domingo, 31 de marzo de 2013

"OESTERHELD FUE EL QUE TRAJO EL HUMANISMO A LA HISTORIETA"

Rep, el creador de Gaspar, el revolú, lo conoció cuando sólo tenía quince años y hacía sus primeros trabajos como diagramador en la editorial Récord. Las preguntas y las enseñanzas de un grande.
 
Por Eduardo Anguita         
         
Miguel Rep conoció a Elsa Sánchez en los años ’80. “Era una mujer absolutamente dura porque era la única manera de poder mantener esa lucha. Cuatro hijas, el viejo Oesterheld, nietos, un calvario insoportable”, dice. Y, fugazmente, caminó la misma editorial que Héctor Germán en los ’70. Hoy, mientras afirma que “conforme pasó el tiempo y las cosas mejoraron en la Justicia, ella fue sonriendo”, retoma las palabras de Elsa sobre esa alegría que le devolvió Cristina: “Se ganó una batalla cultural primero y después vino lo demás. Hace rato que se está reivindicando la obra de Héctor y también la lucha de Elsa”.

–¿Cómo lo conociste a Oesterheld? Habla de un inicio tuyo desde muy pequeño en el mundo de la historieta.
–Yo trabajé desde los 13, 14 años en una editorial que se llamaba Récord, que fue la última que lo editó a Oesterheld hasta abril del ’77. Yo era una especie de cadete, asistente de dirección de arte. Ahí aprendí a diagramar. Nunca publiqué un solo dibujo en Récord porque era una revista de historietas realista, y yo siempre tuve la tendencia al grotesco. Es decir, yo publicaba paralelamente en otras revistas, pero dibujos humorísticos: Cuarta Dimensión, Hortensia, Humor Registrado. La cuestión es que el viejo Oesterheld laburaba en la parte de atrás de la editorial, Carlos Pellegrini 755, y tenía todo el cuarto piso. Yo laburaba adelante, más cerca de dirección. Era una editorial que si bien publicaba todas las historietas que producía en la Argentina, en realidad, lo que hacía era exportar a Italia.

–Hay una gran relación entre Argentina e Italia en la historieta, ¿no?
–Sí, sobre todo por algunos hitos, tipo Pratt, que vino en la posguerra, y acá hizo El Sargento Kirk

–Sargento Kirk: un personaje de Oesterheld.
–Sí, lo hizo Pratt cuando ya estaba maduro para dibujar bien. Oesterheld trabajó con Pratt, con Breccia, con Solano López. Publicó en Hora Cero y Frontera que es donde apareció El Eternauta y toda la pléyade de sus maravillosas creaciones. La segunda etapa maravillosa de Oesterheld es en Récord. Si bien Récord republica todo lo de los años ’50 y ’60 de Oesterheld, también le da para producir cosas nuevas.

–En el plano político, estamos hablando de un Héctor Oesterheld que iba a Carlos Pellegrini 755, un lugar legal, sabiendo que ya tenía a alguna de sus hijas muerta o desaparecida.
–Yo era muy chico y no entendía nada. El Viejo estaba medio estigmatizado como tipo difícil. Se peleó con muchos dibujantes. Para mí era el gran guionista, alguien de quien yo quería aprender haciéndole preguntas. Me causaba mucha curiosidad que entre su escritorio y la cocinita donde iba a buscar café, dejaba un reguero de barro seco. Yo me preguntaba qué sería. Y un día dejó de venir. Con el tiempo pensé que ese hombre estaba huyendo. Usaba gorra, cosa que no se usaba en ese tiempo, se dejaba la barba. Son cosas que yo fui recomponiendo con el tiempo. En ese momento, yo no le hice ningún tipo de pregunta porque no sabía qué era democracia y qué era dictadura. Tenía 15 años, en mi casa no había libros, no se compraba el diario, no había radio, entonces no tenía ningún tipo de aviso político, de nada. Después sí me politicé en el período de Humor Registrado y desde ese momento pude recuperar esa relación con Oesterheld, es la memoria que acomoda las cosas. Nadie me respondió porque dejó de venir. No es que se fue a laburar a otra editorial o se fue del país. Dejó de venir.

–Así era la historia de los desaparecidos en la Argentina. No se preguntaba. Uno dice que era cascarrabias y encierra allí muchas cosas de los códigos de entendimiento de esa época. Te quería preguntar, ¿cómo podía desarrollarse la historieta en un momento tan opresivo, eran mundos que se entrelazaban o la historieta pudo seguir en un mundo de fantasía respecto a la realidad política que vivía la Argentina?
–Te tengo que contestar casi como ensayista. En ese momento, hacía carrera como diagramador y estaba con maestros de la historieta realista y seria, de la historieta que se llamaba de aventuras. Acá se generaba para Europa por lo que estábamos viendo grandes dibujantes. Y excelentes guionistas, como lo era Oesterheld. Él trajo el humanismo a la historieta. Antes de Oesterheld, la historieta eran los alemanes malos, los aliados buenos, los japoneses malos. Él hizo un cambio. Leyó mucho literatura no maniquea y trajo eso. Y encima lo hizo con dibujantes que empataban con él, porque Pratt veía a la guerra como una gran desgracia donde hay ganadores y perdedores. Incluso Oesterheld, desde El Eternauta, tiene una gran simpatía por el perdedor.

El Eternauta, en un momento, se convierte en el Nestornauta. ¿Fue un pasaje natural o al principio te chocó?
–Cuando apareció, pensé que era un buen chiste, porque no sabía que iba a tomar tanta importancia y llegar a ser un ícono de Kirchner. Cuando fui el año pasado a Río Gallegos, a una feria del libro, me acerqué a un local de La Cámpora, la inicial, la originaria. Tuve una charla buenísima con la muchachada. Les dije que no creía que Néstor fuera El Eternauta porque nunca la trabajó de héroe. Fue siempre un personaje muy simpático, hasta grotesco diría. De hecho, le decían Lupin por la historieta de Guerrero, un aviador al que se parecía mucho.

–Pensé que le decían así por los lobos.
–No, le decían Lupin porque era muy parecido al aviador que creó Guerrero, un asistente de Divito. Lo veo como un personaje simpático y grotesco, más que por esa cosa solemne que tiene El Eternauta. Habría que ver qué le pasaba a él con El Eternauta. Es una cosa finita como para poner un escollo.

–Pero por otra parte, veo agradable que a un tipo como Néstor se lo pueda vincular con un tipo con un voluntarismo extremo como Oesterheld, a través de su personaje El Eternauta, no está mal, ¿no?
–Sí, claro. Eso está presente en mucha literatura. Es un personaje extraordinario en vida de gente ordinaria. Lo que pasó con El Eternauta fue terrorífico: una invasión extraterrestre como metáfora del imperialismo, pero no es exactamente lo que pasó en 2003. Mucho del ángel de Néstor se debió a su simpatía. El 25 de mayo de 2003, estaba jodiendo con la multitud cuando dos meses atrás la sociedad linchaba a cualquier político. Esa simpatía pertenece más al gremio de la historieta humorista que a la realista. Creo que El Eternauta es más Rodolfo Walsh.
 
Fuente: Miradas al Sur.

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