Nací hace dos mil años,
nací hace veinte siglos,
junto a gente bien humilde
de un establo de Belén.
Vine a la tierra a luchar
contra el amo esclavista
contra el sistema de colmillos y dardos,
contra los inventores de cadenas y grilletes,
contra el imperio romano de ayer
y todos los fariseos de hoy.
Me llamaron el redentor, el Salvador, el Mesìas el Nazareno.
En verdad, vine a este mundo y jamás me he ido.
soy un hombre de carne y hueso
y lo sigo siendo eternamente.
Desde hace dos mil años me memoran,
me aplauden, me alaban y me ensalsan.
Incesantemente evocan mi llegada.
Lo reconozco les agradezco.
pero no entiendo sus algarabías no los comprendo...
Mejor guarden su incienso,
sus plegarias para otra ocasión.
Pues no me deleitan. No me agrada,
no me satisface que me celebren estos dos mil años,
estos veinte siglos.
Detesto que se hayan adueñado de mi nombre,
detesto que se trafique con mi nacimiento
con mi familia, con mi cruz, con mi palabra.
Estas "falsas navidades" se han convertido
en grandes y fastuosas fiestas faraónicas
de frívolos fuegos artificiales por doquier.
El proseletismo y falaz globalización de canastas vacías
en toda la tierra relega y humilla
a los más pobres que son la razón de mi ser.
Ellos, que caminan por las calles pedregosas e inciertas
levantando su mano y esperando una migaja de pan.
Ellos son la razón de mi existir.
Ellos, que lloran por el hermano caído
y maldicen a las serpientes
la hora de estar en este mundo sin abrigo y sin techo.
Ellos son la razón de mi cruz.
Ellos, que venden flores y agua en los cementerios
en busca de una moneda que ayude a comprar vida.
Ellos son la razón de mi existencia.
Ellos, que reciclan basura, respirando plomo,
vendiendo periódicos y lustrando zapatos.
Ellos son mi corona de espinas y la lanza clavada en mi corazón.
Y en todos ellos hay un Cristo Redentor.
Pero ustedes... hipócritas, mentecatos, fariseos
nunca me aceptaron como soy.
¿No me rechazaste cuando te pedí un pan?
¿No me repudiaste cuando en la puerta de un hospital mi corazón moría?
¿No rehusaste darme una moneda cuando cantaba en el fondo de un micro?
¿No contemplaste impasible que niñas vendan sus boquitas pintadas
a cambio de una sucia moneda para llevar algo que comer a su cautiva morada?
Entonces si sois mentecatos, si sois fariseos, si sois hipócritas.
¡Nada valen para mí!
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