jueves, 21 de octubre de 2010

OCCIDENTE DEBE EVITAR QUE ESTA CRISIS SE CONVIERTA EN SU DESTINO


Estamos atrapados en uno de los peores escenarios: el capitalismo es incapaz de autorregularse, el movimiento obrero está muy debilitado, no hay pensamiento sólido en las derechas en el poder y la izquierda busca apenas una vida de consumo sin contratiempos.



Por Alain Touraine, SOCIOLOGO FRANCES, PREMIO PRINCIPE DE ASTURIAS 2010


No somos economistas, pero intentamos comprender. Vemos una sucesión de crisis -financiera, presupuestaria, económica, política ...-, definidas todas ellas por la incapacidad de los gobiernos para proponer otras medidas que no sean esas denominadas “de austeridad” . Hay, finalmente, una crisis cultural: la incapacidad para definir un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento . Cuando sumamos todas estas crisis, que duran ya cuatro años, nos vemos obligados a preguntarnos: ¿existen soluciones o vamos ineluctablemente hacia el precipicio , sobre todo respecto a países como China o Brasil? Ni los economistas ni los gobiernos a los que aconsejan han logrado otra cosa que ralentizar la caída. Consideremos, pues, tres crisis: la financiera, la política y la cultural.


2009 . La financiera es la que mejor conocemos en su desarrollo, incluida su preparación, a partir de los años noventa, mediante crisis sectoriales o regionales y “burbujas” como la de Internet, o, más tarde, escándalos como el de Enron. Todo esto, junto con el caso Madoff y, sobre todo, el hundimiento del sistema bancario en Londres y Nueva York, en 2008, nos colocó al borde de una situación excepcionalmente grave. Entonces descubrimos la existencia de un segundo sistema financiero que obtiene beneficios de miles de millones de dólares para los directivos de los hedge funds y también para los grandes bancos y sus traders más hábiles.


Este segundo sistema financiero no tiene ninguna función económica y sólo sirve para permitir que el dinero produzca más dinero. ¿Por qué no hablar aquí de especulación? Estupor. Después de tantos años de fe en el progreso, de resultados económicos muy positivos y de una multiplicidad sin precedentes de nuevas tecnologías, la economía occidental revela una búsqueda del beneficio a toda costa, una pulsión de latrocinio y corrupción . Gracias al presidente Obama y a los grandes países europeos, se evitó la catástrofe. Pero, desde entonces, la situación no se ha enderezado.


Tras la catástrofe de 1929, los estadounidenses llevaron al poder a Franklin D. Roosevelt, que lanzó su new deal . En 1936, Francia recuperó su retraso social con las leyes del Frente Popular.


Hoy, silencio, vacío, nada.


Los países occidentales no parecen capaces de intervenir sobre su economía.


Los economistas responden a menudo que estas críticas no llevan a ningún lado y que las Casandras no hacen sino agravar las cosas.


Pero Casandra tiene razón, nadie propone una solución.


2010.


Las crisis se amplían y se hacen más profundas.


En Europa, de forma más visible, pero también en Estados Unidos. El hundimiento de Grecia, evitado en el último momento y después de perder mucho tiempo, ha revelado que la mayoría de los países europeos, incluidos algunos del Este, como Hungría, estaban en plena caída. Su déficit presupuestario resta cualquier realidad al pacto que quería limitarlo al 3% del presupuesto del Estado. La deuda pública se dispara y sabemos que la situación actual implica una reducción del nivel de vida de las próximas generaciones. Ya ni siquiera se habla de “política de recuperación”, sino de “rigor” y “austeridad”, lo que conduce a muchos gobiernos a reducir los gastos sociales.


El retroceso del trabajo con respecto al capital en el reparto del producto nacional aumenta y acrecienta las desigualdades sociales.


De nuevo, se trata de una crisis política. La ausencia de movilización popular, de grandes debates, incluso de conciencia de lo que está en juego, todo ello revela una impotencia cuya única ventaja es que nos mantiene alejados de efectos, como la llegada de Hitler al poder, de la crisis de 1929. Pero este vacío aparece cada vez más como la causa profunda de la crisis que como su consecuencia.


Ante la implosión del capitalismo financiero, los países occidentales son incapaces de enderezar, e incluso de analizar, la situación. Las poblaciones sufren, pero lo que ocurre en la economía permanece al margen de su experiencia vital. La globalización de la economía ha roto los lazos entre economía y sociedades y las políticas nacionales han perdido sentido.


¿Y qué viene después de 2010? Hay que interrogarse sobre Occidente.


Desde mediados de la Edad Media, Occidente creó un modelo diferente a todos los demás, y lo hizo concentrando todos los recursos, conocimientos, poder, dinero e incluso apoyo de la religión en manos de una élite triunfante. A sí creó monarquías absolutas poderosas y, luego, el gran capitalismo.


Pero al precio de la explotación de todas las categorías de la población , desde los súbditos del rey hasta los asalariados de las empresas, y desde los colonizados hasta las mujeres. Este modelo occidental se basó también en las luchas entre Estados, que terminaron transformándose en guerras mundiales y totalitarismos que ensangrentaron Europa.


En el plano social, la evolución fue inversa. Poco a poco, los que estaban dominados se fueron liberando a fuerza de revoluciones políticas y movimientos sociales. Y los países de Occidente conocieron algunas décadas de mejoría de la vida material, de grandes reformas sociales y de una extraordinaria abundancia de ideas y obras de arte. Pero fue un verano corto .


El gran capitalismo acaba de mostrar de nuevo su incapacidad de autorregularse y el movimiento obrero está muy debilitado. Ya no hay pensamiento en las derechas en el poder.


La única gran tendencia de la derecha es la xenofobia; la única gran tendencia de la izquierda es la búsqueda de una vida de consumo sin contratiempos .


No nos dejemos arrastrar a una renuncia general a la acción.


Existen fuerzas capaces de enderezar la situación . En el plano económico, la ecología política denuncia nuestra tendencia al suicidio colectivo y nos propone el retorno a los grandes equilibrios entre la naturaleza y la cultura. En el plano social y cultural, el feminismo se opone a las contradicciones mortales de un mundo que sigue dominado por los hombres. En el terreno político, la idea novedosa es, más allá del gobierno de la mayoría, la del respeto de las minorías.


Ni nos faltan ideas ni somos incapaces de aplicarlas. Pero estamos atrapados en la trampa de las crisis . ¿Cómo hablar de futuro cuando el suelo se abre a nuestros pies? Pero nuestra impotencia económica, política y cultural no es consecuencia de la crisis, es su causa general. Y si no tomamos conciencia de esta realidad y si no encontramos las palabras que rompan el silencio, la crisis se profundizará aún más y Occidente perderá sus ventajas. Entonces será demasiado tarde para intentar atenuar una crisis que ya se habrá convertido en destino.



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