Por Eduardo de la Serna Sacerdote. Coordinador del grupo de Curas en pción por los pobres.
El manejo de la información es un tema que está en el centro del debate periodístico últimamente. Y que haya debate significa que hay voces. Voces multiplicadas a partir de programas como 6,7,8, diarios como Tiempo Argentino, la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la posibilidad de que los medios no hegemónicos puedan acceder al papel al mismo precio que los poderosos. El monólogo al que estábamos habituados no quedaba quebrado con el Buenos Aires Herald de tiempos dictatoriales, porque –al fin y al cabo– ¿cuántos lo leían? Esa voz hegemónica, además, se multiplica. Es la que repiten al hablar de Cristina –por caso– El Mercurio (Chile), El Tiempo (Colombia) o El Comercio (Perú). Corresponsales cercanos –sino miembros– del tándem Clarín-La Nación, malinforman a hermanas y hermanos latinoamericanos. Amigas y amigos de esos países, por ejemplo, me consultan sobre diferentes temas nacionales, y siempre, el primer paso es invitarlos a dudar de la información recibida, o de su “proceso”. La no-verdad puede ser sin intención, en cuyo caso toca hacer notar al mal informado de su error, el cual, por ser honesto, se rectificará; o puede ser intencionada, en cuyo caso entramos en el terreno de la mentira. Como hay deshonestidad esa mentira no se retracta, y como se debe mantener, crece y crece como un cáncer, carcomiendo la credibilidad del sujeto en cuestión. Es imprescindible un buen diagnóstico que lleve a encontrar curas a ese cáncer, si es que se quiere curar, lo cual –en muchos casos– parece dudoso. Incluso, en algún caso, se debería extirpar un órgano para realizar una buena biopsia antes que la necrosis sea definitiva. Se me ocurre pensar –por caso– que un medio de comunicación, manejado por un contador, sólo se preocuparía por los negocios, y a veces la mentira “paga bien”, como la corrupción. Pero cuando se empieza a perder, se ponen todos los (muchos) medios al servicio de la mentira; y si esta perdiera una y otra vez, ¿no será momento de extirpar antes que sea irremediablemente tarde? Cuando la información se presenta distorsionada una y otra vez, y se revela falsa una y otra vez, ¿qué se hace?, ¿decir que la viuda está vestida y rezar para que no aparezca un niño que lo desmienta? ¿No sería más sensato empezar a decir la verdad, aunque duela? El modo en que Clarín informó sobre la salud de la presidenta, mientras muchísimos argentinos, estaban sumergidos en la congoja, y el modo en que informó sobre el feliz resultado de la biopsia, se asemejó más a un “viva el cáncer” el primero y un “¡lamentablemente no tenía cáncer! Y nosotros tan ilusionados, ¡¡¡eso no se hace!!!” el segundo, que resulta patético. En lo personal, algunos hemos extirpado todos los medios del Grupo de nuestro acceso a la información. Para no enfermarnos. Es una pena, porque siempre es bueno leer, escuchar o mirar otra campana, voces críticas, segundas opiniones, pero esto, cuando se trata de gente a la que creemos honesta, responsable, sería, no cuando parecen –o directamente lo son– peones al servicio de intereses con los que no comulgamos, a los que rechazamos profundamente y que –además– nos parecen adversarios de todo lo que deseamos y soñamos para nuestro país y para América Latina. Es una pena que no hayan extirpado el tumor CancErosO a tiempo. Algunos creemos que ya es tarde, aunque al caer haga mucho ruido y “se lleve puestos” a muchos. A lo mejor hubiera sido bueno que extirparan a tiempo las mentes enfermas y no que eligieran enfermar a todo un pueblo, aun a costa de la Constitución, que citan cuando les conviene (¡y mal!), alentando modelos perversos y aplaudiendo, a precio de Papel Prensa un genocidio en el que no sólo desaparecieron 30 mil compañeros y compañeras, desapareció un modelo solidario de país y economía, sino que desapareció también el periodismo independiente que –juntamente con la militancia– vemos reverdecer en nuestros tiempos.
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