La muerte de mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio es todo un género moderno que ocurre bajo el ala de la salud pública. Y muestran un escenario alarmante que revela las condiciones sanitarias de miles de mujeres pobres y jóvenes cuya maternidad resultó una condena a muerte. Una nota para conocer los detalles de este drama silencioso y silenciado.
Por Martín Rodriguez y Federico Scigliano
En la proximidad de la convención del día de la madre nos propusimos hacer un aporte amargo y díscolo poniendo el dedo en una llaga. Sucede que en Argentina la tradición matriarcal es trágica: es enorme la extensión de condiciones culturales que siguen sosteniendo que el destino sagrado e histórico de toda mujer es la maternidad y, al mismo tiempo, son enormes las deudas sociales y públicas que se tienen en torno al ejercicio libre del derecho a ser madre.
Y eso no sería todo (y todo lo asfixiante que podría ser) si no fuésemos capaces de enfrentar problemas, de abrir debates, de sincerar posiciones en torno a la maternidad.
Números comparativos
Hay un número estadístico: en Argentina la tasa de mortalidad materna es de 40 cada 100 mil niños nacidos vivos. ¿Eso es poco o mucho? Bueno, si lo miramos comparativamente con otros países de la región como Chile (19 cada 100 mil) y Uruguay (15 cada 100 mil) encontramos la real dimensión de la deuda que Argentina tiene con las mujeres en materia sanitaria.
Otro dato, no menos preocupante, es que el país hace dos décadas que no logra bajar significativamente este número, a pesar de los compromisos contraídos ante la Organización Mundial de la Salud de reducir cerca de un 5% por año estos guarismos.
Hasta acá los datos de una calamidad nacional. Pero no es todo: con cerca del 30 por ciento de todas las causas posibles de muerte materna, las complicaciones derivadas de abortos clandestinos son lejos el principal motivo de los decesos. Argentina es en la región, uno de los países con peores estadísticas para mostrar en relación a la incidencia del aborto en las muertes maternas, y comparte el podio continental de la debacle con Jamaica y Trinidad y Tobago, haciendo la salvedad de las obvias diferencias en el nivel del PBI, el desarrollo del sistema de salud y de la capacidad de intervención estatal que hay con respecto a los dos países hermanos caribeños.
Según el informe Situación de la Población en la Argentina de UNFPA (Fondo de Población de Naciones Unidas) publicado este año, en el país se practican por año entre 372 mil y 522 mil abortos.
El último dato, se cae de maduro: son las mujeres pobres las principales víctimas de esta situación que, además, muestra unas diferencias regionales que espantan (Jujuy, Chaco o Formosa duplican el promedio nacional de mortalidad materna, por ejemplo). La mujeres pobres que deciden interrumpir su embarazo se ven expuestas, dada la situación de clandestinidad del aborto, a prácticas extremadamente riesgosas para su vida.
Ante este cuadro de situación, la discusión sobre la descriminalización del aborto se impone sola, en la medida en que la magnitud del problema despega al debate de cuestiones morales, y lo pone inexcusablemente en la órbita de los asuntos atinentes a la salud pública.
Omisiones porteñas
En junio de este año, la revista de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Buenos Aires (SOGIBA) presentó un informe llamado la “Omisión de registro de causas de muertes maternas en establecimientos de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires año 2008” donde se revela un intersticio de las estadísticas de la salud pública porteña que, por suerte, no pasó desapercibido.
El objetivo principal de dicho estudio es el de “cuantificar el nivel de sub registro de muertes de causa materna ocurridas en establecimientos de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) en el año 2008”, según explica.
La investigación desnuda una realidad a veces oculta y otras veces maquillada. Los datos estadísticos –se sabe, y se sabe en el país que aún discute qué hacer con el INDEC- son fundamentales para la toma de decisiones en cuanto a políticas públicas, en este caso de salud, ya que son orientadores de futuras planificaciones en virtud de lo que revelan. José María Neira, joven psicólogo de amplia experiencia en políticas públicas de salud, los define de este modo: “los datos son los que brindan o restan relevancia a los problemas de salud de la población según el nivel de prevalencia o la incidencia de alguna enfermedad”. Y ofrece un ejemplo: “en 2009, con la epidemia de Gripe A, los casos nuevos de gripe obligaron al Estado Nacional a hacerse cargo de esta problemática.” ¿Qué permitió eso? En lo que va de este año no hubo ninguna muerte por Gripe A gracias a una efectiva política de prevención del virus H1N1 por parte del Ministerio de Salud Nacional.
La omisión revela otro aspecto, y es la existencia de un sub registro de muertes maternas en la Ciudad, con sistemas de información deficientes en los hospitales porteños. “Queda claro que esto se da en un marco más general de falta de cuidado por parte del Gobierno de la Ciudad de lo que es la salud para la gente de la ciudad, por decirlo de una forma suave”, dice José María.
Pues bien: ¿qué quiere decir que haya un sub registro de causas de muertes maternas en los hospitales públicos de la Ciudad? “Quiere decir –afirma- que se están muriendo madres de todas las edades sin saber a ciencia cierta cuál fue la causa del fallecimiento o, mejor dicho, sin que quede lo suficientemente especificada. Esto lógicamente impide que se trabaje seriamente para abordar los problemas de salud de la población.”
Paradójicamente, también muestra que aquellas muertes que menos se registran son las que menos importan, como en el caso del aborto. El perfil epidemiológico de estás mujeres es el de los sectores más pobres, con menos recursos económicos y con menos acceso a sistema de salud porteño.
Para hacer esta investigación, la Sociedad (SOGIBA) tuvo acceso a las diferentes historias clínicas de las mujeres fallecidas. Y en ellas se pudo discriminar entre las registradas “como muertes maternas” y las muertes ocurridas “por causas obstétricas”. Esas muertes eran las que estaban sub registradas.
Nacimiento y muerte
Según la definición extraída de lo que establece la Organización Mundial de la Salud la muerte materna significa “la muerte de una mujer mientras está embarazada o dentro de los 42 días siguientes a la terminación del embarazo, independientemente de la duración o el sitio del embarazo, debido a cualquier causa relacionada con o agravada por el embarazo mismo o su atención pero no por causas accidentales o incidentales”.
El informe da cuenta de que la omisión es del 70% para el total de establecimientos y tipo de causas. Es decir, que del total de estas muertes ocurridas en Buenos Aires en el 2008, mucho más de la mitad se trató de muertes por causas directas. Dice el informe: “Las frecuencias más altas correspondieron a abortos, preeclampsia y eclampsia, y tromboembolismo, que son además las causas con mayor sub registro. También es destacable la proporción de defunciones por causas maternas entre las de 20 a 29 años.” Hay un dato más: es notable la concentración de sub registros por causas maternas dentro de los 42 días después del parto. Veamos en detalle.
Se encuentran las llamadas Muertes Maternas Directas, cuya trascendencia se concentra en mujeres pobres de entre 20 y 33 años. Pobres y jóvenes. Las causas que producen las muertes son varias y de nombres rarísimos que sugieren un universo de signos tremendos, y para definirlas nos ayudó otra militante de la salud pública, Paula Gomes Fantasía. Paula simplifica y echa luz sobre los significados para que se entiendan un poco más: “Los abortos significan la interrupción espontánea o inducida del embarazo, la enfermedad trofoblástica se trata de la malformación en el crecimiento de la placenta, la preeclampsia y eclampsia es la alteración en la presión arterial normal de la embarazada, cuadro de hipertensión inducida por el embarazo, etc., la trombosis y tromboembolismo y hemorragias son trastornos que rompen el equilibrio entre la coagulación y la pérdida o salida de sangre de su cause normal, o sea los vasos sanguíneos.”
El informe incluye apreciaciones distintas en el acceso a los casos: “En un caso no se accedió a la historia clínica y por referencias se sabe que la paciente ingresó con shock séptico (una infección diseminada en todo el cuerpo) y falleció poco después. Otro caso llegó premortem y no hubo posibilidades de evitar el resultado.” Es un decálogo de efectos monstruosos: mujeres con perforaciones uterinas, gangrena, etc.
La información sobre la edad y el sector social afectado supone cuestiones notables que incumben a las políticas de salud. ¿Tenían acceso a métodos de anticoncepción? ¿Cuáles fueron las condiciones de los abortos practicados?
La relación entre las muertes maternas sub registradas en el año 2008 y las muertes registradas es que las sub registradas resultan ser el doble.
El informe supone que “la omisión de registro de causas maternas y otros datos del evento reproductivo en las muertes institucionales reportadas en los Informes Estadísticos de Defunción (del Subsistema de Estadísticas Vitales del Sistema Estadístico de Salud de la CABA) se debe, básicamente, a: 1- Déficit en la captación y registro de información en el Informe Estadístico de Defunción y en las historias clínicas elaboradas en los establecimientos. 2- No valoración de la calidad de información como dimensión de la calidad de atención.”
Ante cada mujer fallecida cabe la pregunta sobre la posible existencia de un embarazo en los 12 meses previos a su muerte. Eso es lo que permite inscribir esa muerte en el universo de las muertes maternas.
El dato es esencial en la ciudad porque “las complicaciones del embarazo, parto y puerperio” atendidas –en su mayoría– en establecimientos del subsector público “se ubicarían entre las principales causas de defunción de las mujeres en edad reproductiva”. Esto refuerza el valor de poder contar con esta información, porque lo que se sabe se puede solucionar.
Y lo que se sabe, y se tolera vergonzosamente desde hace años, son las miles de mujeres pobres que mueren a causa de los abortos, y de todas las causas descriptas.
En todos los barrios se cuecen habas.
Alcanza con ir a un centro de salud en uno de los barrios de Villa Soldati para percibir que las cuestiones vinculadas con los problemas de la salud pública se resuelven mucho mejor de boca en boca y con solidaridades informales.
Una de esas soluciones se llama Oxaprost, unas pastillas que cumplen la función de píldoras abortivas, ya que uno de sus efectos es que genera contracciones uterinas. No sólo eso, sino que resulta una solución popular: un blíster de cuatro pastillas cuesta no más de 300 pesos, y se consigue en algunas farmacias o por internet.
Hablamos con una de las enfermeras que trabaja en la zona no menos de doce horas diarias (¡y que no alcanza a ganar mucho más que 3000 mangos!) y confiesa que más de una vez ha asesorado en el uso de esta pastilla -guiada por su infatigable espíritu solidario- para evitar que las agujas de tejer y demás menesteres que resultan ser las operaciones de mala muerte se llevan la vida de cientos de mujeres.
“Una pastilla se toma por la boca y la otra se pone en el cuello del útero”, dice. La acción se puede hacer entre las seis y las doce semanas del embarazo. El contexto es el barrio de Villa Soldati, a pocas cuadras del Hospital Piñero, donde se registran la mayor cantidad de casos de mortalidad materna e infantil. “Cagate de risa, pero esto está haciendo bajar el índice de muertes”, dice entre la desolación pública y la solución concreta. “Un aborto bien hecho sale no menos de 2000 pesos, y quién lo puede pagar.”, remata. Ya se sabe.
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