Los vecinos, algunos de ellos con decadas de residencia, están enfrentados con el Municipio de Avellaneda por la relocalización de los habitantes de uno de los asentamientos más contaminados del Conurbano bonaerense.
Por F Yofre y S Lofredo
Villa Inflamable, en el Partido de Avellaneda, es uno de los lugares más sensibles del plan de saneamiento de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Allí, 1.300 familias conviven con el Polo Petroquímico, un complejo industrial de 380 hectáreas y 42 empresas, de las cuales 25 son de alto riesgo. Los habitantes del barrio quieren ser trasladados debido a los graves problemas respiratorios, dermatológicos y de contaminación de sangre con plomo, benceno y tolueno que provocan las emanaciones tóxicas de esas plantas fabriles. El plan de saneamiento de la Cuenca incluye la reubicación de industrias, el control efectivo para que no desechen sustancias contaminantes, el emplazamiento de un nuevo parque industrial en la zona y la relocalización de los vecinos que viven allí. Muchos de los actuales habitantes del barrio llegaron antes que las chimeneas, cuando en sus espejos y cursos de agua aún se podía pescar. Otros arribaron allí al ser expulsados del mercado formal e informal de trabajo.Tanto los vecinos como las autoridades coinciden en la necesidad de la relocalización pero difieren sobre cuál debería ser el destino. Para muchos de los habitantes tendría que ser un lugar alejado del Polo Petroquímico. Estiman que, si se alega que allí no pueden vivir por problemas de salud provocados por los gases, deberían irse lejos. Para las autoridades del municipio, sin embargo, no hay riesgos sanitarios y la relocalización puede hacerse en un ámbito próximo para que la gente tenga una vivienda de mejor calidad y con mejores accesos a escuelas y hospitales.“Es increíble que no tomen el factor salud como motivación para la relocalización. Está demostrado que en la zona hay una presencia permanente de 17 gases tóxicos (entre ellos, benceno, tolueno, xileno, tetracloruro de carbono) y de metales pesados, como plomo y cromo”, señala Débora Swistun. Débora es antropóloga, escribió el multipremiado libro Inflamable. Estudio del sufrimiento ambiental (Ed. Paidós, 2008) y vive allí desde que nació. Apoya su análisis en el informe de 2003 que hizo la reconocida ONG Jica (Agencia de Cooperación Internacional de Japón) pero también en su experiencia cotidiana. “En pocas cuadras, hay varios casos de cáncer. En la otra manzana, por ejemplo, hay tres personas afectadas por enfermedades vinculadas a las emanaciones tóxicas. Acá hay gente con leucemia, con ceguera. El plan de saneamiento jamás incluyó un mapeo epidemiológico comparado con estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación. Hay cosas horribles que están pasando, a las mamás de los chicos no les dan los estudios médicos, no se los entregan y es un derecho legal”, denuncia Swistun.Diametralmente opuesta es la mirada del ingeniero Humberto Borsani, responsable de la Secretaría de Producción, Política Ambiental y Empleo de Avellaneda, quien señaló a Miradas al Sur: “Las empresas que están en el Polo no contaminan, porque ahora cumplen con los standards internacionales, gracias a la intervención de la Comisión de Participación Social de Acumar y el municipio”. Para Borsani, el aire no está contaminado “porque está medido por monitoreo permanente”; el problema es el suelo. Ésa es la explicación de por qué no habría inconveniente en relocalizar a los vecinos dentro del propio Polo.La Acumar anunció, a fines del año pasado, la construcción de viviendas para las más de 17 mil familias que residen en villas y asentamientos ubicados en las proximidades del cauce contaminado, entre ellos Villa Inflamable. Miradas al Sur se comunicó con voceros del organismo, quienes señalaron que están estudiando el caso y que en los próximos días plantearán su parecer sobre la situación.
Voces desde la nube tóxica.
Claudia trabaja en Sembrando juntos, una organización social que brinda ayuda comunitaria en el barrio, donde también vive. “Los olores son feos. O te acostumbrás o los recordás todo el tiempo. Cuando presentaron el proyecto lo hicieron como si fuese el paraíso, como diciendo ‘ustedes vienen de la mierda y llegarán a un lugar maravilloso, es lo mejor que pueden llegar a tener’. Pero con la relocalización que nos prometen seguimos estando en el lugar de la contaminación, cerca de residuos patológicos, del Ceamse”, asegura. Según les informaron, el proyecto está en marcha y les darán las viviendas en cuatro años. “Mientras tanto, el juez federal de Quilmes, Luis Armella, no nos deja entrar materiales para arreglar las casas, que con el movimiento de los camiones, se están resquebrajando y tenemos que arreglarlos, mantenerlos. Pero el juez piensa que estamos edificando en lugar de reparar. No tiene en cuenta que es imposible parar a la gente que sigue asentándose, que viene de otros países. Yo quiero vivir dignamente, quiero entrar los materiales por derecha, no coimeando a nadie”, apunta Claudia.La gente de Villa Inflamable tiene un extenso recorrido en la lucha por mejorar su calidad de vida y que llega hasta el día de hoy. La creación de la Acumar y el involucramiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el saneamiento de la cuenca fue motivado justamente por el caso Mendoza, cuyos denunciantes aún viven en el barrio y señalan la imposibilidad de seguir haciéndolo por los daños a la salud comprobados por el estudio Jica y varios toxicólogos que advierten que esa zona no es apta para la vida.
Negaciones y planteos.
El nombre de Villa Inflamable se debe a que durante la década del ’90, las boletas de luz empezaron a llegar con esa denominación porque se construyó una dársena para productos inflamables. Hasta entonces, la zona era conocida como Barrio Porst o La Costa. Para los vecinos se trató de una imposición más. Dicen estar acostumbrados a ser negados, invisibilizados, aunque ahora se encuentran ante una nueva situación. “Esto que ocurre en Inflamable es paradigmático”, afirma Swistun. “Se vuelve a negar la situación de exposición crónica a la contaminación proyectando una solución habitacional, como si el límite de la contaminación de gases tóxicos, de lagunas y bañados, fuera una línea asfáltica representada por la calle Ocantos”. Según señala Swistun, lo cínico de la situación es que para justificar la relocalización a tan pocos metros, desde los ámbitos oficiales se utilizan argumentos que muchas veces plantean los vecinos para negarse a ser relocalizados en destinos lejanos a donde se encuentran. Y es cierto. Es habitual que familias que no quieren ser relocalizadas señalen como fundamentos que ya tienen armada su vida familiar en la zona donde viven, que los chicos van a un colegio cercano, que los circuitos de cartoneo están cerca y son conocidos, que el acceso a la salud lo tienen garantizado donde están. “Es muy hipócrita alegar estos razonamientos para la relocalización de Inflamable ya que aquí nos tenemos que ir por cuestiones de salud. Si nos mudan a sólo 300 metros no se cambia nada”, reclama Swistun.Desde el municipio señalan que “hay un proyecto muy serio para perfeccionar el lugar y volverlo adecuado para vivir. El suelo se va a remediar con una técnica aprobada internacionalmente: se pondrá un relleno textil que separará la parte contaminada de la que no. Aunque estén muy arraigados con el lugar, les cuesta mudarse a cinco cuadras. Nosotros queremos que la gente viva mejor”, advierte Borsani, el funcionario del municipio de Avellaneda.Para la antropóloga-urbanista, en sentido estricto esto no es una relocalización, sino la urbanización de una villa contaminada. “En una parte del terreno que se propone para el plan de viviendas ya viven familias, algunas de las cuales sus hijos participaron del estudio realizado por Jica. Por otro lado, en su adyacencia se anunció en algunos medios que se instalará un parque industrial. Los vecinos de Barrio Porst se quedarán en un sandwich entre las petroleras y un nuevo parque industrial. Los residentes del futuro plan habitacional también seguirán expuestos a la contaminación. No estamos en contra del desarrollo que brinda trabajo, pero esto, a todas luces, no es una solución planificada a la problemática de vivir en riesgo ambiental y tecnológico ni tampoco un desarrollo sustentable”, remata Swistun. La polémica continuará.
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