuerdo con el gobierno) fue perseguida y liquidada por los paramilitares?
–Hay dos motivos para ser optimistas. Uno, el Ejército, tras la caída del Muro de Berlín y el fin del socialismo real, se ha modernizado y ha abandonado esa visión maniquea de la Guerra Fría. Los viejos generales anticomunistas han pasado a retiro y ahora las Fuerzas Armadas están conducidas por una nueva generación, más renovadora y con otra conciencia del rol político a jugar en Colombia. Esto es sumamente importante porque el Ejército fue clave en la liquidación de la Unión Patriótica (UP). El otro hecho importante es que la sociedad colombiana se ha urbanizado mucho. Ha habido mucha migración del campo a las ciudades en los últimos años. Ahora existe menos tensión política en el interior rural. Recordemos que las masacres contra la UP fueron motorizadas por los estancieros y sus paramilitares. Por lo tanto, la política se ha urbanizado más en el país y el fantasma rural de las FARC ya no asusta tanto. Pero, además, ha corrido mucha agua bajo el puente. Hoy hay menos miedo. Incluso, la izquierda democrática ganó elecciones importantes. El alcalde de Bogotá (Gustavo Petro), por ejemplo, proviene de la guerrilla M-19 y la gente lo votó igual.

–Usted mencionó al factor tiempo como un eje clave de las negociaciones. Evidentemente, Santos está más urgido que las FARC en firmar la paz. ¿Hasta cuándo piensa que ambos actores pueden estar tensando la cuerda?
–El presidente Santos tiene tiempo hasta el 11 de noviembre para anunciar si va ir por su reelección. Entonces, en los dos meses que faltan para esa fecha, se incrementará la presión del gobierno hacia las FARC para que decidan si van a acompañar o no la propuesta de plebiscitar la paz en los comicios de 2014. Pero, claro, el oficialismo no pasa un buen momento. Durante la crisis del Paro Nacional Agrario, los sondeos de opinión registraron un desplome en la popularidad de Santos. Y, tanto acá como en la China, ningún jefe de Estado puede negociar algo tan importante si está débil políticamente. Yo creo que el gobierno va a poner todo en los próximos meses para fortalecer su gestión y, paralelamente, intentará acelerar los tiempos de la negociación con la guerrilla.
–Por último, ¿cómo está jugando el uribismo en el proceso de paz? ¿Intenta capitalizar algún traspié en el diálogo o es más cauteloso y espera el fin de la negociación para actuar?
–El uribismo está jugando muy fuerte en este tema advirtiendo a la sociedad que habrá impunidad para los guerrilleros de las FARC. El ex presidente está sembrando el miedo diciendo que la guerrilla llegará al gobierno y que se terminará perdonando sus delitos de lesa humanidad. El uribismo ha puesto muchos palos en la rueda para trabar el proceso de paz y ha tenido una participación muy activa en los medios criticando permanentemente el diálogo con la guerrilla. Igualmente, el candidato presidencial del uribismo (Francisco Santos, primo del actual jefe de Estado) no está capitalizando en las encuestas el mal momento del gobierno. En definitiva, Santos está a la baja en los sondeos pero el uribismo también. Todavía no hay una figura de peso que asome como favorita para los comicios presidenciales donde se terminará decidiendo, finalmente, la suerte del proceso de paz con la guerrilla.

Fuente: Miradas al Sur

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