Por María Laura Carpineta
La organización Human Right Watch publicó un informe, basado en decenas de testimonios, en el que asegura que las fuerzas de Nicolas Sarkozy cometen abusos y humillaciones contra las minorías de origen africano y árabe.
Cuando les preguntamos (a los policías) por qué nos pararon, nos dijeron: ‘Un árabe y un negro en una moto en París nos asustan’.” El relato pertenece a Abdi, un joven francés de 25 años que vive en Saint Denis, un suburbio al norte de la capital francesa. La localidad está pegada a la Ciudad de las Luces, a sólo unos minutos en tren, pero la frontera está allí, a la vista de todos. Apenas una estación fuera de los límites parisinos y los ciudadanos blancos desaparecen y surgen los hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes africanos. Hace siete años Saint Denis fue uno de los escenarios de los estallidos sociales que sorprendieron a los parisinos y al mundo con las imágenes de autos y barricadas en llamas. Desde entonces, Nicolas Sarkozy, primero como ministro del Interior y luego como presidente, ha hecho de la presencia policial y, en París cada vez más militar, una prioridad.Aprovechando la atención de la campaña presidencial francesa, la organización Human Rights Watch (HRW) publicó ayer un informe sobre los abusos policiales y la discriminación racial a la que son sometidas las minorías en las principales ciudades del país. El informe “La raíz de la humillación: abusivos controles de identidad en Francia” se basa en el testimonio de decenas de niños y jóvenes negros y árabes que han sufrido en carne propia el ensañamiento de la policía francesa en ciudades como París y sus suburbios, Lille y Lyon. “Un día la policía nos paró tres veces. Salimos del subte, control. Caminamos 200 metros y otro control. Caminamos otros 200 metros y otro control”, relató Khalil a la organización, un joven de 16 años de Sainte-Geneviève-des-Bois, al sur de Paris. En los últimos meses la presencia de militares, vestidos de camuflaje y armados con ametralladoras automáticas, es una postal cotidiana de las principales estaciones de subte parisinas. Se pasean en grupo por los andenes a toda hora. En la estación Gare du Nord, el centro neurálgico del transporte público en el norte de la ciudad, las detenciones e interrogatorios en los pasillos son moneda corriente, y las víctimas de las sospechas policiales son siempre los mismos: jóvenes de menos de 30 años, negros o árabes.Los funcionarios policiales consultados por HRW no lo negaron ni lo desmintieron. “¿Qué quiere que le diga? ¿Que eso no existe?”, contestó Christophe Cousin, director de la Oficina de Asuntos Políticos y Administrativos de la Prefectura de la ciudad de Lille, cuando la organización lo confrontó. El vocero del sindicato policial Unité SGP, Yannick Danio, tampoco se indignó ante la acusación, aunque intentó defenderse relativizándola. “El estilo de la vestimenta continúa siendo el principal factor (para la detención), el origen es el segundo y el barrio es el tercero”, explicó.La impunidad de los policías y de los funcionarios franceses no se sostiene solamente sobre los hombros de un gobierno reaccionario, sino también sobre los de una sociedad racista e hipócrita, que se indigna y sorprende ante denuncias como esta, mientras convive en silenciosa complicidad con ciudades y barrios virtualmente segregados. <
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