miércoles, 30 de marzo de 2011

EL ROCK DE LA CÁRCEL


Luces y sombras de la Unidad Penal 48 de San Martín. Desde un taller de música, presos de distintos pabellones van a grabar un disco. Pero en la misma prisión se denunciaron torturas a internos.

Por Tomás Eliaschev


Apenas se ingresa en la cárcel, la sensación de encierro es inmediata. Al pasar el primer control, la anulación de la libertad se materializa en paredes, alambrados, rejas y guardiacárceles. Pese a tanta sombra, en la Unidad Penal 48 de San Martín suceden cosas luminosas. En plena prisión, se conformó el proyecto musical Rimas de Alto Calibre: un grupo de presos está por grabar un disco, con quince temas compuestos e interpretados por personas privadas de su libertad, pero que no perdieron su libertad de crear.Los internos ya pudieron contar sus vivencias en persona a los integrantes de Calle 13, que el mes pasado visitaron el penal. René Pérez “Residente”, junto a su hermano Eduardo Cabra “Visitante” y la cantante cubana Diana Fuentes, charlaron con los presos, conociendo las labores artísticas, entre ellas el inminente CD, que incluye cumbia, rock, country, chacarera y hip hop, con letras que hablan de las vivencias de los internos y sus reflexiones, además del siempre presente tema del amor y la soledad.Las penitenciarías argentinas no se caracterizan por respetar los derechos humanos: hacinamiento, mala alimentación y torturas, incluso asesinatos, son moneda corriente. Las recientes filmaciones en un penal mendocino sobre la violencia que sufren los presos en manos de los penitenciarios son sólo un ejemplo. Pero la Unidad Penal 48, ubicada frente al Camino del Buen Ayre, del otro lado de los basurales de José León Suárez y la Villa “La Cárcova”, tal vez sea la que está en el tope del ranking de abusos. A principios de mes se conocieron gravísimas denuncias: tres detenidos en esa cárcel contaron a la Justicia de San Martín que eran obligados a salir a robar autos, con armas y uniforme de penitenciarios, para después llevar el botín al desarmadero que funciona en el mismo presidio, según publicó Página/12. Un interno que se negó habría sido asesinado y la mujer de otro, violada. También se ventiló que los empleados del Servicio Penitenciario Bonaerense están acusados de hacer fiestas con prostitutas y vender drogas a los presos. En noviembre pasado, un guardiacárcel alcoholizado abrió fuego contra los presos y, según la denuncia, sus colegas amenazaron sin éxito a los testigos para que no dijeran nada. Por la sucesión de escándalos, el gobierno bonaerense relevó al jefe del complejo, Raúl Galeano, y a su cúpula. Además, clausuró el pabellón 12, donde se alojaban los denunciantes, luego de que el subsecretario de Política Criminal e Investigaciones Judiciales, César Albarracín, constatara condiciones de superpoblación y violencia.En paralelo a la cotidianeidad de abusos, en la Unidad Penal 48 se está produciendo un taller de versada popular latinoamericana, que con el tiempo creció y mutó hasta abarcar varios estilos musicales. En una visita a la cárcel, Veintitrés disfrutó de la calidad de la música y el enorme aporte social que genera este emprendimiento cultural, organizado por el Centro de Estudios de la Universidad Nacional de San Martín.No bien se entra en el pabellón educativo, convertido en sala de ensayo y estudio de grabación, se escucha el sonido de una cumbia. Los profesores son dos músicos curtidos en múltiples escenas. El pionero fue Lautaro Merzari, uno de los creadores de Alegrías de a Peso, una banda de ritmos latinos. Merzari es un viajero empedernido, consustanciándose con la música popular campesina. Esto es lo que le está transmitiendo a sus alumnos. Para eso, entre otros músicos, sumó a José Lavallén, guitarrista de la banda The Keruza, y al documentalista Pedro Otero, que está filmando una película sobre la experiencia.Cuando el grabador se prende, algunos de los participantes del taller interrumpen el ensayo y dan sus testimonios. Algunos dan su nombre completo, otros sólo el de pila. El tereré con limón, bien frío, mitiga el calor. El agua es traída en bidones. El penal está ubicado sobre un terreno que era parte de los basurales del CEAMSE y el agua corriente no es potable. En el hall del pabellón, los profesores supervisan y tocan con los presos. “Nunca imaginé estar acá matando una condena con música”, rescata Carlos, de 26 años, de José C. Paz, detenido hace dos años, con una condena no firme por robo. “Entendí todo el daño que produje, tanto a mí como a los demás”, se lamenta. Afuera lo esperan sus dos hijitos y su mujer. En el camino surgen dificultades: “Hay compañeros que fueron trasladados y que son importantes en el disco que vamos a grabar. Pese a eso, seguimos adelante”. Todos extrañan al “Patón”, hoy en otra cárcel y líder carismático de la banda.El taller tiene una particularidad: está abierto a los presos de todos los pabellones. De ahí, la diversidad del grupo que participa del emprendimiento. A la hora de componer y tocar, son una única orquesta, pero están alojados en distintos pabellones: el evangélico, el de policías, el de estudiantes y el de la población en general, que es donde se reciben los peores tratos. Allí está alojado Darío: cejas depiladas, estilo confrontativo y jerga “tumbera”. Desde su experiencia, “acá adentro hay que pararse de manos. Si no, no vivís”. El joven comenta que estuvo castigado en una celda de aislamiento, engrillado. “Estuve once meses engomado, me sacaban para todos lados en acoplado.” Y elogia el taller y la banda que formaron, donde hace coros. “Acá hay una paz bárbara. ¿Sabés lo que tuve que hacer para estar tranquilo? Le pongo la mejor.”Rodrigo Alfonso es correntino. Su familia vive en el barrio Malaver, cerca de la cárcel. Tiene 28 años y está preso hace tres por robo. Tomó su condena como una oportunidad: “Estoy alfabetizando, enseñando a otros presos a leer y escribir. Voy a estudiar sociología. Me gusta dibujar. Hago todo esto porque quiero ser alguien en la vida. Ya fue la etapa de chorro”. Además, están haciendo un taller sobre Rodolfo Walsh, donde publican la revista Hablando del Silencio, que tiene una sección de Solas y Solos. “Acá hay muchos que no tenemos una compañera que nos venga ver. Hace tres años que no veo una mina. Pero bueno, está todo bien, soy poeta, soy el compositor del grupo”, dice, optimista. Y explica su filosofía: “Me gusta Resistencia Suburbana y Bob Marley: él quería libertad y paz. En cana he sufrido mucho, acá se pelea mucho. Y a mí no me gusta. Gracias a eso me gané más amigos que enemigos. Creo mucho en Dios y en la Biblia”.Waldemar Cubilla, otro de los presos prolíficos, es vecino de la zona. “Soy de acá enfrente, de La Cárcova. La cárcel está en el patio de casa.” Su relato denota erudición. “Fuimos aprendiendo lo que es la versada popular: la ‘décima espinel’ es una forma de escribir versada que une a toda América latina. La creó el poeta español Vicente Espinel. Si se respeta esa estructura, se puede tocar una milonga bien argentina o un son cubano. Yo toco el cencerro y la guacharaca”, precisa.Fabricio es uno de los que saben tocar más instrumentos, sobre todo la batería. Incluso, cuenta que llegó a tocar con los hermanos Andrés y Javier Calamaro. “Queremos que la gente vea que este penal no es todo droga y peleas. Hay un montón de gente con ganas que de ser capacitados, formados en oficios, en talleres culturales, como en música, pintura o en deportes. Si tuvieran la oportunidad, serían muy buenos”, se ilusiona, para luego reclamar “menos encierro y más propuestas”. Se suma Marcelo Budiño, que relata que “en la calle y los institutos de menores” aprendió a tocar la guitarra. “Con la música le robás horas al tiempo de encierro. No estás en la cárcel, estás en otro lado”, compara.Ramón, de 23 años, estaba preso por robo desde el 2008. Es uno de los pocos que tiene experiencia previa: “En 2006 tocaba en el grupo Los Guayaba, en mi barrio, San Cayetano, de Beccar. Hacíamos cumbia imitada. Estábamos por grabar un compact pero se desarmó el grupo. Después caí detenido”. Recién volvió a tocar en la cárcel: “Cuando salga me gustaría conocer otros países, así como tuvo la posibilidad Lautaro de viajar por muchos países y aprender música, escuchando tocar a otra gente”. Poco después de esta entrevista, recuperó su libertad y se reencontró con su hija de 5 años. Sigue vinculado al proyecto, tocando la guacharaca.En el patio del penal, con la vista de las ominosas torres de control detrás, Fabiano Pereyra comparte su historia. “Soy brasileño, de Recife, hace dos años que estoy en cana por homicidio. ¿Hay problema si falo en portugués?”, pregunta, aunque después continúa en un comprensible portuñol. “Estoy preso por un homicidio –dice–. Cometí un robo con un supuesto amigo, que después me quiso matar. Y yo no quería morir. Entonces, lo tuve que matar a él con una faca. Me condenaron a nueve años de prisión, con cumplimiento efectivo de pena.” Se enganchó en el taller cuando encontró compinches musicales: “Acá encontré un compañero que compartía el mismo estilo de música que yo, que es el hipi hopi. Empezamos a facer música y algunas letras. A Lautaro le gustó. Compuse una canción que se llama ‘Ansiada Libertad’, donde relato todo lo que te conté”. Para despedirse, rapea a capella: “Ya no veo la hora de salir de este lugar y mi vida otra vez empezar a rearmar”.El “profe” Merzari se entusiasma: “En el taller se respira una gran afinidad musical. Hoy el disco está a punto de ser una realidad, con más de quince canciones originales, compuestas en esas hermosas reuniones (no clases) musicales que tuvimos.” El profesor se despide con una reflexión: “La expresión artística nos hace más humanos y sensibles. Nos da vida, es lo que producimos naturalmente. Y nos transforma en seres especiales”. En medio de tanta oscuridad, las rimas se abren paso. Pronto, se podrá escuchar el resultado de esta inédita experiencia.

1 comentario:

  1. yo tmb aprendi muchas cosas adentro. no es todo tumbeadas ni peleas ,,hay otra cara q la gente ignorqante no ve en los presos,,todos tenemso derecho a una oportunidad, yo me ekivoke y pague,pero hoy en dia laburo y trato de apoco de ser alguien,, saludos y suerte a todos

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