Fue condenado a reclusión perpetua en 1980 y está preso hace 40 años por cometer once homicidios. "El Ángel Negro", así lo llaman dentro de los penales, pidió por tercera vez ser excarcelado. Afirma que su pena ya está agotada. La justicia jamás le otorgó la libertad. La historia del hombre que se convirtió en un monstruo.
Por Rodolfo Palacios.
Michel Foucault decía que la cárcel debía convertir a los criminales en gente honrada, pero había fracasado porque no era otra cosa que una fábrica de delincuentes. El filósofo consideraba que la prisión tenía que ser una institución como la escuela, el cuartel o el hospital. El caso de Carlos Eduardo Robledo Puch es un símbolo del fracaso penitenciario: en los 40 años que lleva detenido por haber matado a once personas no recibió la contención y el tratamiento necesario como para reinsertarse en la sociedad.
Es la tercera vez que el llamado "Ángel Negro" pide este beneficio. Hace casi dos años, un camarista de San Isidro reveló en voz baja: "Mientras yo esté en este tribunal, nunca le voy a firmar la libertad. ¿Quién se haría cargo de sacar a la calle a la mayor leyenda negra del crimen argentino?"
El mismo camarista reconoció que las últimas pericias psicológicas que le hicieron a Robledo "eran flojas". Un par de carillas para justificar la peligrosidad del condenado y argumentarla con comentarios de este estilo: "Tiene agresividad contenida porque mantiene los dientes apretados y cierta furia en su mirada." En todos estos años, la prisión ha hecho muy poco por Robledo: fue víctima de agresiones y se le enseñó, como mucho, un solo oficio: la carpintería.
Como opinó el ministro de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni, nadie puede sufrir una pena realmente perpetua en la Argentina. "Conforme a la ley que le es aplicable a Robledo Puch, la perpetua es susceptible de libertad condicional. Se discute si esta es un derecho; personalmente creo que sí. Debe pesar que ni los peritos ni los jueces se animan a otorgar la libertad condicional en el caso de Robledo Puch, máxime en un momento en que se amenazan a los jueces por la TV y por los políticos", dijo Zaffaroni.
¿Robledo Puch en libertad puede volver a matar? No se puede hacer futurología sobre las conductas futuras. Mateo Banks y Yiya Murano, por ejemplo, salieron libres y no volvieron a cometer crímenes.
Robledo deambula por las cárceles argentinas desde hace 40 años: es una especie de Vladimir o Estragón, los dos vagabundos creados por Samuel Beckett que pasan el tiempo esperando, en vano, la llegada de Godot. Robledo se parece a esas dos criaturas teatrales: viste harapos, espera la nada, perdió la noción del tiempo y no tiene a nadie que rece por él.
En sus delirios sueña con suceder a Perón y llegó a decir que en 1982 se propuso como soldado voluntario para combatir en Malvinas. También quería actuar como doble de riesgo en una película sobre su vida: pretendía que su papel fuera interpretado por Leonardo Di Caprio y que lo dirigiera Tarantino. A veces decía que si salía iba a combatir la inseguridad con una jauría de rottweilers. Robledo siempre fue un misterio para la criminología argentina. El forense Osvaldo Raffo lo calificó como un psicópata desalmado incurable y el doctor Raúl Matera quiso practicarle una lobotomía para sacarle el mal del cerebro.
Es probable que su nuevo pedido de libertad sea rechazado por la justicia. Quizá Robledo lo sabe: no conoce otra vida más que la que vivió en la cárcel. Es un claro ejemplo de la capacidad del ser humano para adaptarse al lugar de esta vida que más se parece al infierno. «
La mirada de Osvaldo Soriano
"Iluminados por el soplete, Robledo y Somoza trabajan callados y serios. Robledo sostiene el aparato que perfora el material mientras su amigo sigue sus movimientos con atención. El trozo de acero está por caer y Robledo lo ayuda con un golpe. Ninguno dice nada. A Somoza acaba de ocurrírsele una broma acorde con la circunstancia. Pasa un brazo alrededor del cuello de su compañero y aprieta con suavidad, cada vez más. Robledo le da un codazo y lo lanza hacia atrás. Manotea el revólver que tiene en el cinturón y dispara. Asombrado, quizá sin entender lo que ocurre, Somoza cae y articula una explicación que es apenas un gemido. Robledo lo observa unos instantes, levanta su brazo derecho y dispara otra vez. 'No podía dejarlo sufrir. Era mi amigo', explicará después. Se ha quedado solo, con dos cadáveres junto a él –antes ha matado al sereno Manuel Acevedo–, pero eso no le preocupa. Sale. Una moto primero, un camión más tarde, le sirven para alejarse del lugar. El círculo se ha cerrado. Al matar a Somoza, Robledo se ha aniquilado a sí mismo. Unas horas más tarde, la policía lo arresta frente a su casa."
Fuente: Tiempo Argentino
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