La calle está en el debate. De pronto, la discusión sobre el suelo de los maestros terminó transformándose en una disputa por las calles. Las opiniones sobre el futuro de la educación en Argentina terminaron desinflándose y hoy vemos a una sociedad discutiendo el futuro de sus avenidas. La protesta de los maestros silenciada, en pocos días, por el presente de las rutas. Algunos dicen que es señal de una crisis más grande. Otros, levantando la voz orgullosos, dicen que es una suerte de homenaje a la vieja y querida Universidad de la Calle.
Por mucho tiempo mirada en menos, la Universidad de la Calle tiene una premisa simple: en ningún salón podrás aprender lo que te enseña la vida misma. Dos semanas de salidas nocturnas, dicen algunos, te pueden mostrar más que tres semestres entre libros de historias (si es que la Biblioteca todavía funciona y el tipo de la fotocopiadora hace rápido su trabajo).
Un largo paseo por cualquier peatonal céntrica, bastan, según sus defensores, para entender que la Calle tiene más códigos que todos los manuales de la Facultad de Derecho. De nada servirían, argumentan, saber miles de fórmulas aritméticas, si a la hora de cruzar la puerta y salir a las Avenidas no entiendes como se comporta la ciudad.En la Universidad de la Calle no hay protestas. Ninguno de sus maestros marcha a favor de un salario justo, porque la calle sabe lo que te da, y lo que te de es lo que mereces. La policía jamás sale a disparar o dar palos a los estudiantes o docentes de la Universidad de la calle, porque muchos de ellos se apalean solos, y en esos golpes de la vida pareciera estar la mayor enseñanza. Si bien la competencia parece desigual, y todo indica que la Universidad tradicional es el camino lógico (más aún en Argentina donde, afortunadamente, hay muchas posibilidades para hacerlo), la Universidad de la Calle suma y suma seguidores. Ninguno de sus egresados culpa a su casa de estudios de la falta de trabajo, y cualquiera que logra el éxito devuelve, y con creces, parte de lo ganado a los salones del centro educativo callejero.En todo el debate sobre la represión por ejemplo de Neuquén ,que le costara la vida al maestro Carlos Fuentealba, la palabra más repetida fue “ruta”, nadie se acordó de los funcionarios, estudiantes y profesores de la Universidad de la Calle. Algunos de ellos, transformados en dirigentes sindicales o candidatos, se sumaron a la molestia nacional pero nada de hacer valer sus orígenes. Como si todos supieran del segundo plano de la Universidad de la Calle.Por eso, en la serie de Las Clases, no podría faltar la pregunta al respecto:¿Sigue existiendo la Universidad de la Calle?
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