jueves, 23 de diciembre de 2010

LA NAVIDAD DE LA GLOBALIZACIÓN




Ya armé el el arbolito de navidad en el lugar de costumbre, y esta vez lo decoré con lo que tenía a mano. No se imaginan lo diferente que quedó, si comparado con los árboles que vemos en la televisión o en los negocios que en esta época venden felicidad y solidaridad en cómodas cuotas mensuales.


La verdad es que no disponía de una estrella para ponerla en la puntita del árbol, ni las lucecitas para colgarlas en las ramas del pino sintético, ni siquiera un poquito de nieve artificial para rociar todo el arbolito, por eso me conformé con lo único que tenía.


De adornos, colgué algunos gritos de dolor en todos los idiomas, y también algunas fotos en colores de algunas víctimas anónimas de los daños colaterales; sí… ésos que estuvieron tan de moda durante todo el año; y unas cajitas color verde esperanza llenas de pequeñas muestras gratis de ingratitud multiuso; y colgué también unos videos de varios bombardeos indiscriminados, y el DVD que muestra unos 3 o 4 asesinatos selectivos y un par de sangrientos ataques suicidas, y, sí, claro - no podían faltar - llené las ramas de papelitos brillantes y de todos los colores con los nombres de las guerras iniciadas este año, y de los líderes que las gestaron y las parieron.


Como no tuve mucho capital para comprar los regalos que se acostumbra distribuir en estas fechas, no me quedó otra alternativa sino poner a los pies del árbol lo poco que tenía en casa para dar y regalar.


A mis hermanos - en unas hermosas cajas envueltas en papel rojo y con un gran moño de seda adornándolas - les regalé mi perdón por no haber conseguido frenar la Injusticia, aunque sé muy bien que la rechazaron en cada una de las tantas veces que dijo presente en nuestras vidas.


A mis otros parientes - dentro de vistosos paquetes multicolores - les brindé un sincero mea culpa por no haber ni siquiera intentado luchar contra la mundialización de la desvergüenza.


A algunos de mis lectores y amigos - envuelta en la hoja de avisos fúnebres del periódico - les ofrecí mi impotencia argumental por no haber sabido convencerlos de la necesidad de luchar contra la sistemática violación de los derechos humanos.


A mis enemigos - bien desnuda - les entregué la metáfora de mi pobre espalda para que continúen usando el azote de la intolerancia hasta que estén cebados y la vida los sorprenda y les regale una magnífica lección de arrepentimiento.


A los gobiernos de los países que me hacen temblar de emoción, les escupí - en una urna virtual - mi desesperación por ver que no quieren erradicar la desigualdad - como prometieran sus mandamases - sino institucionalizarla, como más conviene a los titiriteros de los dichos y de los hechos.


Bueno, para terminar, solo me queda desearles que tengan buen provecho en la cena navideña. Dicen los que saben que este año el menú será un homenaje a la niñez.


Sí. Parece que prepararán niños envueltos a la vinagreta recién llegados de Palestina e Israel, de Afganistán, de Colombia, de Irak y de África. Comentan los bien informados que algunos de ellos todavía respirarán a la hora de servirlos.


¡Ah!... Y de postre, niños de la calle con crema, una especialidad de la cocina latinoamericana. Como ven, será una cena muy especial para el que pueda hacer de cuenta que aquí no pasa nada. ¡Feliz Navidad y buen provecho! Yo, como siempre, no puedo. Ni lo uno, ni lo otro.



Bruno Kampel

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