Denuncia contra la Bonaerense.
Por Sebastian Hacher
Jhonatan Damián Alí llegó al hospital de San Pedro, en la provincia de Buenos Aires, con una herida de bala. Allí lo detuvieron acusado de querer robarle a un policía, y días más tarde lo trasladaron al Hospital Fiorito de Avellaneda para una intervención compleja pero de rutina. Menos de una semana después, cuando le estaban por dar el alta, amaneció al borde de la muerte. La versión oficial es que fue atacado por una bacteria que le reventó un ojo y le dañó varios órganos. Pero los propios médicos que lo atendieron hicieron la denuncia y aseguran que podría haber sido torturado por los policías que lo custodiaban.El lunes 10 de octubre fue feriado. La versión oficial es que a las cinco de la madrugada, un grupo de hombres pescaba en la laguna de San Pedro y tres encapuchados intentaron asaltarlos. Uno de los pescadores era el comisario de la bonaerense Jorge Espíndola, de 55 años y oriundo de Mercedes. Durante el intento de robo –siempre según la versión oficial– Espíndola disparó, los encapuchados respondieron y luego huyeron.A la mañana, desde el hospital de San Pedro llamaron a la familia de Jhonatan para decir que el chico, de 19 años, estaba internado y a punto de ser operado. Lo había llevado su mujer luego de encontrarlo casi desangrado en la puerta de su casa, con una herida de bala con orificio de entrada en el glúteo. El proyectil estaba alojado en la zona lumbal, entre la cuarta y la quinta vértebra. Nadie de su familia pudo verlo: además de herido, Jhonatan estaba incomunicado.El jueves, los médicos decidieron que lo mejor era trasladarlo al Hospital Fiorito, en Avellaneda. A la familia le dijeron que necesitaban doce dadores de sangre. Los voluntarios viajaron a Buenos Aires y se sometieron al pinchazo reglamentario. El viernes lo operaron. El parte posterior fue alentador.–Ya se puede volver tranquila, señora– le dijeron a Liliana Medina, la madre, el lunes, 72 horas después de la operación–. Su hijo ya está para ser trasladado.La mujer volvió a San Pedro en el micro de las 14.30. Jhonatan quedó internado en un sala común, dentro de un box y custodiado por al menos dos policías. Uno de ellos era de San Pedro. El otro, de la comisaría 1ª de Avellaneda, que está a pocas cuadras del lugar. Además de estar débil, el chico estaba esposado a los barrotes de la cama de una mano y un pie. Era imposible que intentara escapar de ahí.El martes no se hizo el traslado que estaba previsto. El miércoles 19 de octubre, un día después, la madre de Jhonatan recibió un llamado.–Su hijo está grave –le anunció una voz del otro lado del teléfono–. Venga urgente.Eran las cuatro de la tarde. Liliana llegó a Buenos Aires lo más rápido que pudo. El nuevo parte era completamente desalentador: estallido del duodeno, hemorragia hepática, pulmón desinflado, ojo hinchadísimo con hematomas y rasguños.–En doce horas –reconoció uno de los médicos– teníamos un paciente completamente distinto al que habíamos visto antes.La madre se desesperó. Las versiones que recibía eran escuetas, a veces contradictorias.–Es un germen– aseguró un médico.–Capaz que se cayó de la cama– especuló otro. O una esquirla de la bala le produjo un desorden en la zona lumbal.–No podemos dar información– reconoció un tercero.El martes por la noche Jhonatan había sufrido una descompensación, y el médico que lo atendía decidió hacer la denuncia en la comisaría 1ª. Pero eso se sabría tres días después. Aquel miércoles, la familia sólo tenía una certeza: Jhonatan estaba siendo operado de vuelta, y peleaba por su vida.–No puede ser que tenga el ojo hinchado y cerrado– se quejaron los familiares cuando intentaron convencerlos de que todo era producto de una infección.El clima del hospital era tan espeso que podía cortarse con un bisturí. Los pasillos estaban llenos de policías de gestos nerviosos. El viernes 21, la familia se contactó con los abogados de la Coordinadora contra la Represión Policial (Correpi). Para entonces, en el hospital ya se corrían rumores de que Jhonatan había sido torturado y de que varios testigos escucharon sus gritos de dolor. Patrocinados por la abogada María del Carmen Verdú, los padres del adolescente presentaron la denuncia directamente en la Justicia. La causa cayó en manos del fiscal Alejandro Rojas, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) N° 3 de Avellaneda. Luego de la presentación judicial, los abogados se enteraron de que la primera denuncia que hicieron los médicos nunca había llegado a destino. La denuncia es por una figura fuerte: torturas.–Pensamos que quisieron darle una especie de escarmiento porque en teoría se enfrentó con un policía –explicó a Miradas al Sur un vocero de Correpi–. Fue de noche y hay personas que escucharon como le pegaban. El fiscal ya entrevistó a los médicos y hay varios testigos. Los pronósticos son reservados. No se sabe si Jhonatan va a sobrevivir.–Ahora parece que le está sangrando el páncreas –aseguró a Miradas al Sur un profesional de la salud que pidió reservar su identidad–. El ojo seguramente lo va a perder. Nunca había pasado algo así en el hospital. Entre los médicos hay un clima de miedo, de mucha inseguridad.La Cicop, la organización sindical que nuclea a los médicos de la provincia de Buenos Aires, sacó un comunicado donde afirma: “Todo lleva a pensar que el paciente fue sometido a una feroz golpiza mientras se recuperaba de la primera intervención”. Y que “por acción u omisión, la Policía Bonaerense aparece como la responsable directa del hecho”. La organización gremial también recordó que en agosto, los ministerios de Salud y Justicia y Seguridad anunciaron un convenio para que los detenidos fueran sometidos a reconocimientos médicos en los hospitales provinciales, al momento de su ingreso y egreso de comisarías. En aquel momento, desde el gremio declararon que si bien compartían el objetivo de la medida –que en los hechos significa relevar a la Bonaerense de esa función– les parecía que se estaba tomando de manera inconsulta y apresurada, sin que los hospitales tengan forma de hacerle frente a esa nueva demanda.Los hospitales, decían los médicos, además de “no contar con el personal ni la capacitación necesaria, y de no poder garantizar tanto para el personal sanitario, como para la persona detenida, como para el resto de los pacientes las condiciones mínimas de seguridad”, tampoco podían garantizar “la inviolabilidad de la documentación surgida de dichos procedimientos” y la “imparcialidad requerida para estos procedimientos”.Los hechos de la semana pasada, reflexionan los médicos en su comunicado, parecen darles la razón. Jhonatan, mientras, sigue en terapia intensiva y en estado de coma. Los médicos que lo atienden volvieron a pedir doce dadores de sangre. En el pedido de un transfusión, el diagnóstico dice una palabra clave: politraumatismo.–Tenemos la esperanza de que se despierte y cuente su versión– dijo anoche su tío a Miradas al Sur.Es duro decirlo, pero los profesionales de la salud no comparten su ilusión.
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