Por Emiliano Guido
En este patio, mateando a la madrugada, le empezamos a decir a Lugo que se lanzara para presidente. Nosotros, el campesinado pobre y los Sin Tierra, somos la base que se va a jugar por él porque el resto de la gente que lo votó no le va a respaldar a muerte.
Si pierde el apoyo campesino está frito, la gente está jugada a que haya reforma agraria”, advertía exactamente tres años atrás Belarmino Balmuena, el Lula de los pequeños productores guaraníes, a un corresponsal de El Dipló argentino que cubría la victoria presidencial de Fernando Lugo. Entonces, Paraguay cambiaba de color tras cuatro décadas del Partido Colorado en el poder y se pensaba que la reforma agraria estaba más pronto que lejos.Hoy, la sentencia de Balbuena tiene viso de urgente. Asunción destila, desde principios de esta semana, un fuerte olor a naranja y mate rancio tras la gran movilización de los carperos –así son llamados vulgarmente los Sin Tierra paraguayos– que se llegaron desde tierra adentro a la capital nacional con su reclamo de “Reforma Agraria ya”. Previamente, la reunión que sostuvieron el último jueves la Liga Nacional de Carperos, los Sin Techo, el Movimiento Campesino Paraguayo y el jefe de Estado Lugo pasó a un cuarto intermedio hasta el próximo miércoles, tras no llegar a un consenso. Mientras tanto, el ex obispo de San Pedro está en el confesionario meditando cómo resolver una colisión estructural que parece irremediable: de un lado, la voz de los poderosos sojeros brasileños que controlan toda la cadena productiva agroindustrial y la principal renta del país; del otro, su base social, los que “lo respaldan a muerte”, según Balmuena.En principio, la zona roja de la problemática de la tierra paraguaya se halla ahora en la zona nordeste de Ñancuday. Allí, centenares de familias ocuparon hace un mes una hacienda conocida como Finca 4036, donde Tranquilo Favero, empresario de origen brasileño, se erige como el supuesto dueño de una propiedad denunciada como improductiva por los carperos. Pero, en realidad, el conflicto de Ñancuday crece como los hongos en la frontera norte de Paraguay. Los Sin Tierra aducen que la dictadura de Alfredo Stroessner regaló títulos rurales a cambio de complicidad y que, hoy, dicho registro catastral sigue en pie. “Unas nueve millones de hectáreas fueron entregadas a jerarcas y adulones de Stroessner. Son aquellos que acumulan riquezas sin pagar impuestos, los que se ofenden porque se les solicita que muestren sus títulos de propiedad y amenazan con un ‘tractorazo’ por una supuesta inseguridad”, protesta el dirigente campesino Ramón Medina.“Cerca del 4% de los propietarios controla el 96% de las propiedades. Si seguimos así vamos hacia el monocultivo y la desaparición de la agricultura familiar; hay una concentración galopante”, recuerda una carpera en declaraciones al matutino ABC Color. Mientras tanto, Lugo estudiará qué hacer o qué decir en la reunión del miércoles con el campesinado. Sólo un milagro podría dejarlo bien parado entre los dos bandos en pugna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario