Por Pablo María Sorondo
Soberanía alimentaria y cooperación internacional. El imaginario social posiciona los productos tecnológicos e industriales como bienes exportables, pero ignora los métodos de desarrollo territorial que requieren de conocimiento y experiencia. Desde hace ya dos décadas, este programa del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y el Ministerio de Desarrollo Social, beneficia a más de 3,5 millones de personas en el país y ya fue implementado a otras naciones, como Haití
Puede exportarse un modelo para promover el desarrollo? La respuesta, ahora corroborada, es que sí. Con veinte años cumplidos, el programa Pro-Huerta trascendió las fronteras argentinas para instalarse en otros países latinoamericanos que, sin poseer los medios, persiguen idéntico fin: promover la autoproducción de alimentos y asegurar la soberanía alimentaria de la población.Bajo la conducción del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) –organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación–, junto con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (MDS), Pro-Huerta promueve una dieta alimentaria equilibrada mediante la producción orgánica de alimentos frescos, en pequeña escala, así como la participación activa de la población involucrada. Los participantes, quienes reciben la asistencia permanente del Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable (Profeder), producen sus propias hortalizas, frutas, huevos y carne. En este sentido, el programa les permite satisfacer el 72 por ciento de la demanda diaria de vitaminas y minerales (hierro, calcio, fibras, vitaminas A y C).“Es uno de los proyectos que más se arraigó en la sociedad, un ejemplo de cómo se puede ofrecer capacidad para abastecer y ayudar a los sectores más desprotegidos de la sociedad y no tradicionalmente vinculados con el Inta”, señaló el presidente de ese organismo, Carlos Casamiquela.De hecho, en la Argentina ya son más de 3,5 millones de beneficiarios, con 630 mil huertas familiares y 148 mil granjas ubicadas en más de 3.600 localidades, barrios y parajes de todo el territorio nacional. Esta estructura es posible, además, por la participación de 19 mil promotores voluntarios y el trabajo de unos 700 técnicos. Acaso por esto el coordinador nacional por Inta del programa, Roberto Cittadini, expresó que “Pro-Huerta llega a lugares en los que no existe institución alguna, reconstruyendo el tejido social de las comunidades y fortaleciendo las redes y organizaciones existentes en el territorio”.“El programa Pro-Huerta, de la mano del Inta, ha sido la mayor herramienta que hemos podido darle a cada uno de los huerteros, técnicos y promotores del país”, dijo Liliana Periotti, secretaria de Políticas Alimentarias del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. “Supimos construir una alianza estratégica desde dos miradas: la mirada de la tecnología puesta al servicio de la gente y la mirada de los derechos para cada uno de ellos con la diversidad y calidad de nuestro territorio”, concluyó.Pro-Huerta provee los elementos necesarios para la iniciación de los diferentes modelos de autoproducción: semillas hortícolas, plantines de frutales, animales de granja y material didáctico. En muchos casos, “además de la autoproducción, muchos huerteros suelen asociarse para vender el excedente en ferias o en sus propias huertas. Y eso excede el cubrir la seguridad alimentaria ya que deja redes sociales muy fuertes como lo es aprender a trabajar unidos, realizar trámites, autorizaciones para las ventas… Y allí es donde el Pro-Huerta deja una huella muy positiva en la cultura e idiosincrasia de quienes lo forman”, dijo Cittadini.“Es una iniciativa que nos enorgullece y constituye un ejemplo de cooperación y ayuda concreta a los hermanos latinoamericanos más necesitados”. Así se expresó el canciller argentino, Héctor Timerman, durante la ceremonia de clausura de un curso dirigido a veintidós ingenieros agrónomos de Haití, que recibieron capacitación técnica y metodológica por parte de técnicos del Inta.De esta manera, mediante la articulación de dos ministerios nacionales, los logros alcanzados a escala nacional despertaron interés en diversos organismos y estados de la región, especialmente en 2007, cuando la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Jica) identificó la iniciativa como un ejemplo regional exitoso en la mejora de la seguridad y soberanía alimentarias y apoyó la realización de un curso internacional que capacitó a funcionarios y técnicos de varios países latinoamericanos que comienzan a implementar propuestas similares. Guatemala, Colombia, Perú, Brasil, Venezuela, Ecuador, Panamá y Costa Rica, entre otros, son algunos países que replicaron localmente el desarrollo argentino.Sin embargo, es en la República de Haití donde mejor puede apreciarse la transferencia internacional del programa iniciada en 2005 y su adaptación a las características culturales de esa nación.En Haití, el contexto cambió abruptamente. El 12 de enero de 2010, un terremoto y las réplicas que le siguieron dejaron consecuencias catastróficas: entre 220 mil y 300 mil muertos, incontable cantidad de heridos, destrucción masiva de infraestructura (más de 250 mil casas y edificios fueron destruidos, lo que dejó a más de 1,5 millones de personas sin hogar) y el desplazamiento de unas 600 mil personas hacia zonas menos afectadas por el siniestro.“Esto creó una situación sin precedentes para la que no estaban preparados ni el país ni sus estructuras organizativas: se han derrumbado casi la totalidad de los hospitales, así como escuelas, negocios, iglesias, bancos y edificios públicos”, dijo Daniel Díaz, coordinador de Misiones Internacionales del Inta. Como la catástrofe acentuó la situación de inseguridad alimentaria, entre febrero y marzo de 2010 las instituciones involucradas iniciaron una adecuación del Proyecto Pro-Huerta Haití para el corto y mediano plazo.Algunas cifras permiten dimensionar el impacto positivo de esa adaptación: más de 700 entidades locales participantes, 12.433 hectáreas disponibles, 1.813 promotores voluntarios capacitados (con un 22% de mujeres), 118 escuelas y 12.273 familias con huertas, un equipo de 26 técnicos (23 haitianos y tres argentinos) y 90.975 personas beneficiadas directamente por la mejora en su seguridad alimentaria. El coordinador de Misiones Internacionales del Inta estimó que el total de los beneficiarios subirá hasta 220 mil solamente en los próximos dos años.Hoy, el Pro-Huerta es la principal red de contención de ese país. El proceso se inició en 2005, siempre con el acompañamiento del Inta y el MDS, “como un proyecto-piloto en la zona del Gonaïves, con la participación de la Cancillería Argentina (FO-AR) y actuando con la cooperación técnica y logística del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (Iica)”, explicó Díaz.En ese entonces, los resultados obtenidos favorecieron la extensión del programa a otras zonas del país, a petición de instituciones como el NDI (Plaine de Cul de Sac), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid, Sudeste), el Proyecto de Intensificación de los Cultivos alimenticios (Picv-II/Marndr/Fida, Bajo Plateau Central), el propio Iica, a través de su proyecto de generación de ingresos en medio rural (Pwotokol) y –más recientemente– con la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (Acdi, Artibonite, Centre, Ouest, Nord y Nord-Est).“El proyecto, en su fase actual, constituye una adaptación a las condiciones haitianas de la iniciativa argentina y es un ejemplo de alianzas de cooperación entre Haití, Canadá, España y la Argentina (con apoyo del Iica y Fida) que posibilitó su ampliación a localidades de seis departamentos del país”, añadió Díaz.Para esto fue fundamental contar con un manual de capacitación para huertos familiares, escrito en creóle (el lenguaje criollo que hablan los haitianos), así como la provisión argentina de variedades de semillas hortícolas con un probado buen desempeño en las condiciones de ese país. De todas maneras, los técnicos asesores integraron las especies de obtención local (pwa, congo, gombo, amaranthus, ñame, yuca y plátano, entre otras) para asegurar que los promotores y las familias participantes acepten los alimentos producidos en las huertas.La cooperación internacional entre la Argentina y Haití implicó, además, la asesoría de los promotores e ingenieros agrónomos por parte de especialistas y técnicos argentinos, materializada en diversos cursos y capacitaciones a cargo del Inta, que guiaron contingentes de haitianos por diversas experiencias en las provincias de Buenos Aires, Tucumán y Santiago del Estero.Por otra parte, actualmente las perspectivas de expandir el programa en Haití son muy alentadoras. Para llegar a las 17 mil familias y mejorar la atención en las zonas más afectadas, la Argentina triplicó el envío programado de semillas hortícolas para reforzar el stock disponible: fueron donadas y despachadas 35 toneladas de semilla de frijol negro y maíz para distribuir en áreas rurales y periurbanas. Asimismo, comenzaron a producirse semillas localmente y se prevé que esas acciones permitirán satisfacer el 25% de la demanda. “Además, desde nuestro país se donaron y despacharon 600 juegos de herramientas para huertas, a ser entregadas a promotores comunitarios en zonas afectadas”, completó Díaz.Durante el primer semestre de 2010, por solicitud del Ministerio de Agricultura de Haití y del Iica, la Argentina presentó una propuesta para extender el proyecto actual al resto del país y cubrir los diez departamentos haitianos, lo que involucraría a no menos de un millón de personas. Para Díaz, “esto se lograría con el refuerzo de la cooperación de los países actualmente asociados en el Pro-Huerta Haití y el fuerte apoyo de los países de Unasur que se sumarán a la iniciativa”.Mientras tanto, el programa deja huella y se consolida como una experiencia de aprendizaje y evolución en materia de políticas sociales sostenidas a largo plazo y, en el caso argentino, compartidas por dos ministerios nacionales. En esta línea, el aporte alcanza, también, la reflexión y resignificación del problema alimentario, los modos dominantes de producción, distribución y consumo de alimentos, así como el debate sobre el desarrollo territorial y rol de los pequeños agricultores familiares. Y, por sobre todas las cosas, la clara noción de que la esencia de este programa, como consideró Díaz, radica en “el encuentro con el otro”.
• Los números del Pro-Huerta en la Argentina y Haití ASISTE ARGENTINA: 3,5 millones de personas en 3.600 localidades, barrios y parajes de todo el país.HAITÍ: 90.975 personas en seis de los diez departamentos nacionales y se estima que para 2012 los beneficiarios serán 220 mil.
INTEGRAARGENTINA: 700 técnicos, 19 mil promotores, 9.600 instituciones, escuelas y gobiernos municipales, provinciales y nacionales.HAITÍ: 26 técnicos, 1.813 promotores, 700 instituciones de la comunidad.
INTEGRAARGENTINA: 630 mil huertas familiares, 148 mil granjas (33% en áreas rurales, 40% áreas urbanas, 27% en grandes ciudades).HAITÍ: 42 organizaciones comunitarias, 118 escuelas y 12.273 familias con huertas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario