lunes, 4 de marzo de 2013

"EN LAS CARAS ALEGRES DE LOS JOVENES ESTA LA CARA DE EVITA"

Por Eduardo Anguita.
 
Entrevista a Marcela Castro y Roberto Vacca. Investigadores.
      
Recordar Historias de la Argentina secreta es comprender que ese programa marcó un antes y un después en la televisión y en la forma de investigar. De allí a descubrir que Roberto Vacca y Marcela Castro comparten esta pasión impresionante por la documentación e investigación hay un paso. Evita forma parte de esa pasión.

–Marcela, vos recopilaste un material fantástico...
Marcela Castro:
–Sí, sobre la Ciudad Infantil, por ejemplo. Tiene un valor importante porque no existe más. En el año 1955 se derribó todo el complejo de lo que era este proyecto de una ciudad en miniatura.

–Y que estaba muy cerca de lo que es hoy la cancha de River, en Monroe y Libertador...
M. C.:
–En predios donde la Fundación Eva Perón había utilizado para la Ciudad Estudiantil dos modelos: uno del jardín de infantes y el otro de colegio secundario. El primero desapareció y el otro tiene hoy otras funciones. Tiene una pileta para hacer rehabilitación. La Ciudad Infantil incluso tenía un tren en miniatura que la recorría entera. Todo eso se desmanteló. Sólo quedó la parte administrativa. No era como la República de los Niños, en Gonnet. Lo que quería Evita era tratar de replicar federalmente todas las obras de la Fundación de la que ella sentía particular orgullo.

–¿La sede de la Fundación estaba en la Facultad de Ingeniería?
M. C.:
–Esa era la sede central que se construyó en vida de Evita pero que no llegó a usarse como parte administrativa porque ella enfermó y murió. La Fundación funcionaba en lo que hoy conocemos como el Palacio Legislativo de la Ciudad de Buenos Aires y en las dependencias de la residencia presidencial.
Roberto Vacca: –La residencia presidencial, que llamaban el Palacio Unzué, fue derribada en 1955, cuando vino la revolución fusiladora. Destruyeron todo lo que tuviera una memoria, un recuerdo, un testimonio de la presencia y de la vida de Perón.

–Y el 16 de junio le tiraron varios bombazos que no llegaron a impactar en el lugar.
M. C.:
–Exactamente. Yo recopilé testimonios de la custodia de la presidencia y del personal de servicio de la residencia afectados por ese bombardeo.

–Ustedes, además de investigar juntos este tema, son pareja. Marcela: para mí conocerlo a Roberto fue un enorme orgullo. Su programa de Historias de la Argentina secreta, me ha servido mucho, he usado mucho material de ahí. Y también sus libros con Otelo Borroni...
R. V.:
–Editamos dos libros: La vida de Eva Perón, en Galerna, y Eva Perón, en el Centro Editor de América Latina. El primero fue un libro que nos produjo no pocos dolores de cabeza porque fueron 5 o 6 años de investigación. Y salió publicado en momentos de mucha efervescencia política en los cuales la historiografía oficial trataba de tapar esa historia anterior a su militancia. Fue un error, porque Evita era una persona de carne y hueso que se convirtió de actriz en militante. Ahora es un paradigma del compromiso político y de los cambios revolucionarios que amerita la historia argentina. Evita murió a los 33 años y todo lo que hizo fue en unos pocos años de militancia. Hay que dejar un poco de lado ese folclorismo sobre su vida en el que caen algunos historiadores oportunistas.

–Marcela, me contabas que tu pasión por Evita comenzó de muy chica y en un momento del país muy interesante.
M. C.:
–Sí. Mi tía me llevaba a las misas que se hacían el 7 de mayo y el 26 de julio en la iglesia de Balvanera, por el nacimiento y fallecimiento de Evita. Yo tenía 6 años y me impresionaba mucho el acto multitudinario, que era un acto de descarga del peronismo. Imaginate que teníamos militares con Itacas al lado y me acuerdo de los cantos: “Paredón, paredón a todos los milicos que hundieron la Nación”. Ahí se aunaban todas las corrientes del peronismo. Nos juntábamos en ese acto de amor y recordación. Eso me quedó y me brotaron las ganas de investigar sobre Evita y juntar cosas de ella. Así comencé a coleccionar cosas de Eva Perón y del peronismo.

–Roberto, vos revisaste fuentes y materiales, como esa revista Time, del año 1947, con Evita en la tapa. Justamente ella estaba viajando a Europa en un momento de aislamiento de Franco, del Vaticano con Pío XII, de la Junta Interamericana de Defensa...
R. V.:
–Ese artículo no es halagador a la militancia de Evita, obviamente. Yo recogí una anécdota de Evita con Franco en España. Ella fue al Museo del Prado, y Franco le dijo: “¿No le parece emocionante esto?”. Ella lo miró fijo: “A mí lo único que me emociona es el pueblo”. Lo cual marca una cosa ideológica, filosófica y un paradigma de vida. Ella era una mujer que hacía la política desde abajo. Por ahí iba un día a la Fundación y decía: “Che, hoy podemos entregar una máquina de coser”. Y se iba hasta Avellaneda, tocaba el timbre donde le habían pedido en una carta una máquina de coser y la entregaba ella misma. ¿Por qué una máquina de coser? Simple: era una fuente de trabajo.
M. C.: –Era el símbolo de su madre que había cosido muchos años y había defendido a su familia con esa herramienta. Evita reproducía una situación propia en la familia de otros argentinos con mucha generosidad.
R. V.: –Algunos decían que Evita era revanchista y yo creo que era verdad. Ella se tomó una revancha histórica de haber nacido en la provincia de Buenos Aires por esa época donde ser hija natural era un estigma muy difícil de sobrellevar, por haber sufrido esa mirada tan recriminatoria. Y también de su llegada a la Capital como artista, cuando los teatros eran administrados como estancias y donde el trabajo era ninguneado.

–¿Ustedes rastrearon información para chequear realmente la fecha de su nacimiento?
R. V.:
–La partida de nacimiento de Evita desapareció. Hay dos o tres fechas probables. Eso, con rigor histórico, es interesante tenerlo en cuenta pero no afecta el verdadero sentido de la vida de Evita que fue jugarse por el pueblo, hacer una obra como la Fundación Eva Perón que no se repitió jamás en nuestra historia. Yo viajé mucho por la Argentina y en 1985, en pleno gobierno de Alfonsín, encontré un galpón con sábanas, que estaban destruidas y no se habían repartido porque tenían el sello de la Fundación. Ni siquiera tuvieron la inteligencia de cortar el sello y hacer pañales. Fue el odio, la ignominia, el desprecio a esta obra que era de una calidad humana sin par y que no se repitió en ninguna parte del mundo. La Fundación tenía una transparencia administrativa que no se puede creer. Cuando ocurrió la Fusiladora, se llevaron en cana a uno de los administradores de la Fundación y no le pudieron encontrar nada. Lo tuvieron que devolver a su casa.
M. C.: –El Senado de la Nación hizo una investigación, cuando cayó el gobierno de Perón, y agrupó en cinco tomos, que hoy se pueden consultar, las supuestas irregularidades cometidas durante la época del peronismo. Se llamaba Libro negro de la segunda tiranía, ya que la primera, para ellos, había sido la de Rosas. En esos cinco tomos están las denuncias y todo el material documental. La Fundación Eva Perón sólo tuvo 3 o 4 denuncias formales y ninguna pudo ser corroborada. Y como nota llamativa ponen, hablando de los manejos y excesos de la Fundación, que se les daba de comer a los chicos una vez a la semana pescado y dos veces pollo. Eso, y el cambio de ropa de invierno a verano, dio lugar a que lo acreditaran como despilfarro.
R. V.: –Veníamos con esa cultura de la Sociedad de Beneficencia, donde los chicos eran adocenados. No nos queremos jactar de esto pero tenemos con Marcela muchísimo material de Eva Perón. Ella tiene una biblioteca peronista envidiable. Unimos nuestros destinos y unimos nuestros archivos.

–¿Qué papel jugó Evita en la vida personal de ustedes como pareja?
R. V.:
–Fundamental. Yo tenía un estudio de televisión muy importante en San Telmo. Un día, recibo una llamada de una señorita investigadora, que me pedía información sobre la mucama personal de Evita, una de las personas más allegadas. En realidad no tenía mucha información, pero le dije que viniera que la ayudaría. El estudio funcionaba las 24 horas de lunes a viernes. Un día estaba grabando y cayó Marcela. Y ahí comenzó nuestro romance. Y ya siempre investigamos juntos.
M. C.: –Y es un placer investigar a Evita. Mirar solamente una foto suya es un placer.
R. V.: –Marcela recopiló cosas muy interesantes de la intimidad de la vida de Evita en la residencia presidencial. Por ejemplo, hay una anécdota que publica Norberto Galasso y que cuenta que Evita y Perón jugaban carreras en los pasamanos de las escaleras de la casa.
M. C.: –Y le hacían trampa a Perón porque Evita siempre quería ganar. Atilio Renzi, que era la mano derecha de Evita en la Fundación, le tomaba los tiempos y siempre la dejaba ganar.

–Pero si era una chica, ¿cómo no iba a querer jugar? Hay algo que me parece importante para esta época. ¿Cuánto contribuyó la revolución fusiladora con el cadáver de Evita en esta cosa de la mitología? Uno lee el cuento “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, y comprende lo tremendo de esa historia. Entonces, en un país en el que pasaron las cosas que pasaron, ¿cómo no se va a construir una mitología?
R. V.:
–Creo que Evita no es un mito pero en torno de ella hay una profunda mitología. Rodolfo Walsh era compañero mío en la revista Siete Días, se sentaba al lado de mi escritorio, mirá qué privilegio. Y una vez tuve una discusión con él. Le pregunte por qué en lugar de escribir “Esa mujer” no había hecho una gran nota periodística. Y me respondió de forma fantástica: “Un libro queda en una biblioteca y un artículo periodístico, en el mejor de los casos, va a parar a un archivo. Lo más normal es que sirva para envolver un tacho de basura”.
M. C.: –Hablaste del antiperonismo: Evita vio el antiperonismo y vio su imagen mitificada en algún sentido. En muchos libros, como el famoso La mujer del látigo, de Mary Maen, que se editó en los Estados Unidos primero en 1951, y después llegó acá, fue testigo de su propia mitificación. Yo creo que en esa mitificación, si bien el peronismo tuvo que ver en constituirla cuasi una santa, la dama de la esperanza, el puente de amor entre Perón y su pueblo, tuvo más que ver el antiperonismo porque se le atribuyeron defectos y virtudes para separarla de Perón, para constituir a Evita como una víctima de Perón en unos casos y como la persona que gobernaba en demérito de Perón en otros.
R. V.: –Hay que decirlo con toda claridad: Evita sin Perón hubiera sido una artista de tercera categoría. Es duro, pero están las pruebas como las películas La pródiga, La cabalgata del circo. No era una buena actriz en el teatro ni el cine.
M. C.: –Era buena actriz de radio.

–Una cosa maravillosa de esa relación, que retrata Jorge Coscia en su novela, es cómo supieron articularse. Los dos se pusieron en el nivel humano como protagonistas en un momento donde era evidente que estaban protagonizando un cambio que para el resto de Latinoamérica era de avanzada. Y cada uno asumió su rol.
R. V.: –En la película también. La película tiene una cosa fantástica y es que Perón llega a su casa y Evita lo está esperando. Era el 17 de octubre. Eso también se investigó.

–En el futuro, ¿qué valor va a tener Evita?
R. V.:
–Evita va a tener muchos seguidores, jóvenes militantes, muchos que van a llevar su bandera.
M. C.: –Yo ya lo veo al observar esas imágenes de los jóvenes con Cristina. En esos jóvenes está Evita. Ella estaría feliz.
 
Fuente: Miradas al Sur.
 

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