Cómo operan las bandas que manejan un negocio mortal. Las sangrientas luchas por dominar el territorio. El caso de la villa 1-11-14. Y por qué se debe reformar la ley de drogas.
Por Carlos Romero
Hace diez años, “el veneno de los venenos” llegaba a la Argentina. Lo hizo en silencio, oculto entre los pasillos de los barrios más postergados, mientras el país atravesaba la crisis de un modelo que lo había puesto de rodillas. Se terminaban los ’90, pero en su acto final, la década de la desigualdad y la exclusión se despidió con el beso tóxico del “paco”.Entre 2000 y 2001, los hospitales del Gran Buenos Aires sintieron el impacto de la nueva droga, que en un principio muchos confundieron con un descarte de la cocaína. Los pacientes –la mayoría jóvenes, pobres y villeros– mostraban un deterioro físico y neurológico inmediato. Por su bajo precio y alto poder adictivo, el paco se convirtió en el producto estrella de los narcos, que en los asentamientos de la Capital Federal montaron estructuras criminales con un nivel de complejidad y violencia nunca antes visto. Desde entonces, el consumo no paró de crecer.En mayo próximo, la Justicia dará lo que quizá signifique el paso más importante en la historia de la infructuosa lucha contra este narcótico: el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal Nº 12, a cargo del juez Sergio Torres, elevará a juicio oral una investigación que busca desarticular a la organización narco-criminal más poderosa, antigua y compleja de la ciudad de Buenos Aires.Desde marzo de 2009, Torres concentra en su juzgado 103 causas vinculadas al tráfico ilícito de estupefacientes en los principales asentamientos precarios del territorio porteño. Se trata de un profuso trabajo recopilatorio, con antecedentes que se remontan a 1999 y gracias al cual el magistrado y el titular de la Secretaría Nº 24, Diego Iglesias, lograron descifrar el funcionamiento de la banda de narcos que opera en la villa 1-11-14, del Bajo Flores. Un verdadero cártel en el corazón porteño, capaz de operar a pesar de que dos de sus tres cabecillas están presos y que más de cuarenta de sus miembros están actualmente sometidos a proceso judicial.Las fojas acumuladas en la causa Nº 11.882/2010 constituyen un detallado manual sobre el modus operandi y la estructura operativa de quienes manejan el millonario mercado del paco en la Argentina.La ley del narco. En la villa 1-11-14, además de los vecinos, las madres, los obreros y los estudiantes, existe una empresa criminal, dedicada al tráfico y venta de cocaína, marihuana y paco, que a su vez abastece a otros mercados. Es una banda, en su mayoría integrada por personas de origen peruano, montada y amparada al calor de la marginalidad y de esa mirada al costado que por largo tiempo dieron los gobiernos y la sociedad.Debajo de sus líderes, dos de ellos privados de su libertad pero no por eso fuera del negocio, se extiende una estructura piramidal, dispuesta a defender a sangre y fuego su posición dominante.Junto a los encargados de coordinar y financiar las operaciones, en el territorio de la 1-11-14 los narcos dispusieron una intrincada burocracia de espías, guardianes y vendedores, abocados a un negocio que, sólo para los miembros de la cúpula, significaría una ganancia limpia de 500 mil pesos por mes.Están los “campanas” o “timbres”, encargados de detectar y poner en alerta sobre la presencia de terceros extraños al lugar. Los llamados “soldados”, “marcadores” o “perros” conforman el ejército privado de los traficantes. Son individuos fuertemente armados que impiden el ingreso a las zonas protegidas. Estos “perros”, que se pasean con armas de grueso calibre –incluyendo fusiles FAL–, custodian también a los compradores y a los “punteros” o “corners”, abocados a la venta al menudeo de narcóticos. El transporte de la droga está en manos de las “mulas” o “burritos”, que suelen contar con la ayuda de agencias de remises de la zona.Esta compleja organización piramidal supo ser construida por Marco Antonio Estrada González (alias “Marcos” o Humberto Delfín Reyes); su esposa, Silvana Alejandra Salazar, y su hermano Fernando Estrada González (alias “Piti”). Como casi la totalidad de los integrantes de su gavilla, los hermanos Estrada González nacieron en Perú y llegaron a la Argentina en los ’90. Cuenta la leyenda que Marcos y Piti supieron integrar las filas de la organización terrorista Sendero Luminoso.La pesquisa del juez Torres sostiene que la zona de dominio de la banda fue antes manejada por vecinos de la 1-11-14 que, en su mayoría, eran de origen paraguayo y que fueron expulsados por los traficantes.Como suele suceder en otras estructuras similares, la nacionalidad y los lazos sanguíneos son un criterio ordenador. Aquellos que nacieron en Lima, como los Estrada González, o tienen una relación de parentesco con ellos o con Silvana Salazar, integran el segundo nivel de mando. Y comandan las actividades dentro del asentamiento, en especial desde que los jefes están presos.Entre 2001 y 2004, Marcos estuvo detenido junto a algunos de sus antiguos socios por integrar una asociación ilícita en la 1-11-14, dedicada a una amplia y variada cantidad de delitos. Cuando recuperó su libertad, en 2004, se dedicó a barrer con sus antiguos aliados, desatando una guerra intestina en los pasillos de la villa. El clímax se alcanzó el 29 de octubre de 2005, en la “Masacre de la procesión del Señor de los Milagros” –una festividad peruana–, donde los grupos rivales se enfrentaron, con un saldo de cinco muertos y siete heridos.En 2004, a raíz de la causa 844, el Tribunal Oral Federal (TOF) 2 condenó de nuevo a Marcos por asociación ilícita. Se encontraba prófugo de la Justicia en el Paraguay, donde fue apresado en 2007 y extraditado a la Argentina. Desde entonces, está detenido en el penal de Ezeiza.Hoy tiene otras dos causas abiertas: la 1869, a cargo del TOF 6, por asociación ilícita, y otra por el enfrentamiento de “la cancha de los peruanos”, ocurrida en junio de 1999: en un tiroteo por el manejo de las operaciones fue acribillado Julio Chamorro Revollar, antiguo líder de la banda que integraba Marcos. por este hecho, Marcos fue procesado por homicidios múltiples en 2009 y se le dictó prisión preventiva. El centro de operaciones de los narcos está en ese predio que era una cancha de fútbol y varias veces se llenó de plomo. Hoy es un laberinto de viviendas precarias que se despliega detrás de la llamada “puerta 102”.Allí supieron vivir Marcos y su esposa. Fue antes de que optaran por los lujos de la propiedad de Río Pilcomayo 406, en el barrio privado de “Las Celias”, de Ezeiza. En ese country, Silvina Salazar estuvo cumpliendo una confortable prisión domiciliaria, hasta que en noviembre del año pasado Torres ordenó su detención y traslado a la Unidad Penitenciaria Nº 31, también en Ezeiza.Según está acreditado en la causa, las necesidades de la actividad narco fueron modificando no sólo la vida en la villa, amedrentando a los vecinos o intentando cooptarlos con prebendas, sino que también alteraron la traza de la 1-11-14.La banda comenzó a estrechar los pasillos ubicados en los puntos clave de su área: las manzanas 15, 16, 17, 18, 20, 21, 22 y 23. Algunos de esos caminos fueron cerrados con puertas falsas y, en otros casos, se colocaron barricadas para obstaculizar el paso de vehículos, obligando a avanzar a pie al grupo de irrupción de la División Operaciones Metropolitanas de la Superintendencia de Drogas Peligrosas, de la Policía Federal. En los últimos allanamientos, los efectivos también notaron que las construcciones se están cerrando sobre los caminos, dejándolos virtualmente techados, lo que impide la realización de inspecciones aéreas.La fórmula del paco. Según la investigación sobre la 1-11-14 y otras villas porteñas, en los últimos años el tráfico en la Capital fue adaptándose a los controles más estrictos.Testigos de identidad reservada contaron que en un principio, los cargamentos llegaban en camiones hasta el interior de los asentamientos. Hoy, el traslado se realiza en una escala mucho menor. Todos los días ingresan de dos a tres kilos de droga –sea paco, cocaína o marihuana–. La proliferación de domicilios que la banda tiene en la provincia de Buenos Aires hace suponer que los depósitos donde los narcos “aguantan” la droga están en descampados. Allí podría llegar desde Bolivia o Perú. Ya en suelo bonaerense y a través de autos con compartimientos secretos, el producto llegaría a los puntos de venta.En el caso del paco, los “panes” van de 800 gramos a un kilo y luego se fraccionan en “bochitas” de no más de 25 gramos. Estas bolsas son distribuidas fuera de la villa o en los puntos de venta que proliferan en su interior. Muchos de ellos tienen la fachada de lo que alguna vez fue un quiosco, un almacén o una verdulería. En otras oportunidades, es apenas un agujero en una persiana o en el frente de una casa, por donde se intercambia plata por paco, sin que ninguno de los que participan de la transacción se vea a la cara.Las dosis no pesan más de 1 o 2 gramos. En la 1-11-14 vienen envueltas en bolsitas blancas con cintas negras, para diferenciarlas de la cocaína, que lleva cintas rojas, y la marihuana, empaquetada en bolsas negras de consorcio. El precio de la dosis de paco va de 8 a 15 pesos, según la calidad, el vendedor y “la cara” del comprador.Según los especialistas, en promedio un consumidor con un estado avanzado de adicción puede fumar entre 30 y 40 dosis diarias de paco, lo que supone una cifra que ronda los 350 pesos, muy superior al costo de un gramo de cocaína, que va de los 50 a los 100 pesos, según su calidad. (En términos de mercado, esto cuestiona la clasificación del paco como “la droga de los pobres”.)La pesquisa llevada en el juzgado de Torres no pudo concluir que el “paco” se produzca en las villas. Los investigadores incluso sospechan que esta sustancia puede venir elaborada desde el exterior del país. En principio, en ninguno de los 222 allanamientos realizados desde 2009 se detectó una de las llamadas “cocinas” –donde se procesarían las hojas de coca– ni los laboratorios químicos necesarios para elaborar paco.También fue descartada la idea del paco como un subproducto de la cocaína. Según las muestras aportadas por el juzgado al laboratorio de Toxicología y Química Legal de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, lo que en la Argentina se conoce como paco es cocaína base “estirada”, en el 90 por ciento de los casos con cafeína.El paco es, por así decirlo, cocaína pura, pero esa pureza no significa calidad, sino todo lo contrario. No es clorhidrato –cocaína– ni sulfato –pasta base–: es el alcaloide en su estado más brutal, pero en bajísimas cantidades –0,01 a 0,03 gramos–, lo que genera que su efecto sea tan intenso como fugaz, y la rápida adicción en el consumidor.Juicio y castigo. En mayo, cuando se eleve a juicio oral la causa, veinticuatro procesados por integrar la banda de Marcos, incluido el propio cabecilla y su esposa, serán juzgados por un tribunal, acusados de integrar una asociación ilícita dedicada al tráfico de estupefacientes. Otros 18 ya habían llegado a la misma instancia y muchos de ellos hoy están condenados.Al mismo tiempo, el juez Torres sigue investigando a una treintena de nuevos sospechosos en una pesquisa que también busca descifrar la ruta del dinero narco, incluidos los mecanismos de lavado.Para la tarea que comenzó allá por 2009, Torres y su equipo consideraron fundamental aplicar un criterio interdisciplinario, convocando a especialistas de distintas áreas y generando nuevos materiales con los que comprender la complejidad del mundo paco.Esa mirada integradora, que tanto sirvió a la tarea judicial, podría ser igual de útil en otros ámbitos desde los cuales llevar adelante esta lucha. Una lucha que, a diez años del desembarco del paco en el país, recién empieza._______________________________________________________________________________
"Es un problema nacional”
Por Marta Gómez / Presidenta de Madres en lucha contra el paco
Está muy bien que la Justicia se empiece a mover, pero falta una decisión política. Si no, seguimos con lo mismo: a los pibes los sigue matando el paco. Esto ya es un problema nacional. Registramos un nuevo auge del consumo, y otra vez el paco está en crecimiento. El consumo de paco aumenta frente a otras drogas porque el paco sigue siendo más barato. Nos llaman de los colegios para que demos charlas porque los chicos que consumen son cada vez más chicos. En el 2007, después de que el tema ocupó un lugar en la agenda pública, un poco se había calmado, pero ahora volvió con todo. Lo más terrible es que los narcos ocuparon los territorios, y no se puede tapar el sol con la mano. Encima, el gobierno porteño no está haciendo nada, dejan a los pibes a la deriva.Nosotras seguimos trabajando con proyectos para ver de qué manera los pibes que consumen paco lo dejan y se meten a estudiar, ya sea en el primario o en el secundario. El gobierno nacional da becas, pero no alcanza. Seguimos teniendo las mismas dificultades en los hospitales para que reciban a los chicos del paco. En la puerta de los colegios están los que venden, hasta la Iglesia lo dijo. La policía libera zonas y tiene connivencia con los traficantes. Y las autoridades no hacen nada. Lo que está pasando es muy grave: nos llegaron recientemente denuncias de que hay chicos en el conurbano sur que están endeudados por el consumo y los traficantes les cortan los dedos. Se necesita más decisión: tienen que dejar de perseguir a los perejiles, tienen que ir por los grandes narcotraficantes.(Testimonio recogido telefónicamente)_______________________________________________________________________________
"El paco no mata”
Por Sebastián Basalo, Director de la revista THC
El consumo de paco es un fenómeno social que surgió y creció al abrigo del desmantelamiento de los tejidos sociales producidos por las políticas neoliberales de los ’90, y posibilitado por una nefasta ley de drogas (23.737) que no sólo instituyó una dicotomía entre enfermo y delincuente en el imaginario social, sino que, en su fracasado afán de entretenerse persiguiendo a usuarios en lugar de narcotraficantes, permitió el desarrollo de cocinas de pasta base de cocaína que hicieron aparecer una sustancia hasta entonces desconocida en nuestro país.El paco es mucho más nocivo que varias de las sustancias que circulan en el mercado negro. Pero, al igual que es imperante desarmar el estereotipo fantasmal construido en torno al usuario de paco como el enemigo externo de la sociedad que la mantiene unida a partir de un falso consenso sobre el bien y el mal, justificando los más perversos mecanismos de control social, también es necesario entender que el problema no es el paco en sí como sustancia. El paco no mata. Lo que mata es la eclosión que produce su consumo en la salud de los sectores más desprotegidos, que mueren de hambre, de enfermedades y en enfrentamientos, pero casi nunca por sobredosis. Lo que mata es una ley de drogas que en lugar de ofrecerles ayuda, los discrimina, los maltrata y los convierte en criminales. Así, el consumidor de paco de clases bajas termina siendo un doble excluido: primero se lo excluye como pobre, y luego como drogadicto-delincuente. Los problemas asociados al uso de sustancias nocivas no van a terminar hasta que no se resuelvan las grandes brechas sociales que existen. La despenalización de la tenencia de drogas es un paso vital para terminar con la criminalización que existe sobre los usuarios y que afecta, sobre todo, a los más desamparados. Dejar de llevarlos presos no es quitarles contención, es al menos dejar de molerlos a palos para empezar a tratarlos como sujetos. Y eso, si se piensa en salud, no es poco.
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