domingo, 19 de diciembre de 2010

"YA HAY MUCHOS LUGARES DEL CONURBANO DONDE LA POLÍTICA SE PAGA CON DROGAS"


En su doble condición de cura villero y aspirante a un doctorado en Berkeley, Rodrigo Zarazaga analiza el sistema de clientelismo que entrelaza intendentes, punteros, policías y narcotraficantes.


Por Gustavo Sierra


Tiene la experiencia a dos puntas. Por un lado es un cura villero. Por otro, está terminando su doctorado en Berkeley y Harvard. Y ya se convirtió en una estrella en la academia tanto estadounidense como argentina por su trabajo sobre el clientelismo político en los municipios del Gran Buenos Aires. Entrevistó a más de 200 políticos del conurbano, y entre ellos a 120 punteros. Más de una vez fue sacado a punta de pistola y muchas otras tuvo un acceso extraordinario por ser sacerdote. Y pudo comprobar de primera mano cómo funciona el sistema político argentino en su distrito más relevante. Luego, lo pasó por el tamiz de la teoría de los juegos, tan de moda entre los intelectuales de todo el mundo, y elaboró un complejo y exacto panorama de ese entramado conformado por intendentes, punteros, policías y narcotraficantes ¿Es posible erradicar esta forma clientelar de hacer política? Por supuesto que sí. Creo que estamos así porque hay culpables. La sociedad argentina en su conjunto no es inocente. Y las villas y la pobreza son consecuencia de lo que somos como sociedad. Pero hay algunos más culpables que otros y hay una clase dirigente que es directamente responsable. Pero también creo que puede surgir otra clase dirigente que cuente con los apoyos necesarios para generar algo distinto. Soy profundamente optimista.


¿Por donde empezaría para erradicar el clientelismo? El gran problema a resolver es la ausencia del Estado en los lugares de marginalidad. Tenemos que hacer presente al Estado y no de una manera arbitraria. Hay que proveer los bienes sociales y públicos en las villas y asentamientos, y hay que empezar por la educación, que es donde se ve la mayor falencia.


¿Cómo es posible que las autoridades permitan que haya sectores urbanos sin presencia del Estado? Hay políticas erróneas. Hay manejos del presupuesto basados sólo en el clientelismo político. El déficit es enorme y de ese déficit hay beneficiados y culpables de que el dinero no llegue a quienes tiene que llegar.


Y esa ausencia del Estado se produce en territorios impensables.


Sí, a veces en una misma cuadra. Lo curioso es que lo que denominamos como “ausencia del Estado” es algo mucho más complejo porque se trata de una “presencia arbitraria del Estado”. El Estado llega a los pobres muchas veces canalizado por punteros políticos, por clientelismo, que implica un manejo discrecional y arbitrario. Un puntero en una villa maneja recursos del Estado y tiene un sueldo del Estado. O sea que se convierte en la presencia de un Estado distorsionado. El Estado de bienestar ecuánime frente a la persona necesitada llega mediado a través de un puntero que tiene un manejo arbitrario y discrecional.


¿El Estado delega en ese puntero en vez de hacerlo en las instituciones o autoridades constituidas? De hecho, se mezcla el burócrata del Estado con el representante partidario, lo que no debería ocurrir. Por ejemplo, hay muchas salas médicas en el conurbano manejadas por un puntero que no tiene el más mínimo conocimiento del cuidado de la salud, pero sí sabe quiénes son los clientes a los que conviene darle atención y a quiénes repartir los medicamentos, como medio para conseguir más votos para su partido.


Y de esa manera construyen poder territorial.


Exacto. De hecho, el conurbano es una sucesión de jefes territoriales. El peronismo es hoy una asociación de jefes territoriales y el futuro de ese partido está determinado por cómo se asocien esos jefes.


¿Y esto hace que todo quede en manos de gente sin mayor formación? No todos los intendentes del conurbano son lo mismo. Hay algunos con mucha más capacidad de gestión y honestidad que otros. Hay una gran diferenciación y solemos injustamente agruparlos. Incluso, solemos creer que este reparto territorial es una exclusividad del peronismo y uno se encuentra con intendencias en manos de otros partidos que establecen el sistema de poder exactamente de la misma manera. Es cierto que se nota una falta enorme de formación y capacidad de gestión en los cuadros políticos. Eso es notable sobre todo en los concejales de las municipalidades. No todos los concejales están capacitados, por ejemplo, para leer un presupuesto.


¿La política quedó en manos de los que tienen la piel más dura para resistir en el poder? En ese sentido, todos nos enfrentamos a un desafío enorme de la participación. Las personas “más o menos normales” no participan de la política. Pero mientras las personas formadas, los que tienen algún interés por el bien común, no participen, los puestos políticos van a estar cubiertos por los que estén disponibles y que no necesariamente van a ser los mejores cuadros.


Es que la política se entiende en muchos casos como una vía de ascenso social y económico.


Sí, hay una extendida mercantilización de la política. Después de entrevistar a unos 200 políticos en el conurbano, todos coinciden en que la política se hizo rentada. Cuando hablás con los punteros, los referentes barriales, que están en lo más bajo de la pirámide, te dicen que “nos hicimos rentados y perdimos el sentido de la militancia cuando notamos que arriba se enriquecían”. La gran mayoría de los punteros me dijeron abiertamente que ellos ante cada cosa preguntan “¿cuánto hay?”.


Todo esto, enmarcado en una profunda marginalidad.


El clientelismo político no es el problema sino la consecuencia. El problema de fondo es la pobreza. Porque el clientelismo se arma cuando lo único que te queda por vender es el voto. Cuando logremos dignificar a toda esa gente que ahora permanece en la marginalidad, el clientelismo político se va a estrechar notoriamente. Nadie va a vender su voto por un paquete de arroz.


¿La erradicación de la pobreza más extrema libera a la gente del clientelismo? Sí, hay un ejemplo muy claro de esto en Chicago, en Estados Unidos, durante los años 30 y 40. La familia Daley manejó un aparato clientelar inmenso entremezclado con la mafia. Hasta que llegó un momento en que el crecimiento económico benefició a los más pobres y el voto se les convirtió a los Daley en algo muy caro. Fue cuando apareció uno de los hijos que se tuvo que dedicar a la gestión y lo hizo en forma exitosa. Era más barato hacer política honesta que estar comprando votos.


Al mismo tiempo, para mucha gente, esa bolsa de comida que le hace llegar el puntero representa su única forma de subsistencia.


Exacto. En ese sentido hay que reconocerle al peronismo su enorme capacidad por permanecer junto a los pobres. Más allá del clientelismo, finalmente son la única presencia -distorsionada o no- del Estado ante cientos de miles de personas. Los otros políticos pasan por ahí, como me decían en una villa, “como el cometa Halley, una vez al año y nadie los puede ver”. El puntero peronista no pasa por la villa, es de la villa.


Lo más grave es cuando los punteros se mezclan con las mafias.


Sí, al funcionar en zonas de marginalidad, están necesariamente muy en contacto con las actividades clandestinas. Sobre todo en el manejo de la droga.


¿Habla del manejo de la política a través de la droga como vemos en otros países latinoamericanos? Ya hay muchos lugares del conurbano donde la política se paga con drogas. Particularmente, la movilización. Cada vez que un puntero tiene que garantizar la presencia de grupos de choque, barrabravas de algún club o lo que sea, lo hace repartiendo droga. Yo mismo estuve en dos o tres micros que salían de los barrios para alguna movilización y antes de cerrarse la puerta el puntero repartía “los pases”, bolsitas de coca.


Los narcos ya están presentes en casi todos los barrios y los vecinos no los pueden denunciar aunque quisieran.


Si, los más pobres son rehenes de estas prácticas, aún más que la clase media y alta. Todos saben en un barrio quién trafica paco o coca. Y uno se pregunta por qué no se puede eliminar eso. Bueno, por toda esa trama del sistema de la que estamos hablando.


Si hubiera algún puntero que quisiera terminar con todo esto en su barrio, ¿cree que podría lograrlo? El puntero no logra controlar el barrio como se piensa y mucho menos en la relación con las bandas delictivas. Ahí es necesaria la presencia del Estado a través de la policía para acabar con la mafia.


¿Qué papel debe jugar la Iglesia en todo esto? ¿No tiene una responsabilidad particular en la formación de los nuevos dirigentes? Sí, claro. La presencia de la Iglesia es menor hoy en los barrios de lo que fue. La falta de vocaciones nos afecta particularmente. Pero la Iglesia está en deuda no sólo en cuanto a la formación sino en el hecho de no incentivar suficientemente a sus militantes para que participen en política. En algún momento entendimos a la política como corrupta y dejamos de entusiasmar a nuestros propios cuadros a participar.


En este contexto, ¿cómo puede seguir siendo tan optimista? Con el marco internacional favorable para una economía como la Argentina, tenemos una oportunidad única en esta próxima década para terminar con la pobreza extrema y la marginalidad. Tenemos la gente idónea para elaborar esas políticas y sólo deberíamos determinar qué partido, quién y cómo las va a llevar a cabo. Ahí reside el principal dilema argentino a resolver en las próximas elecciones. Brasil, con dos presidencias revirtió su historia. En dos presidencias se puede modificar nuestra realidad para siempre.

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