El cantante de R.E.M ante la salida del 15° disco de la banda, “Collapse Into Now”, habla de su relación con la fama, de su sexualidad y de su nueva faceta artística.
Por Sean O’Hagan
Michael Stipe camina por el lobby del Hotel Gramercy Park en Manhattan, medio aturdido. Llegó tarde para la entrevista y se disculpa diciendo que tiene “problemas de calefacción” en su departamento. Hablamos un rato sobre el frío, que aún para los standards neoyorquinos, es extremo. “Parece el Artico”, dice.
Viste un saco de tela de cáñamo, jeans, botas de trabajo, una bufanda étnica, un sombrero y una larga barba. Luce saludable. En su saco tiene un pequeño botón de metal que dice Michael Stipe. Es su estilo: arty, juguetón, un poco pretencioso.
Si no existiera una película llamada ¿Quieres ser John Malkovich? (producida por la compañía de Stipe), uno podría imaginarse otro filme llamado ¿Quieres ser Michael Stipe? Como el extravagante actor, Stipe da la impresión de existir dentro de su propio universo. Tiene una cierta “otredad” y no se sabe hasta que punto es natural o ensayada.
Stipe suele hablar lentamente, en pequeñas ráfagas de palabras que muchas veces no suenan como sentencias coherentes. “Hay shows de TV a los que no voy porque no hablo como ellos, no pienso como ellos. Tratar de meterme en ese mundo es disminuir lo que tengo para ofrecer. Y yo tengo algo para ofrecer, sólo que es en un lenguaje diferente”.
Hoy Stipe parece relajado, reflexivo y hablador. Mis entrevistas previas con él no habían sido buenas: en 1988 era encantador pero críptico, como sus canciones de entonces. “Eso fue hace mucho tiempo. En esa época no sabía cómo hablar con la prensa, ni cómo mirar a alguien a los ojos y cerrar una idea. Ahora lo hago mejor, pero esa inseguridad de no ser del todo articulado la voy a llevar siempre”, dice.
A los 51 años, Stipe lleva treinta como líder de R.E.M. El nuevo álbum de la banda, Collapse Into Now , es su decimoquinto. En el medio, el grupo ha pasado de ser de culto, a santos del indie y de ahí al superestrellato mundial. El cambio se dio en 1991, con la canción Losing My Religion . Causó un cambio sísmico en sus vidas, que el bajista Mike Mills describió como no del todo positivo. Si antes de eso Stipe tenía sus problemas con la fama, luego de pasar a hacer giras por estadios ya la relación se transformó en un trauma.
“Tenía que luchar con muchas contradicciones. Nos empezó a venir a ver la “juventud de Reagan”. Ya R.E.M. no era nada más que para los freaks, los gays, las chicas gordas, los estudiantes de arte y los fans de la música indie. De golpe teníamos un público que si me veía en la calle sin saber quién era me pateaba. Exagero, pero era un público que no estaba de acuerdo con mis ideas políticas y que no le gustaba del todo mi forma glamorosa de actuar o mi sexualidad. Los miraba y pensaba: ¿qué hago?”, analiza.
La banda, todos amigos adolescentes de Athens, Georgia, sobrevivió a ese trauma y a la salida de uno de los miembros originales, el baterista Bill Berry, que abandonó R.E.M. En 1997 años después de colapsar por un aneurisma cerebral en un escenario. Otro problema ocurrió en 2001 cuando el guitarrista Peter Buck fue arrestado por agredir, borracho, a dos azafatas.
El nuevo álbum, como su anterior, Accelerate , suena como el de un grupo que ha redescubierto sus ganas después de una serie de discos que parecían en piloto automático. Hay canciones pop y otras de rock más duro, y pequeñas cancioncitas que no podrían haber sido hechas por nadie más que por ellos. Como siempre, hay una fina línea que separa lo que es “estilo” de “fórmula”. Y, como siempre, las elípticas letras de Stipe, depende cómo uno las mire, son lo más intrigante o lo más irritante del conjunto.
De hecho, una canción, Mine Smell Like Honey (El mío huelo a miel) podría ser la primera canción de la historia acerca del olor a gases. El no lo confirma ni lo niega. Y otra, Me, Marlon Brando, Marlon Brando and I , es una meta-canción pop que referencia al tema de Neil Young, Pocahontas . “La canción trata de irle a pedir consejo a Neil”, dice. ¿Sucedió eso? “No, lo inventé, pero es sincero. Admiro a Neil, aunque nunca fui a pedirle consejos”.
Michael Stipe no es una estrella de rock convencional. Es muy inteligente y muy curioso. En sus ratos libres es activista político, productor de cine, fotógrafo y artista conceptual. Su más reciente obsesión es hacer réplicas en bronce de objetos que lo fascinan: una Polaroid, un microcassette, o un diario. “Hace cinco años me senté y me dije: ‘Quiero hacer esculturas’. No sé de donde salió y ni siquiera sé que es una escultura hoy en día, pero me golpeó como un camión. Así que estoy explorando esta fascinación”, dice.
A menudo parece que a Stipe lo consume cada nueva obsesión creativa. ¿Es un obsesivo? “Sí, por Dios, sin duda”, dice y se ríe. “Trato de resolver algo con eso. Pero no lo hago por motivos egoístas. Hay un ego y un deseo de ser amado que es colosal y muy peculiar en las personas públicas, pero creo que eso puedo controlarlo. Con las obras de arte es más una necesidad de crear, de expresarme de otra manera. Es algo que tengo que sacar de adentro”.
Con esto, Stipe parece querer reconvertirse a la manera de su máximo ídolo y gran amiga, Patti Smith. Como ella, es un artista multifacético, si bien haciendo música es algo más postmoderno que ella. Stipe no es rock & roll como Patti, si bien comparten la facilidad para escribir letras que se meten en el inconsciente e imágenes que fluyen como sin editar. Varias veces ha hablado del impacto que le provocó Horses , el clásico de Patti Smith, cuando él sólo tenía 15 años. “Me destrozó las costillas y me las volvió a poner en otro orden. Fue como ‘Shit, yeah, ¡por Dios!’. Y después vomité.” Las canciones que Stipe escribió a principios de los ‘80 fueron las primeras pistas de su personalidad. La mayoría son crípticas, impresionistas y difíciles de interpretar. Su estilo al cantarlas lo evoca el título de su álbum debut: Murmur (83). Siempre daba la impresión que quería luchar contra lo obvio, una postura que se contradecía con su habilidad para escribir grandes canciones y estribillos pop. “Hay algo de verdad en eso. Aprendí a divertirme jodiendo con el medio. Y la canción pop es un medio genial para darlo vuelta ... Pero tomó un tiempo.” Stipe nació en Decatur, Georgia, en 1960, hijo de un militar que hacía mudar a su familia de Alabama a Illinois, y de ahí a Alemania. Hoy, Michael sigue siendo muy cercano con su familia. Políticamente, es ambientalista, feminista y lucha por los derechos humanos. “Las grandes armas usadas contra el pueblo norteamericano son el miedo y la ignorancia. Mantener a la gente distraída y sin educación para que no puedan formar su propia opinión es un arma terrible. Y el miedo es peor. En este país se usa el miedo y la ignorancia para dividir y conquistar, y para establecer intereses particulares que no son los de la gente”.
Viste un saco de tela de cáñamo, jeans, botas de trabajo, una bufanda étnica, un sombrero y una larga barba. Luce saludable. En su saco tiene un pequeño botón de metal que dice Michael Stipe. Es su estilo: arty, juguetón, un poco pretencioso.
Si no existiera una película llamada ¿Quieres ser John Malkovich? (producida por la compañía de Stipe), uno podría imaginarse otro filme llamado ¿Quieres ser Michael Stipe? Como el extravagante actor, Stipe da la impresión de existir dentro de su propio universo. Tiene una cierta “otredad” y no se sabe hasta que punto es natural o ensayada.
Stipe suele hablar lentamente, en pequeñas ráfagas de palabras que muchas veces no suenan como sentencias coherentes. “Hay shows de TV a los que no voy porque no hablo como ellos, no pienso como ellos. Tratar de meterme en ese mundo es disminuir lo que tengo para ofrecer. Y yo tengo algo para ofrecer, sólo que es en un lenguaje diferente”.
Hoy Stipe parece relajado, reflexivo y hablador. Mis entrevistas previas con él no habían sido buenas: en 1988 era encantador pero críptico, como sus canciones de entonces. “Eso fue hace mucho tiempo. En esa época no sabía cómo hablar con la prensa, ni cómo mirar a alguien a los ojos y cerrar una idea. Ahora lo hago mejor, pero esa inseguridad de no ser del todo articulado la voy a llevar siempre”, dice.
A los 51 años, Stipe lleva treinta como líder de R.E.M. El nuevo álbum de la banda, Collapse Into Now , es su decimoquinto. En el medio, el grupo ha pasado de ser de culto, a santos del indie y de ahí al superestrellato mundial. El cambio se dio en 1991, con la canción Losing My Religion . Causó un cambio sísmico en sus vidas, que el bajista Mike Mills describió como no del todo positivo. Si antes de eso Stipe tenía sus problemas con la fama, luego de pasar a hacer giras por estadios ya la relación se transformó en un trauma.
“Tenía que luchar con muchas contradicciones. Nos empezó a venir a ver la “juventud de Reagan”. Ya R.E.M. no era nada más que para los freaks, los gays, las chicas gordas, los estudiantes de arte y los fans de la música indie. De golpe teníamos un público que si me veía en la calle sin saber quién era me pateaba. Exagero, pero era un público que no estaba de acuerdo con mis ideas políticas y que no le gustaba del todo mi forma glamorosa de actuar o mi sexualidad. Los miraba y pensaba: ¿qué hago?”, analiza.
La banda, todos amigos adolescentes de Athens, Georgia, sobrevivió a ese trauma y a la salida de uno de los miembros originales, el baterista Bill Berry, que abandonó R.E.M. En 1997 años después de colapsar por un aneurisma cerebral en un escenario. Otro problema ocurrió en 2001 cuando el guitarrista Peter Buck fue arrestado por agredir, borracho, a dos azafatas.
El nuevo álbum, como su anterior, Accelerate , suena como el de un grupo que ha redescubierto sus ganas después de una serie de discos que parecían en piloto automático. Hay canciones pop y otras de rock más duro, y pequeñas cancioncitas que no podrían haber sido hechas por nadie más que por ellos. Como siempre, hay una fina línea que separa lo que es “estilo” de “fórmula”. Y, como siempre, las elípticas letras de Stipe, depende cómo uno las mire, son lo más intrigante o lo más irritante del conjunto.
De hecho, una canción, Mine Smell Like Honey (El mío huelo a miel) podría ser la primera canción de la historia acerca del olor a gases. El no lo confirma ni lo niega. Y otra, Me, Marlon Brando, Marlon Brando and I , es una meta-canción pop que referencia al tema de Neil Young, Pocahontas . “La canción trata de irle a pedir consejo a Neil”, dice. ¿Sucedió eso? “No, lo inventé, pero es sincero. Admiro a Neil, aunque nunca fui a pedirle consejos”.
Michael Stipe no es una estrella de rock convencional. Es muy inteligente y muy curioso. En sus ratos libres es activista político, productor de cine, fotógrafo y artista conceptual. Su más reciente obsesión es hacer réplicas en bronce de objetos que lo fascinan: una Polaroid, un microcassette, o un diario. “Hace cinco años me senté y me dije: ‘Quiero hacer esculturas’. No sé de donde salió y ni siquiera sé que es una escultura hoy en día, pero me golpeó como un camión. Así que estoy explorando esta fascinación”, dice.
A menudo parece que a Stipe lo consume cada nueva obsesión creativa. ¿Es un obsesivo? “Sí, por Dios, sin duda”, dice y se ríe. “Trato de resolver algo con eso. Pero no lo hago por motivos egoístas. Hay un ego y un deseo de ser amado que es colosal y muy peculiar en las personas públicas, pero creo que eso puedo controlarlo. Con las obras de arte es más una necesidad de crear, de expresarme de otra manera. Es algo que tengo que sacar de adentro”.
Con esto, Stipe parece querer reconvertirse a la manera de su máximo ídolo y gran amiga, Patti Smith. Como ella, es un artista multifacético, si bien haciendo música es algo más postmoderno que ella. Stipe no es rock & roll como Patti, si bien comparten la facilidad para escribir letras que se meten en el inconsciente e imágenes que fluyen como sin editar. Varias veces ha hablado del impacto que le provocó Horses , el clásico de Patti Smith, cuando él sólo tenía 15 años. “Me destrozó las costillas y me las volvió a poner en otro orden. Fue como ‘Shit, yeah, ¡por Dios!’. Y después vomité.” Las canciones que Stipe escribió a principios de los ‘80 fueron las primeras pistas de su personalidad. La mayoría son crípticas, impresionistas y difíciles de interpretar. Su estilo al cantarlas lo evoca el título de su álbum debut: Murmur (83). Siempre daba la impresión que quería luchar contra lo obvio, una postura que se contradecía con su habilidad para escribir grandes canciones y estribillos pop. “Hay algo de verdad en eso. Aprendí a divertirme jodiendo con el medio. Y la canción pop es un medio genial para darlo vuelta ... Pero tomó un tiempo.” Stipe nació en Decatur, Georgia, en 1960, hijo de un militar que hacía mudar a su familia de Alabama a Illinois, y de ahí a Alemania. Hoy, Michael sigue siendo muy cercano con su familia. Políticamente, es ambientalista, feminista y lucha por los derechos humanos. “Las grandes armas usadas contra el pueblo norteamericano son el miedo y la ignorancia. Mantener a la gente distraída y sin educación para que no puedan formar su propia opinión es un arma terrible. Y el miedo es peor. En este país se usa el miedo y la ignorancia para dividir y conquistar, y para establecer intereses particulares que no son los de la gente”.
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