POR NAHUEL GALLOTTA
No hay barrio de la Ciudad que no tenga una imagen, altar o monolito. Los camioneros son los más devotos.
Mario Mazzone (65) levantaba la mano cada vez que un auto pasaba por la puerta de su bar “El Nuevo Gauchito Gil” en Warnes 2397, La Paternal. “Tocaban bocina y yo pensaba que eran clientes que me saludaban”, dice. Hasta que un día se dio cuenta: a veinte metros de su negocio había un monolito del Gauchito. Los saludos eran para el santo pagano que con sus monolitos y pequeños santuarios comenzó a formar parte del paisaje porteños: no hay barrio que no tenga una imagen del “santo”.
Javier Díaz fue productor de “El último refugio”, un documental sobre el Gauchito. Durante su investigación decidió un día medir cuál era elnivel de devoción de los fieles. Y puso unmonolito en la zona de Saavedra. “A la semana ya tenía cigarrillos, vinos; otro le puso ladrillos y se fue armando como un altar”. Después el Gobierno porteño lo quitó. Díaz dice que no hay muchos monolitos nuevos pero vienen creciendo, y mucho, los que están.
En la plazoleta Julián Besteiro, a metros del bar de Mario, hay un Gauchito Gil y en diagonal una imagen de la Virgen. Mario y los camioneros que paran allí dicen que no hay comparación entre las visitas que recibe cada uno. Que al Gauchito hay personas que pasan a saludarlo todos los días; que le dejan muchas cosas; que todos los bocinazos son para él. “Más que decir que la iglesia está alejada de la gente, yo diría que el Gauchito está más cerca de la gente”, explica Javier Díaz, y cuenta que llegó a ver santuarios hasta en Ushuaia.
Y al frente del bar de Mario, sobre Warnes, trabajan cientos de camioneros. Ellos son los más devotos del Gauchito. De la puerta del bar salieron, un 8 de enero de 2005, dos camiones repletos de camioneros, y Mario. Esa había sido su promesa: “yo era católico apostólico romano, pero me vi en una situación complicada y le pedí al Gaucho y me cumplió”, dice. Es que en 2004 compró el comercio con un socio experto en gastronomía. Y él tenía que aprender todo. Pero a los quince días de abierto el local, su socio sufrió un problema de salud y no pudo trabajar más. Y Mario estaba ahí, con todo el bar para él, sin nunca haber tenido un trabajo similar. Además tuvo que sacar préstamos para comprar la parte de su socio. Salió todo mejor de lo que hubiera esperado.
Otro que es fiel y siempre se refiere a los monolitos que construyen los camioneros en las rutas es Martín “Mono” Fabio, cantante de Kapanga. Además de tener tatuada la imagen, cuando está de gira frena y deja ofrendas en cada Gauchito. A tal punto llega su creencia que dice no poder dormir tranquilo hasta no frenar para agradecer.
Ahora Mario compra cintitas rojas para todo el barrio, cada vez que viaja a Mercedes, en Corrientes. Todas las señoras que pasan por el bar le piden una. Y recibe todo tipo de regalos que tengan un Gauchito. En 2005 decidió hacer junto a los camioneros el monolito de la plazoleta . A 200 metros de allí, sobre las vías, hay otro. Y a cinco cuadras, a metros del puente San Martín, otro.
Y a diez cuadras, sobre Corrientes, en el Parque Los Andes, otro: el más grande de la Ciudad. Lo comenzaron a construir en 2008. Carlos, un devoto, dice que fue de a poco, que empezó sólo y después otros fieles llevaban materiales y él ponía la mano de obra. Pero al ser tan grande, genera controversias: se están juntando firmas. Para sacarlo y para dejarlo. “Hay mucha rivalidad en la religión. A los evangélicos les da bronca. El Gauchito es muy distinto a ellos. Porque no sale a buscar a la gente; la gente llega sola; y no le pida nada de plata, como ellos”, dice, y agrega que ya tiene más de 2.000 firmas, con teléfonos y direcciones, para que el Santuario se quede en el barrio.
De sus 43 años de vida, Pedro Gauna lleva 29 fiel al Gaucho. Nació en Corrientes y a los 18 se mudó a Quilmes. Su devoción logró que un productor lo haya elegido como protagonista de una película sobre el Gauchito. Es artesano. Fabrica todo tipo de productos que lleven la imagen del santo pagano. “Hace veinte años en Buenos Aires no había casi ninguna imagen. Pero hoy en los barrios hay competencia por tener el mejor santuario, la mejor ropa, todo del Gaucho”, dice.
Pero lo que más lo sorprende es lo que ocurre los días 8 de cada mes. Porque antes apenas se celebraba el 8 de enero, y en Mercedes. “Hoy en santuarios como los de Glew, Solano, Pacheco, Florencio Varela, se juntan tres mil, cinco mil personas en cada festival. Tocan grupos, se la pasa en familia, se come, se conversa”, agrega. Son celebraciones. Pero los pedidos, agradecimientos, oraciones y demostraciones de fe están en todos los barrios. Y es que en la Ciudad siempre hay un Gauchito cerca.
Fuente: Clarín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario